Un estudio que analiza 53 ciudades de países en desarrollo —incluye a ocho en América Latina— revela que la mayoría de estas urbes usan aguas residuales sin tratar, que podrían estar contaminadas, para regar cultivos que producen los alimentos.
La investigación, llevada a cabo por el Instituto Internacional de la Gestión del Agua (IWMI, por sus siglas en inglés), fue presentada durante la Semana Mundial del Agua, que tiene lugar en Estocolmo, Suecia.
Las ciudades latinoamericanas analizadas incluyen Santiago de Chile, Ciudad de México, Bogotá, Lima y Sao Paulo.
En estas ciudades y en el mundo en desarrollo en general, se produce hace décadas un fuerte proceso de urbanización, que es considerado como el principal impulsor de la práctica de usar aguas residuales —también agua de cloacas— para el riego de cultivos.
“El mundo está transformándose: de estar basado en una población principalmente rural a una predominantemente urbana; eso es lo que hace que las ciudades necesiten más y más agua para la agricultura”, explicó el director general del IWMI, Colin Chartres, en una entrevista con la BBC.
“Sin embargo, la mayor parte del agua que se usa en las áreas urbanas viene de las cloacas”.
En una conversación con BBC Mundo, Liqa Raschid-Sally —una de las autoras del informe— dijo que en algunas ciudades de América Latina se descubrió que hay agricultores que rompían los caños mismos de las cloacas para derivar agua hacia sus cultivos.
Los beneficios
El uso de aguas residuales no sería necesariamente un problema si esas aguas fuesen correctamente procesadas en plantas de tratamiento de agua: el daño nace cuando se usan aguas sin tratar.
Es que como explica el IWMI, el uso de aguas residuales tiene sus beneficios: permite cultivar alimentos en lugares con escasez de agua o donde no hay acceso a fuentes de agua limpia.
También permite reciclar nutrientes —lo que implica que los agricultores no tienen que comprar fertilizantes caros— y, según Chartres, cumple una función ecológica de renovación del agua.
Pero esto, afirma el estudio, no está libre de riesgos, que aumentan a medida que crece la urbanización en el mundo y en especial en los países en desarrollo.
“Si la práctica de usar agua residual será cada vez más común mientras más gente come alimentos producidos de esta manera, es necesario prestar atención a los metales pesados y a otros contaminantes que puedan estar presentes en esta agua”.
A esto se le suman riesgos de contaminación química y biológica de los cultivos, el posible impacto ambiental por el uso extensivo de estas aguas y la posible generación de epidemias.
Como explica Raschid-Sally a BBC Mundo, esta circunstancia en las ciudades latinoamericanas es compleja: por ejemplo, al existir ríos caudalosos en la región, los agricultores se confían en que las aguas diluirán los contenidos residuales de las aguas.
Sin embargo, esta situación parece no ser sostenible.
“Los ríos no están en la situación de soportar la cantidad de residuos que se tiran, y de a poco se transforman en vías fluviales de agua residual”.
Las recomendaciones
Si por una parte el uso de aguas residuales trae beneficios, pero por otra genera grandes riesgos, ¿cómo se resuelve este dilema?
Los países, afirma Raschid-Sally, deben empezar por aceptar que sí existe en su territorio un uso indebido de las aguas residuales y así empezar a lidiar con el problema. Como explica Chartres, lo que se necesita es una mejor estructura de tratamiento de estas aguas. “Lo ideal sería que el agua sea tratada hasta producir un estándar que no involucre riesgos”. |
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