La intensa sequía que castiga a la provincia de Corrientes, se siente de otra manera cuando se escucha a un productor hablar, o llorar, de las consecuencias que este fenómeno climático deja en su patrimonio.
Sin dudas, el departamento de Mburucuyá es uno de los casos paradigmáticos en este escenario desolador para los productores, sobre todo, ganaderos. Allí, de las 67 mil cabezas con la que contaban antes de la sequía, se perdieron unas doce mil cabezas de ganado.
Paula Pared, una pequeña productora mburucuyana intentó contar a El Litoral de qué manera le está afectando esta situación. Se esforzó en hablar normalmente, pero a los pocos segundos de iniciar la charla a través del tubo telefónico se podía advertir que las lágrimas caían sobre su mejilla y la voz entrecortada por el llanto llegaba al fondo del corazón.
Paula, su marido y sus dos hijas viven de la ganadería. Tenían cien cabezas de ganado pero desde mayo comenzaron a perder animales producto de la falta de pasturas.
“Tenemos perdido más de la mitad de nuestro ganado, no sé lo que vamos a hacer”, alcanzó a decir casi de corrido la mujer dejando ver su impotencia ante este castigo de la naturaleza. Estos cinco meses sin lluvias terminaron por derribar los sueños de los pequeños productores que advirtieron que se venían tiempos difíciles, pero intentaron por todos los medios combatir la falta de agua.
“Las pocas vacas que estaban preñadas ya cayeron. Tenemos todo perdido porque las pocas que todavía están vivas no sé si van a resistir mucho más. No sé cuánto forraje tendríamos que comprar para salvarlas. Les dimos vitaminas, pero ya no nos queda nada”, contó la mujer entre sollozos a este matutino.
En Mburucuyá dicen que la pérdida es mayor al 50 por ciento porque las vacas están muy flacas y no se van a poder reproducir este año. Lo que cuenta Paula confirma esta hipótesis, sin embargo tanto desde Nación como desde la Provincia se demora la llegada de algún tipo de ayuda.
Técnicos del Ministerio de la Producción de la provincia recorrieron algunos campos para hacer un relevamiento de los daños causados por la sequía. Fuentes locales aseguran que recién el domingo se iniciaron estos trabajos, mientras los animales hace meses que caen muertos.
Para Paula Pared, como si la pérdida de sus animales fuera poco, se suma que deben pagar el alquiler del campo donde pastaba su ganado. “Sólo vivimos de la ganadería, no tenemos otro trabajo ni sueldo fijo, así que si perdemos todos los animales no sé con qué vamos a volver a comprar. No podemos salir a robar”, manifestó.
En ese sentido, contó que al principio de la crisis pensó en salvar algunos terneros para venderlos y con ese dinero comprar forraje. Pero no logró su cometido. “Perdí más del 50 por ciento del ganado y los que están vivos, están apenas”, remarcó al momento que recordó que cada animal tiene un valor aproximado de 800 pesos.
Finalmente, la mujer no quiso establecer un monto determinado a la ayuda que debería recibir para poder salir adelante pero pidió que la ayuda llegue, y que llegue pronto.
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