Otra vez, como viene ocurriendo desde hace ya un lustro, el fuego es el protagonista excluyente en Córdoba y mantiene en vilo a miles de personas tanto en las Sierras Chicas y el Valle de Punilla, donde están activos varios focos; como en la mismísima capital, adonde llegaron las cenizas y el humo parece invadirlo todo: no sólo las vías respiratorias y los ojos enrojecidos; sino también algunas bañaderas -como la de Laura Heredia, un ama de casa con tres hijos- que apareció tapizada de "cenizas y polvillo en suspensión", en un barrio de la periferia norte.
Pero lo peor del panorama, por ahora, parece ser el pronóstico: el encargado del área del Aeropuerto Internacional de Córdoba, Héctor Godoy, echó por tierra las frágiles esperanzas de una lluvia salvadora que se esperaba para el viernes: "Sí, llegará, pero no se hagan muchas ilusiones -afirmó a Clarín--. Habrá lloviznas en el sur provincial, tal vez pedreas, pero en el norte, que es el más afectado, no creo que caigan más que tres gotas locas".
Al cierre de esta edición, la Justicia había imputado a una mujer de 45 años, de Ascochinga, por haber encendido fuegos que pusieron en peligro poblaciones como San Pellegrino; en tanto que otro muchacho de 23 años, fue atrapado in fraganti mientras intentaba encender pastizales cerca de Pilar. Son sólo dos ejemplos de lo que todos saben: casi todos los fuegos son provocados.
Ayer, unos 425 bomberos de toda la provincia, a quienes se acoplaron un centenar de gendarmes, siguieron luchando contra un frente de más de 30 kilómetros de largo que corría veloz desde Ascochinga, La Granja y el Pueblito --sitios en los que debieron evacuarse por prevención unas cuatro escuelas durante la mañana--; hacia el llamado Camino de El Cuadrado: una vía serrana de inmensa belleza y vegetación autóctona hecha de aromitos, algarrobos, molles y arbustos achaparrados, que conecta las Sierras Chicas con el Valle de Punilla. Las localidades más afectadas, de allí en más, serían las tan bellas como turísticas Capilla del Monte, La Cumbre y La Falda.
"Mire, el cambio climático se nos manifiesta en todos estos desastres -continuó el meteorólogo- llevamos más de tres meses sin lluvia y esto continuará hasta diciembre... O hacemos algo para almacenar agua para este tipo de emergencia, como los riojanos, y cambiar el sistema de riego al modo israelí, o estamos condenados a este infierno cada agosto, septiembre y octubre", auguró sombrío.
Anoche Diego Concha, del Plan Provincial del Manejo del Fuego, le dijo a Clarín que "ninguna población" corría peligro; aunque mantendrían "guardia de cenizas y lucha contra las llamas durante toda la noche en la zona del Cuadrado".
Se estima que unas 50 mil hectáreas se quemaron desde los fuegos del lunes hasta ayer. Aviones hidrantes, coches autobomba y hasta bomberos en bicicleta y con mochilas de agua en la espalda, colaboraban en los frentes dantescos que, azuzados por el intenso viento sur, no dieron tregua y, ya por la noche, delinearon en fuego las siluetas de los cerros ante la mirada aterrorizada de los pobladores.
Además de El Pueblito, Asconchinga, Candonga -donde su legendaria capilla fue salvada por un grupo de vecinos y algunos bomberos de la zona- y la pedanía de Villa Carlos Paz, por la tarde las llamas comenzaron a correr hacia el norte, rumbo a Ischilín y Tulumba, por los pastizales a los costados de la ruta 9 Norte.
"Mire, dormir casi no se puede, como tampoco se puede respirar bien", le dijo a Clarín Carmen Vieyra, una vecina de Unquillo que contó que las cenizas en el interior de su tanque de agua la obligan a hervirla para poder dársela a su hijita de 2 años.
Los intensos vientos hacen que la gente tema que soplen en dirección de sus casas, sus animales, o sus sembradíos, los que los tienen. "Gracias a Dios todavía no hubo muertos como en fuegos anteriores", repetía Antonia, recordando las tragedias de años anteriores.
Por la tarde, el aeropuerto Ambrosio Taravella reanudó su actividad en forma completa, ya que en la mañana se habían suspendido los aterrizajes por la humareda.
Las llamas están arrasando los campos
Desolación. Esa es la palabra que pinta la postal en la que se convirtieron los campos cordobeses asolados por los incendios.
En la bella zona de Ascochinga, ese paraíso ubicado a apenas 50 kilómetros de la Capital, sólo hay cenizas. Una capa de hollín de dos centímetros de alto cubre grandes extensiones de campos.
Los árboles están grises por la quema, y sus hojas parecen pintadas de negro. Pero no fueron pintadas, están quemadas.
En la base armada en Ascochinga, el titular del Plan de Manejo del Fuego, Marcelo Colombatti, le dijo a Clarín: "El flanco Este que comprende el fuego entre La Pampa y La Granja está contenido; pero viró hacia el Oeste entre La Falda y Capilla del Monte".
Justamente en esa zona, en inmediaciones de La Cumbre, el incendio amenaza con causar estragos. "El viento es fortísimo, estamos a diez kilómetros del fuego, pero creo que esta noche llega al pueblo. La reserva de cien monos carayá que tenemos está en peligro. A la medianoche, quizá el fuego llegue a las viviendas, sólo nos puede salvar un cambio de viento", le explicó a Clarín el intendente de La Cumbre, Carlos Engels.
Por precaución, la fiscal de Cosquín Alejandra Hillmann resolvió cortar el tránsito en la ruta E-66 en el tramo que une Ascochinga con La Cumbre.
Pese a que ayer fue una jornada "más tranquila que el lunes, por lo menos el fuego no amenazó las zonas urbanas", el fuego arrasó grandes extensiones de campos.
El molino y la capilla de Candonga, en el corazón de las Sierras Chicas, fueron salvadas de las llamas por los vecinos del lugar y dos bomberos voluntarios.
Casi al borde de las lágrimas y extenuado por el combate del fuego, Diego Buteler le contó a Clarín que "este desastre podría haber sido evitado". Este muchacho explota la Estancia Santa Gertrudis, muy cerca de la capilla, y acusa por el incendio a "la irresponsabilidad" de un vecino que "se puso a trabajar con fuego para dilatar unas cañerías cuando está prohibido hacer fuego en esta época del año. A la capilla y al molino los salvamos nosotros con dos bomberosí".
La blancura de la capilla de Candonga resalta frente a las hectáreas tiznadas por el fuego.
GUSTAVO MOLINA
Las vidas que se perdieron en el último lustro
En el último lustro, el fuego se llevó varias vidas en la provincia de Córdoba.
Nadie olvida en Potrero de Garay, una población del Valle de Calamuchita, la tarde de fuego del 18 de agosto de 2003, esa en que el sol pareció bajar a la tierra a llevarse la vida de los pinares, los animales y de dos peones rurales que murieron calcinados por una especie de "soplete natural gigante", cuando buscaban el ganado que su patrón los mandó a arrear en medio del infierno.
Estela María Molina, de 36, y su esposo José Visconti, de 41, padres de tres hijos pequeños, fueron las dos víctimas humanas de un paraje que la mañana después, aparecía como un cementerio negro, humeante, erizado de patas alzadas al cielo de animales dorados, como de bronce. Un sitio en el que los seres vivos apenas podíamos apoyar la planta de los pies sin sentir el fuego que aún salía de la tierra.
Ese mismo día, pero por la tarde, un profesor de 64 años, Héctor Moyano, del Observatorio de Bosque Alegre, murió intentando salvar un pinar que amaba desde siempre. No pudo.
Se sabe: las piñas estallan y saltan como granadas encendidas. Una guerra natural que perdió. Lo sabía él. Pero también una maestra de Potrero de Garay, Marta Susana Pons, quien sí sobrevivió a esa lucha imposible y salvó a su escuela, la llamsada "Alfonsina Storni".
Dos años después, el 21 de septiembre de 2005, los hermanos Pablo y Luciano Clérico, de 34 y 38 años, fueron las víctimas de estos incendios que a esta altura, todos saben intencionales o por lo menos, fruto de la ignorancia y la negligencia que suelen venir juntas.
Ambos quedaron atrapados en su propiedad: unos pinares en Yacanto. Fue Luciano quien vislumbró el final y alcanzó a escribirle a su mujer un último, desesperado mensaje: "Mariela te amo, estamos atrapados por el fuego"
El martes 26 de agosto pasado, la muerte le llegó a Mauro Ceballos: tenía 21 años, era el abanderado de los bomberos voluntarios de Salsipuedes, y su camión volcó en una curva mientras combatía los fuegos que amenazaban a su pueblo.
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