Decir "el problema del agua" es reconocer que el agua es un problema. Por algo, ése es precisamente el título de la mesa redonda en la que mañana a las seis de la tarde, en el aula 6 del Pabellón II de la Ciudad Universitaria, los doctores Vicente Barros, Fabián López y Jorge Santa Cruz, y uno de los directores de Greenpeace Argentina, Jorge Villalonga, debatirán sobre "El problema del agua en la Argentina".
Los que investigan en este tema aconsejan no hacer alarmismo, pero con cada sequía -y la que padece una parte nada desdeñable del país es, dicen, la más importante de los últimos veinte años- resurgen los fantasmas que vienen agitando recurrentemente un sinnúmero de informes de las Naciones Unidas y otros organismos técnicos.
Los pronósticos no son alentadores: ya actualmente un tercio de la población global vive en áreas con alguna escasez de agua, y se prevé que en 2025 esa proporción ascenderá a dos tercios, y en 2050, a tres cuartos.
Para cualquiera que disfrute de un acceso casi irrestricto a este líquido precioso que constituye hasta el 90% del peso de la mayor parte de los seres vivos (y se calcula que en el país un 22% de la población no puede decir lo mismo), los inconvenientes que generan el precio del petróleo y las finanzas globales empalidecen frente a la posibilidad de que falte el agua que, como esos nubarrones que presagian la tormenta, pende sobre el horizonte.
Según diversos estudios, el uso del agua se multiplicó seis veces a lo largo de último siglo, el doble de lo que aumentó la población, aunque sólo una parte modesta de los recursos hídricos globales se dedica al consumo humano y la higiene (el 10%).
El 70% se destina a producir alimentos y el resto se emplea en los procesos industriales, y se necesita para producir energía hidroeléctrica y enfriar centrales térmicas de electricidad.
Para hacerse una idea de las dimensiones del "problema" basta con detenerse en un par de datos. "La agricultura está en el corazón del desafío del agua -afirman Ger Bergkamp y Claudia Sadoff, presidente del Programa del Agua de la Unión Conservacionista Mundial y economista principal del International Water Management Institute (IWMI), respectivamente, en la edición 2008 de El Estado del Mundo , del Instituto Worldwatch- . Mientras la persona promedio necesita beber de dos a cinco litros de agua diarios, su alimentación requiere alrededor de 3000 litros."
Un reciente trabajo del IWMI llegó a la conclusión de que si queremos seguir produciendo suficientes alimentos en 2050 se necesitarán cambios reales en los modos de producción. "Para fabricar una hamburguesa se necesitan 10.000 litros de agua", subrayan.
Las aguas subterráneas no ofrecen un panorama mucho más alentador. Un estudio de Worldwatch llegó a la conclusión de que no hay continente en el que esas valiosas reservas no se están contaminando con pesticidas, fertilizantes, sustancias industriales y metales pesados, "y el daño frecuentemente es mayor en los lugares donde las personas más necesitan el agua", aseguran.
Según Bergkamp y Sadoff, uno de los aspectos más inquietantes de este rompecabezas es que la contaminación subterránea es esencialmente permanente. "El agua se recicla muy despacio -dicen-, demasiado para diluir o eliminar las sustancias tóxicas." La que ingresa en un acuífero permanece allí miles de años, en comparación con sólo 16 días en los ríos. De acuerdo con esto, los habitantes de Londres, por ejemplo, podrían estar tomando agua que cayó como lluvia... ¡en la última Edad del Hielo! |
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