No debería sorprender a nadie, puesto que el dragado se estaba realizando sin permisos (a orillas de ese ejemplo de sostenibilidad y gestión hidráulica que es nuestra Expo) y sin un estudio de impacto medioambiental previo. En nuestra tierra, los dirigentes se han visto poseídos por una arrogancia provinciana que les obliga a materializar cualquier proyecto, por inverosímil y dañino que resulte, para no reconocer que podrían haberse equivocado. Desprecian y ridiculizan a los que discrepan, los tildan de antisociales o progres tocanarices y, tras una gestación más o menos larga y dolorosa, dan a luz engendros como Gran Scala, el trasvase del Huerva o el dragado del Ebro. Catalá, consejero de Economía y Hacienda de la DGA, tras conocer la decisión judicial ha reiterado que: "El dragado se hará las veces que haga falta". Si yo fuera el juez que instruye la investigación, me mosquearía ante esta manifestación de soberbia. Porque, ¿cómo puede Catalá manifestarse así sobre este tema, antes de que los tribunales decidan si la actuación en el río es o no correcta?
Y otro misterio que sólo justifica el orgullo y la altanería tiene por objeto el desierto monegrino. Hoy, nuestro insigne presidente, se levanta proponiendo un parque natural en Los Monegros, "perfectamente compatible" a su entender, con la réplica aragonesa de Las Vegas que sería Gran Scala. Teniendo en cuenta que el susodicho proyecto continúa siendo humo casi un año después, nos ofende a la ciudadanía al presumir de que somos un pueblo fácil de engañar. Pero hoy puede ser un buen día. Están esas diligencias abiertas y nuestros mandamases andan todos alborotados porque no tienen costumbre de una ducha de humildad. Mañana habrá que seguir dando guerra para frenar tanto disparate, pero hoy, he quedado para celebrarlo.
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