Durante dos días seguidos sopló viento norte. El calor era agobiante, el polvo que levantaba el viento impedía respirar y lastimaba la vista.
Por la noche el cielo se cubrió de nubes, truenos y relámpagos precedieron pocas gotas de lluvia, luego refrescó y comenzó el viento sur. La mañana amaneció gris, el cielo quedó cubierto por una niebla de polvo, el sol parecía apagado.
Por momentos arreciaba el viento y levantaba densas nubes de polvo, que impedían la visión. Restos de rastrojos de los cultivos eran arrancados y volaban a grandes distancias o quedaban prendidos de los alambrados.
¿Cuántas tormentas de tierra de esa magnitud había enfrentado? Sería como la de 1941, de 1948, de 1958. Siempre escuché algo parecido: "Esta es la peor seca que yo recuerdo". Somos frágiles de memoria y no recordamos, salvo retazos de acontecimientos. Más frágil aún es la memoria colectiva.
En Pampa de los Guanacos, en la provincia de Santiago del Estero, al borde del alambrado que delimita la zona de vías del ferrocarril, hay una serie de cruces pequeñas. Recuerdan los niños que murieron aplastados por el "tren aguatero".
A fines de la década de 1940 la sequía asolaba todo el norte del país. Para abastecer de agua a la gente se enviaban "trenes aguateros". La orden impartida a los maquinistas era detenerse poco tiempo en las estaciones.
A fin de impedir que el tren avanzara, para poder conseguir algún balde extra de agua, niños y mujeres se pararon sobre las vías. El tren ya estaba en marcha. Murieron algunos niños y sus madres. Memoriosos locales recuerdan solo los niños. "Son los angelitos muertos por agua".
¿Fue esa la peor sequía o estamos atravesando una igual? Poco importa, salvo para el comentario. Importa que casi cincuenta o sesenta años después, tengamos situaciones parecidas. Hemos progresado, en vez de abastecer las poblaciones con "trenes aguateros" se abastecen con "camiones cisternas". En todo ese tiempo la sociedad no pudo organizarse, para tener reservorios de agua de lluvia donde fuera necesario.
En la región centro-norte y parte del noreste del país, donde hoy la sequía es extrema, llueven en promedio entre quinientos a novecientos milímetros anuales. Los promedios indican poco, interesa la dispersión de la media. En esa región hay años en que llueven menos de cien milímetros y años en que llueven más de mil milímetros.
En años con más de mil milímetros, suelen producirse precipitaciones de más de cuatrocientos milímetros en pocas horas. Con suelos saturados de agua, se producen inundaciones.
Las sequías y las inundaciones no son cíclicas en la región, aparecen como pulsos climáticos. Suele haber períodos donde las lluvias son oportunas y adecuadas. "Las sequías y las inundaciones son dos puntas de una misma soga". Esa frase es de Florentino Ameghino, del siglo XIX. Pocos la mencionan, tampoco se recuerdan las tormentas de tierra que oscurecieron Buenos Aires en la década de 1920, ni las posteriores, ni las inundaciones que nos afligían hace pocos años en la zona hoy castigada por la sequía.
En el noroeste de Santa Fe no se sembró trigo por la sequía. Está atrasada la siembra de girasol y no se pueden preparar las sementeras para maíz, sorgo o soja. Las alfalfas rebrotan muy lentamente. Las pasturas espontáneas están deterioradas. Se pastorean los rastrojos de maíz, sorgo y soja. Se usa cáscara de algodón, semilla de algodón, despunte de caña de azúcar, caña de azúcar, maíz, sorgo, silaje de sorgo y de maíz y rollos de alfalfa, o rastrojos, como alimentación suplementaría.
La capa vegetal destruida favorece la erosión eólica: en pasturas por sobre pastoreo. En cultivos agrícolas, por la utilización de herbicidas que impiden el crecimiento de vegetación espontánea. El rastrojo desaparece por acción del viento, consumido por los animales, por incendios accidentales que comienzan en las banquinas, o por todos esos factores combinados.
Es necesario ajustar las tecnologías de producción agrícola y ganadera a las características ecológicas de cada zona. Las tecnologías no se deben "adoptar" sino "adaptar". Eventualmente se deben desarrollar tecnologías apropiadas para cada situación ecológica en particular, teniendo en cuenta las características socio económicas de cada productor. Frente a la crisis es necesario adoptar medidas, para superar la emergencia. Pero debemos pensar para adelante:
Construir reservorios de agua de lluvia, para abastecer a humanos y animales cuando sea necesario.
Buenos caminos que se puedan transitar aún en períodos de lluvias intensas.
Alturas para que los animales puedan descansar en lugares secos, cuando se producen inundaciones.
Reservas de forraje para momentos de penuria forrajera.
Disponer de créditos apropiados que permitan implementar esas tecnologías.
Los pueblos que no aprenden de su historia están obligados a repetirla.
Nota de la Redacción: el autor es Ingeniero Agrónomo y consultor independiente.
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