El viejo refrán "sobre llovido, mojado" encontró en el sudeste de Córdoba su versión antónima: "sobre seco, .quemado". Sucede que en la última semana varios puntos del campo cordobés sufrieron el efecto del fuego; el cual no respetó cultivos, rastrojos, alambrados o viviendas. Es más, hubo casos como el de Monte Buey -cuna de la siembra directa- que recibieron dos incendios en tres días, con pérdidas económicas cuantiosas, y efectos negativos que perdurarán por un tiempo. Incluso hubo situaciones con campos que se incendiaban, y volvían a quemarse uno o dos días después. Todo en un contexto signado por la sequía y los fuertes y constantes vientos, todos aspectos que pintan un panorama poco alentador.
"El primer incendio se originó el sábado pasado en cercanías de nuestro pueblo", precisó Jorge Romagnoli, productor de Monte Buey y pionero de la siembra directa en la región. En tanto que el segundo comenzó el lunes posterior en el otro extremo del pueblo; más precisamente en la salida hacia Justiniano Pose. "En ambos casos se trataría de conductas negligentes o descuidadas las que originaron los siniestros", agregó Romagnoli.
Dadas las extremas condiciones de sequía, la baja humedad relativa y el fuerte viento que reinaba desde el noroeste, "el fuego se expandió con una velocidad inusitada sobre los rastrojos", agregó. El fuego arrasaba con lo que estaba a su paso y en pocos minutos había recorrido varios kilómetros, transformando en cenizas todo lo que estaba a su paso. "Si hasta los lotes con trigo implantado se quemaron, ya que sus rastrojos de soja o maíz ardían como el mejor combustible", disparó un productor zonal.
El fuego "se propagó en forma de abanico con dirección sureste", agregó un bombero de una localidad cercana que se encontraba colaborando durante el incendio.
La intensidad del viento era tal que las tareas tendientes a frenar el fuego eran prácticamente inútiles. "Sólo lográbamos frenar el avance lateral del frente de incendio mediante contrafuegos realizados con pasadas de disco doble acción", agregó Eduardo, un operario de uno de los campos de la zona. Pero esos mismos contrafuegos no podían frenar al fuego en su avance frontal. "Es más, incluso disqueando las cabeceras en dos lotes contiguos separados por un camino, era imposible frenarlo", agregó Lucas, otro de los tractoristas que combatían el incendio.
La cuestión clave era el viento, el cual levantaba por el aire y desplazaba por varios metros rastrojos encendidos; haciendo inefectivos los contrafuegos.
"Debíamos estar atentos porque podíamos quedar encerrados entre el frente de fuego que avanzaba y los nuevos focos que podían iniciarse metros más adelante", comentó Carlos, mientras se limpiaba la cara llena de cenizas y tierra.
A la tarea de los productores, que le hacían frente al fuego con todo lo que tenían a su alcance, se sumaron los bomberos de Monte Buey y de varias localidades vecinas del sudeste cordobés que trabajaron incesantemente durante varias jornadas. "A duras penas podíamos controlar los flancos; y en la cabecera del incendio era imposible acercarse ya que intimidaba verlo atravesar los caminos más anchos", destacó un bombero. El fuego avanzaba sin menguar su intensidad; llegando incluso a cruzar el río Saladillo sin perder fuerza.
"También fue de gran ayuda la tarea realizada por los dos aviones hidrantes de Omar Díaz", destacaron varios productores zonales. Los aviones hidrantes pueden cargar, según el modelo, entre 2.000 y 2.500 litros de agua, los cuales se descargan rápidamente en cada lanzamiento. En el primero de los incendios "realizamos entre ambos aviones 41 vuelos, utilizando 92500 litros de agua", aclaró Díaz, propietario de los dos Air Tractor 502 y 602 que totalizaron más de 12 horas de vuelo.
La tarea realizada desde el aire permite "llegar rápidamente a lugares inaccesibles para los trabajos desde tierra; y por otro lado, al tener una visión global del incendio se pueden coordinar y complementar mejor la tarea con los bomberos", destacó. Aspecto que quedó evidenciado por la sincronización entre ambos equipos.
El accionar desde el aire permitió, también, salvar a viviendas y cascos de estancias ya que frenaron y demoraron el frente de fuego dando tiempo a que llegaran los apoyos terrestres.
El propio Díaz afirmó que "el primero de los incendios tuvo una distancia de propagación de 25 kilómetros desde el foco inicial". Recién se pudo frenar el frente de fuego cuando el viento comenzó a bajar su intensidad y se encontró con un lote con trigo y pobre rastrojo.
Hasta ahora el trabajo realizado por los aviones hidrantes es ad honorem. "Lo hacemos por nuestro compromiso social y comunitario; pero los costos hacen imposible mantener esta situación", precisó Díaz. Tener presente que el valor de mercado de "una hora de vuelo de estos aviones supera los 2000 dólares", destacó Díaz categórico.
Pasado el fuego, queda aún un gran desafío. El suelo quedó desnudo, descubierto y susceptible a la erosión. Y hay que pensar en cubrirlo rápidamente para frenar el proceso erosivo.
Para colmo, la sequía, los costos de los insumos, y la falta de certidumbre sobre el futuro del agro no ayudan. Ojalá que llegue la lluvia y la previsibilidad en el contexto.
Cómo recuperar el suelo
El fuego en el sudeste cordobés dejó desnudos a los lotes afectados, sin cobertura de rastrojos y susceptibles a la erosión; principalmente del viento. Además produce la pérdida de broza y residuos ya transformados, que son el paso previo a la formación de humus en el suelo. Por ello resulta fundamental cubrir rápidamente el suelo con cultivos de líneas estrechas y con alto aporte de rastrojos. Agronómicamente, en esta época, una de las mejores opciones es sembrar sorgo a surcos estrechos (a 35, 38 o 42 cm entre hileras); con una fertilización de arranque para que se establezca rápidamente y cubra el entresurco |
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