El lunes anterior, al hacer alusión a la situación hídrica de la Provincia y al planteo del agro respecto de la oferta hídrica, señalábamos que, desde distintos sectores, se reclamaba un plan estratégico a los efectos de establecer cómo regular la oferta hídrica con miras a los próximos veinte años, teniendo en cuenta que el agua de deshielo es esencial para una economía de base agraria como la nuestra.
Dentro de ese esquema, el ex titular del Departamento General de Irrigación, Lucio Duarte, señaló a Los Andes que el organismo encargado de controlar y manejar los recursos hídricos lanzó, en junio del año pasado, los denominados “Planes directores”, que abarcaban los objetivos y acciones concretas a desarrollar en los cinco ríos de la provincia que son utilizados para el riego.
El estudio, volcado en cinco volúmenes, se refiere a los ríos Mendoza (que nace en la cordillera y recorre 273 kilómetros hasta finalizar en las lagunas del Rosario); Tunuyán (que tiene su nacimiento en los ventisqueros del volcán Tupungato, recorriendo 370 kilómetros hasta llegar al río Salado); Atuel (con una longitud de 417 kilómetros, desde los faldeos del Paso de Las Leñas hasta la llanura desértica del sur mendocino); Diamante (con una extensión de 340 kilómetros, entre el volcán Maipo hasta el río Salado) y Malargüe (de sólo 73 kilómetros, entre el río Torrecillas y la laguna de Llancanelo).
No se contempló en el estudio del río Grande, en razón de que no irriga ningún oasis cultivado.
El trabajo surgió como consecuencia de un convenio con la FAO, el organismo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la Provincia, que conformó un equipo de 50 profesionales en el tema. También -según los participantes- se realizaron consultas a organizaciones rurales, concejos deliberantes e intendentes, a los efectos de conocer cada una de las posiciones.
Se indicó sobre el particular que se partió de la base de que “Mendoza es un desierto y la obligación de Irrigación es ganarle al desierto” y del hecho de que la premisa fundamental se centraba en el mantenimiento a rajatabla del principio de inherencia del agua a la tierra.
“A partir de allí, todos los estudios eran válidos”, señaló uno de los técnicos.
Si bien los cinco ríos fueron considerados con igual nivel de profundidad, el Mendoza fue el que exigió mayores estudios, en razón de que irriga la mayor superficie poblada de la provincia.
En este caso, el diagnóstico contempló la necesidad de considerar el problema aluvional en la denominada Cuarta Zona de Riego, en los que se hacían necesarias obras porque tienden a inundarse, y consideró también la posibilidad de que se realice una obra de entubamiento en el sector denominado Luján Sur, lo que generaría un cambio sustancial en razón de que el agua es enviada a presión, por cañerías.
En este caso, cabe señalar que actualmente el sector agrícola de la provincia cuenta con 20% con sistema de riego sistematizado y el restante 80 por ciento continúa regándose a manto.
Para los técnicos, si se lograra la sistematización -el entubamiento permitiría aplicar ese tipo de riego- se estaría asegurando el servicio de agua potable y de riego sin ningún tipo de inconvenientes.
El trabajo también contempló la situación que se presenta con la suba de las napas freáticas, especialmente cuando hay años hídricos considerados “ricos” y, en ese sentido, se estableció que debe hacerse un plan integral, que debe tener como primer paso el revestimiento de canales y como segunda tarea la limpieza y profundización de los desagües para favorecer la salida del agua por sangrías.
Una tarea que se cumplió en algunas zonas de San Martín y también en San Rafael y General Alvear, donde se recuperaron zonas salinizadas y con revinición.
Impermeabilizar los canales del río Mendoza para evitar la revinición, significaría una inversión de entre 800 y mil millones de pesos.
“De todos modos -se indicó- el entubamiento, previsto en su momento para Luján Norte, sería la solución ideal porque evitaría la filtración y la contaminación y se llegaría con el agua a cada una de las propiedades. Está previsto incluso que, en una primera etapa, el agua se entregue en la puerta de la finca para que el productor utilice el riego que desee y, en la segunda, impulsar al riego por aspersión o por goteo, que ahorraría agua y permitiría ampliar la oferta a más hectáreas”.
Se aseguró en este caso que hay instrumentos de promoción para la sistematización del riego y lo que hay que superar es la resistencia de los productores. “Este es un proceso inevitable”, aseguraron los técnicos.
En el caso del sur de la provincia, señalaron que la culminación del marginal del Atuel llevará solución a los problemas que durante decenios presentaron muchas de las tierras de General Alvear. También en el Sur, cabría la posibilidad de conformar un nuevo oasis productivo de cinco mil hectáreas, con agua canalizada desde el río Grande.
La minería
El ex superintendente de Irrigación, Lucio Duarte no descartó, ante nuestra consulta, la posibilidad de conformar un plan hídrico estratégico, partiendo de la base del estudio general de los ríos que hizo el organismo.
En ese plano, además de discutir el problema del avance de las zonas urbanas sobre las rurales y del consumo excesivo de agua potable, también habría que conversar sobre el recurso hídrico y la minería.
Técnicos consultados destacaron sobre el particular que, en muchos de los casos, la actividad minera tiene una duración de 15 a 20 años, dejando tierra y napas hídricas contaminadas: “La minería, aunque sea en mínima medida, siempre es contaminante”, dijeron, pero si se la controla convenientemente, como es el caso de Chile, los riesgos se mitigan y previenen.
“Es un tema que hay que discutir en profundidad, porque actualmente también se contaminan los recursos con muchas industrias y residuos, y nadie lo discute”, concluyeron. |
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