Si por efecto de la calidad de las aguas que se emplean en las aplicaciones de glifosato la eficiencia de la acción del herbicida se reduce en un 5 por ciento, los productores argentinos estarían perdiendo este año alrededor de 65 millones de dólares.
El cálculo es conservador. Se estima que en algunos lugares esa ineficacia es superior. El dato estuvo contenido en las conclusiones del Primer Seminario Latinoamericano sobre Agua y Nutrición, durante el cual técnicos y expertos de una docena de países latinoamericanos examinaron el impacto de la calidad de las aguas que se utilizan con herbicidas, fungicidas y fertilizantes. Según la Cámara Argentina de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), en 2007 se comercializaron 180 millones de litros de glifosato por 700 millones de dólares. Se está evaluando que en 2008, a causa de la suba del producto, se lo utilizará un poco menos pero se gastará mucho más: se venderían unos 160 millones de litros, insumiendo unos 1300 millones de dólares. La aritmética es sencilla: un 5% de eficiencia se traduce en los 65 millones de dólares señalados.
Los asistentes al seminario -cuya convocatoria fue una iniciativa de la empresa Complex-Buffon de Río Tercero, la primera en el país en efectuar elaboración de sulfato de amonio en estado líquido de origen- subrayaron que no se controla adecuadamente la calidad de las aguas que se emplean en las aplicaciones agrícolas.
Justamente, para asegurar la eficiencia de algunos productos fitosanitarios, se controla o modifica el valor del pH. Sin embargo, se ha observado que el parámetro realmente importante es la presencia de cationes, entre ellos, calcio y magnesio. Los valores por encima de 200 partes por millón de calcio y magnesio reducen la efectividad de los agroquímicos.
Información aportada por la Universidad de Buenos Aires indica que solamente en territorio bonaerense hay más de 12 millones de hectáreas que muestran promedios muy por encima de las 200 partes por millón.
El efecto de la "dureza" del agua puede ser solucionado con el empleo de productos que tengan una acción dirigida a secuestrar cationes. Pero atención: no todos los productos que se presentan como tales son eficientes secuestradores de cationes. "Se están usando algunos correctores de pH que no son capturadores de cationes", advirtió Miguel Buffón.
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