La creciente disminución de las disponibilidades de agua potable y el incremento de la demanda resultan hoy en medios empresariales, gubernamentales, militares y financieros incentivos para expandir el control sobre el más vital de los recursos naturales.
Si bien la Asamblea General de la ONU declaró el 2008 Año Internacional del Saneamiento y como Día Mundial del Agua el jueves 20 de marzo de este año, parece que la convocatoria no logra una mayor sensibilización entre los humanos acerca de su preservación.
Se considera que el deterioro de las fuentes existentes, el mal uso de las disponibilidades y el impulso de políticas privatizadoras son sumamente riesgosos para una elevada proporción de los humanos pobres.
La situación de este líquido reunió en Estocolmo, del 18 al 22 de agosto pasado, a dos mil 500 expertos de todo el mundo, evento en el cual el Banco Mundial (BM) insistió en la privatización, en contra de lo que promovieron personalidades, científicos y organizaciones no gubernamentales.
De acuerdo con el BM la privatización sería la medida para "cumplir con la creciente demanda", lo que otros consideran demoledor para las economías y las necesidades vitales de los seres humanos más pobres.
A la denominada Semana Mundial del Agua concurrieron científicos, entidades empresariales, funcionarios de gobierno, de Naciones Unidas y representantes de organizaciones no gubernamentales, muy críticas acerca de la situación del líquido.
El evento, celebrado bajo el lema Progresos y perspectivas en el ámbito del agua: por un mundo más limpio y más sano, comenzó con una protesta de organizaciones sociales y de izquierda en contra de la participación y el patrocinio de la cita por empresas transnacionales dedicadas al embotellamiento y venta de este producto.
Se estima que el agua es un negocio ascendente a unos 300 mil millones de dólares en el mundo, cifra en aumento debido a la tendencia privatizadora mediante la aparente intención de mejorar y facilitar su calidad.
Pero se entiende que con el objetivo principal de privatizarla para obtener ganancias superiores.
En sentido contrario, los especialistas en el tema advierten sobre la imprescindible necesidad de ponerla cada vez más al alcance de todos, ante el peligro de que, en lo inmediato, su carencia provoque lamentables daños humanos y, en el futuro próximo, más guerras por la posesión de las fuentes de abasto.
No se ignora que la necesidad de calmar la sed, enfrentar los problemas de salud y garantizar el desarrollo agrícola y de la producción de alimentos, requieren crecientes disponibilidades de agua con la calidad necesaria; pero realmente ocurre, a juicio de analistas, que sus disponibilidades
disminuyen y su calidad merma. Si bien garantizar su suministro a todos los seres humanos preservaría la vida de 1,4 millones de niños al año, realmente ocurre que el consumo de agua contaminada provoca, según cifras no oficiales, no menos del 88 por ciento de las enfermedades en el mundo.
El Instituto Internacional sobre el Agua, de Estocolmo, estima que los dos mil 500 millones de habitantes que no disponen en el planeta de acceso al agua y a los servicios higiénicos elacionados con ella podrían elevarse a más de cinco mil millones para el 2075, una cifra no lejana de la población actual del mundo.
Naciones Unidas, por su parte, considera que unos mil millones de humanos carecen de acceso a agua potable y alrededor de dos mil 600 millones no cuentan con el saneamiento adecuado.
El profesor británico John Anthony Allan, quien obtuvo el Premio del Agua Estocolmo 2008, considera al respecto que "ahora hay que cambiar la formaen la que consumimos, compramos y comemos", contrario a lo que se ha hecho "durante los últimos 25 años" despreocupados del medio ambiente.
Se considera, en resumen, que la provisión de agua dulce está disminuyendo mundialmente, una persona de cada cinco no tiene acceso a ésta y casi una de cada tres no dispone de medios de saneamiento adecuados.
El foro de Estocolmo centró parte de sus análisis en el saneamiento, negativamente potenciado por la pobreza en un mundo donde parece imposible alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio promovidos por la ONU y centrados en reducir en el 50 por ciento la extrema pobreza y el hambre
para el 2015, con respecto a 1990.
Ello incluye la meta de disminuir a la mitad el número de personas sin acceso al saneamiento básico, algo que el Instituto Internacional del Agua
considera imposible si no se invierten por lo menos 10 mil millones de dólares anualmente, hasta el 2015, en mejorar los servicios sanitarios.
Pero las tendencias se mueven en el sentido riesgoso de las estrategias militares para enfrentar el problema, como es el caso de Estados Unidos, y
de la privatización del agua, como promueve el BM, soluciones que analistas consideran contrarias a los valores humanos más intrínsecos. Por un lado, el director general del Instituto Internacional de Manejo del Agua, Colin Chartres, entiende que las causas de la escasez de este producto son esencialmente las mismas que las de la crisis alimentaria, la cual podría convertirse en perpetua dentro de 40 años, cuando "el mundo no tendrá suficiente agua para abastecerse".
De otra parte, el documento de Santa Fe IV, síntesis de política internacional para Estados Unidos, refleja que "los recursos naturales del hemisferio están disponibles para responder a nuestras prioridades nacionales".
El consejero del Pentágono Andrew Marshall advertía en un informe al presidente George W. Bush sobre los efectos del calentamiento global a corto plazo y de la falta de agua potable que Washington debía prepararse, según él, para estar en condiciones de apropiarse de ese recurso estratégico "allí dónde esté y cuando sea necesario".
También, el ministro de Defensa británico en el 2006, John Reid, manifestaba entonces que la combinación del cambio climático global y los mermados recursos naturales incrementan la posibilidad de conflictos violentos por tierras, agua y energía, y propugnaba emprender acciones bélicas para su control.
El BM, entretanto, condiciona sus préstamos para el desarrollo de la infraestructura hidráulica a la privatización del sector, experiencia que Ernesto Tamara considera, según la agencia Bolpress, se ha desarrollado con consecuencias negativas para la población, como fue el caso de Bolivia.
La lucha de los pueblos logró que se considerara el acceso al agua como un derecho humano fundamental incluido en la Constitución de sus países e impidió las privatizaciones de ésta y del saneamiento en el país andino y en Uruguay, en algunas regiones de Argentina y en Francia.
Pero Lars Thunell, vicepresidente ejecutivo de la Corporación Financiera Internacional, dependiente del BM, promovió en la Semana del Agua "proveer agua limpia y servicios de saneamiento" como una oportunidad de negocios no públicos, al nivel de 450 mil millones de dólares en el planeta.
Entiende él que la creciente demanda del líquido supera a la oferta en un mundo cuya población supera los seis mil millones de habitantes y que aumentará a unos nueve mil millones para el 2050, el 60 por ciento concentrada en megaciudades, lo que constituye un mercado lucrativo si fuera factible.
Así, gobiernos e instituciones del sistema global prefieren, a juicio de analistas, hacer la guerra antes que superar la situación actual de un planeta donde uno de cada seis habitantes no tiene acceso al agua potable y más del 40 por ciento no dispone de sistemas básicos de saneamiento.
El objetivo debería ser consagrar el acceso al agua potable como un derecho humano universal e inviolable. Su carencia es sinónimo hoy de extrema pobreza y desesperación en muchas regiones del mundo. Pero privatizarla o controlarla mediante la guerra no conducirá a convertirla en apropiada sino a expropiarla.
* Especialista de Prensa Latina en temas globales y de integración latinoamericana.
Foto: Archivo Programa Infoambiente
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