La degradación de los suelos fértiles, por el inadecuado aprovechamiento de la tierra, sigue aumentando en el mundo a pesar del compromiso a sumido por los 193 países que ratificaron en 1994 la Convención de la ONU contra la desertización. A casi quince años del acuerdo internacional, muy pocas naciones implementaron políticas para recuperar suelos y aumentar la productividad sustentable frente a la mayor demanda por crecimiento demográfico.
El impacto social de la desertización global ha sido evaluado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), advirtiéndose que más de 1500 millones de personas dependen para sobrevivir de suelos sujetos a la erosión, un fenómeno cuyas consecuencias incluyen el hambre, la disminución de la productividad agrícola, la emigración, daños a los recursos y ecosistemas básicos y la pérdida de biodiversidad.
Pero, además de repercutir negativamente en un cuarto de la población mundial, la decrepitud de los suelos aprovechables tiene preocupantes implicancias para la mitigación y la adaptación al cambio climático de los seres vivos: Los suelos, al perder biomasa y materia orgánica desprenden carbono a la atmósfera.
En comparación con evaluaciones previas, los expertos de la FAO han descubierto que la erosión del suelo se extendió a nuevas zonas, desde 1991, mientras que algunas áreas muy degradadas históricamente están ahora estables tras haber sido abandonadas o explotadas con un bajo nivel de productividad. La evaluación indica concretamente que alrededor del 22% de las tierras sujetas a degradación está en zonas muy áridas o secas, mientras que el 78% abarca a regiones húmedas y el proceso sigue en aumento.
No obstante este retroceso, también deben destacarse los avances en naciones empeñadas en mejorar el contexto agrícola, a fin de alcanzar mayores rendimientos productivos sin afectar a los recursos naturales. Los expertos comprobaron que existe una serie de lugares en donde el suelo se usa de forma sostenible (19% de las tierras agrícolas) o donde se alcanza una mayor calidad y productividad (10% de los bosques y 19% de los pastizales). Muchos de los avances están asociados con el riego, aunque también hay ejemplos de mejoras en tierras agrícolas de secano y los pastizales en las praderas de las Grandes Llanuras en Norteamérica y en la India occidental.
Si se trata de optimizar el riego, San Juan es un modelo en cuanto a transformar desierto en tierra fértil gracias a la moderna tecnología aplicada en nuestra provincia.
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