"Vamos al cementerio", invita José Zabala. Se refiere a un lugar del campo donde yacen decenas de animales. Zabala tiene 49 años, lleva en el rostro la marca que por estas latitudes deja trabajar de sol a sol en los duros veranos y hace con entereza una cuenta cruda: ya se han muerto 12 vacas propias y otros 130 animales de campos familiares que administra.
Un poco por aquí y otro tanto más allá, así están dispersos de a 10, 20 o 30 los animales que componen el cementerio a cielo abierto del que habla. Es la postal más repetida de la sequía que atraviesa el centro norte santafecino, que ya se ha cobrado la vida de por lo menos 200.000 cabezas de ganado, según cifras del gobierno provincial.
Zabala saca una planilla con registros de lluvias en su campo desde los tiempos de su abuelo y afirma: "Es la peor sequía en 71 años en la zona". A su lado, Alejandro Lahitte, presidente de la Sociedad Rural de Tostado, una localidad de 14.000 habitantes ubicada a 330 kilómetros al noroeste de Santa Fe, parece confirmar el dato. Allí dice que en ese campo llovieron 374 milímetros en 1937 y que, en lo que va del año, se registran 207 milímetros. El número apenas supera los 180 mm que promedió Tostado hasta ahora. El registro indica además un déficit de más de 600 millones respecto de una media histórica que debe rondar los 830 milímetros.
"Esto es una agonía", expresa Zabala, y señala una vaca que ya no puede levantarse. Ese animal tiene hoy 250 kilos, pero debería estar en torno de los 400 kilos. "Esa vaca está esperando la muerte", agrega Sixto Periche, jefe de la agencia de extensión rural del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de esta localidad.
Así se vive, con angustia cotidiana, la sequía en una zona de los Bajos Submeridionales -extensión de 5 millones de hectáreas entre Santa Fe, Chaco y Santiago del Estero- que, entre 1973 y 2003, tuvo campos semiencharcados con condiciones para la ganadería vacuna dentro de un período húmedo, pero que desde hace unos años comenzó a tener cada vez menos agua útil. Si hay agua bajo tierra es altamente salina.
Según datos de la Sociedad Rural local, en el departamento de 9 de Julio, que tiene como cabecera a Tostado, la mortandad oscila entre 100.000 y 150.000 cabezas, sobre un stock de un millón de animales, lo que arrojaría una pérdida económica de 120 millones de pesos. Es un golpe para los 1600 ganaderos de este departamento santafecino y para los 300 productores de esta localidad en particular. El 90% del departamento 9 de Julio, de más de 1,65 millones de hectáreas, tiene su pulmón en la ganadería. El 76% de los productores tiene menos de 300 cabezas. No existe por aquí la oligarquía vacuna de la que habla el Gobierno. En todo el norte santafecino hay más de 2,5 millones de cabezas afectadas por la seca.
"Este año no se produce para producir, sino para salvar la hacienda", subraya Periche. Con esa frase, el técnico del INTA introduce otro costado del drama: "Un animal de 200-250 kilos debería ganar no menos de 500 gramos por día de peso. Por el contrario, hoy pierde entre 150 y 300 gramos [de estado corporal]", explicó el presidente de la Sociedad Rural local. Muchas vacas se han muerto, además, junto con el ternero. Por otra parte, si bien un animal adulto debería estar tomando unos 40 litros de agua por día, acá los productores "tratan de darle lo que pueden", explica Lahitte. A fuerza de mayores costos en un momento de crisis, algunos traen agua del río Salado.
A las puertas del servicio que arrancará en un mes, aquí hay otra preocupación: con las vacas sin un óptimo estado corporal, no habrá celos ni preñeces importantes. "De 100 vacas van a quedar preñadas 30, cuando lo normal sería 65-70", cuentan productores y técnicos.
Pérdidas compartidas
Todos han perdido algo en lo que va del año. Armando Bustos, productor de unas 250 hectáreas a 120 kilómetros de Tostado, vive con una pesada carga la mortandad. "Desde que comenzó la seca se me murieron 80 vacas, sobre 200", dice el hombre.
Si alguien aquí pensaba tener una mejor calidad de pasto sembrando una pastura, ha visto cómo la sequía le dejó trunco ese deseo. "Yo sembré 80 hectáreas de melilotus [una pastura] y ahora tengo 80 hectáreas de cascotes; además, hice 20 hectáreas de alfalfa y no nació una planta", comentó Lahitte. En términos económicos, perdieron US$ 250 por hectárea en alfalfa y US$ 90 por hectárea en melilotus.
Pero hay más: el año pasado se habían sembrado 40.000 hectáreas de trigo en el departamento de 9 de Julio, pero por la seca ahora esa cifra es cero.
Otro de los que están de brazos cruzados, esperando el agua, es Alejo Mastropaolo, un prestador de servicios para los productores. Todos los años siembra para terceros; ahora no trabaja él ni tampoco sus dos empleados. "Ahora debería estar sembrando girasol", explica. No posee ingresos pero igual tiene que pagar el crédito de un tractor de 170.000 pesos.
Con amargura, aquí sienten que el Gobierno también ha contribuido al drama con las sistemáticas trabas a las exportaciones. "Entre 20.000 y 30.000 vacas se murieron porque cuando estaban en condiciones de haber sido retiradas del rodeo nos cerraron las exportaciones de vaca conserva", dijo Felipe Brizuela.
La gente percibe una creciente descapitalización. Lahitte y Zabala tienen esposas que trabajan como docentes, que, con sus sueldos, les dan un respaldo para seguir en la actividad. Si fuera por las vacas no podrían continuar, según dicen.
Por ahora, la ayuda es sólo provincial
"Estamos esperando alguna ayuda directa del gobierno nacional, que hasta ahora no pasa de las declamaciones mediáticas a las que nos tiene acostumbrado", dice Alejandro Lahitte, presidente de la Sociedad Rural local.
Con esas palabras, Lahitte habla de algo concreto. Pese al anuncio de la presidenta Cristina Kirchner de que la provincia iba a recibir 6 millones de pesos por la sequía, por aquí no han visto todavía un peso. Y la secretaria de Integración Regional de la provincia, María del Carmen Alarcón, lo confirma. "No llegó nada de eso, ni tampoco los 30 millones de pesos que fueron votados en el Congreso hace 20 días".
Con todo, los productores expresan que se sienten respaldados por el gobierno santafecino. "Valoramos su esfuerzo", dice Lahitte. El gobierno provincial está financiando la construcción de un alojamiento temporario para animales en épocas de crisis, paga el 50% del valor de los fletes de agua que se hacen desde el río Salado para llevar a los campos, otorga subsidios y créditos y lleva adelante prospecciones geoeléctricas para buscar aguas aptas, entre otras cosas.
Con la sequía golpeando duro, Alarcón dice que hay que encarar obras que ayuden a paliar la situación a futuro. "Queremos hacer un plan para mitigación de desastres; tenemos que pensar en un plan de distribución de agua desde el Paraná, con canales y acueductos", dice. Según comentó Alarcón, el estado provincial decidió poner 25 millones de pesos en una ayuda directa para armar corrales y comprar comida y agua, entre otras acciones. La zona ha sido declarada en emergencia desde la mitad de la provincia hacia arriba.
Para completar el cuadro, otras actividades como la apicultura están afectadas, ya que las abejas basan su producción en la floración de pasturas y otros cultivos que ahora no están. "Antes se sacaban 50 kilos de miel por colmena y ahora con suerte se puede llegar a 15 kilos", grafica Martín Colaneri, un apicultor de la región.
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