Hacen lo que pueden con tal de que no se les mueran más vacas. La desesperación los carcome y el calvario no termina.
Apremiados por el agravamiento de la sequía, los productores del norte santafecino y el sur de Chaco, otra región fuertemente castigada por el fenómeno, han puesto en marcha una serie de estrategias para tratar de ponerle un freno a la sangría que significa la mortandad de animales. Pero igual no siempre tienen éxito; gastan dinero y no solucionan de raíz el problema.
Según el lugar que se recorra, el cuadro que se puede observar por esta región va desde productores trayendo agua de algún río en tanques u arreando sus vacas a un reservorio que encontraron a varios kilómetros hasta otros haciendo pozos por doquier para ver si aparece una gota. Sin nada de agua ya en sus propios establecimientos, también hay casos de gente que decide cavar directamente pozos al costado de la banquina de una ruta y llevar sus animales hasta allí.
Cerca de Gato Colorado, en el límite de Santa Fe con Chaco, anteayer Celina Alegría les estaba dando a 30 animales agua que ella misma sacaba con un balde de un pozo hecho en la banquina. En Tostado, Miguel Angel Rodríguez andaba a caballo por la banquina llevando sus vacas para que bebieran algo en el río Salado. Estaba a 500 metros de un recorrido obligado de cuatro kilómetros para ir hasta el río. "Hago esto todos los días desde marzo pasado, no tengo agua ni pasto en el campo", dijo a LA NACION este productor, que tiene 72 animales.
Muchos productores se han largado a cavar pozos y hacer represas en sus campos. Es una alternativa de emergencia. "En la desesperación, uno dice vamos a sacar agua de abajo", comenta Gustavo Porro, presidente de la Sociedad Rural de Villa Angela, en el sur chaqueño, ubicada a unos 260 km de Resistencia. En una zona con una media de 1200 milímetros, este año se lleva un déficit de 800 mm que difícilmente se recupere hasta diciembre.
Con un pozo, que no es otra cosa que una excavación que puede ir de 3 a 5 metros de diámetro por 7 u 8 metros de profundidad calzada con ladrillos, los productores buscan agua de vertientes. Las represas son obras con máquinas viales, sirven para acumular agua y se construyen según el recurso financiero de que se disponga. Hay represas de hasta 30 metros de ancho por 60 metros de largo. Pero todo tiene un costo: hacer cada pozo cuesta 10.000 pesos y una represa ronda entre 10.000 y 15.000 pesos, como mínimo. Encima, esto no garantiza conseguir agua abundante y de calidad; hay zonas donde la sal y el arsénico son problemas muy serios.
"Entre pozos y represas gasté 200.000 pesos -expresa Porro-. En una sola represa gasté 25.000 pesos [de 6,5 metros de profundidad por 30 de ancho y 45 de largo] y no tuve caudal de agua ni calidad", cuenta Porro, que agrega: "Igual es una obra que queda". "Los que pudimos ya hicimos represas porque se agotaron los pozos", señala el productor Rubén Ferrer. "Tengo 74 años y nunca vi algo peor", añade.
Otro drama es que, con temperaturas cada vez más altas, inviernos cortos y veranos más largos, el ambiente demanda más agua. Si antes 100 mm se evaporaban en una semana, eso ahora ocurre en dos o tres días. Según el estado de desarrollo en que se encuentre, un cultivo necesita entre tres y seis milímetros diarios de agua. La sequía también ocasiona la quema de campos muy resecos.
Los fardos
Algunos productores también han tratado de conseguir rollos y fardos, pero se dispararon los precios. Antes valían entre cinco y seis pesos, pero con la sequía un fardo de 18-20 kilos llegó a costar 25 pesos. Una vaca adulta come de 30 a 40 kilos de pasto por día, con lo cual se requieren dos fardos por día por animal. En la ruta es frecuente ver camiones que trasladan pasto de un lado a otro buscando paliar el drama.
Ese movimiento frecuente que se puede ver en cualquier ruta se repite tranqueras adentro en la localidad santafecina de Tostado. Allí, al costado del río Salado, una bomba extrae agua y es incesante el movimiento de camiones y acoplados tanque. Agotadas sus reservas, consiguen esta agua para mezclarla con la poca que pueda haber todavía en el campo. La mezcla es para bajar el alto contenido de sal del agua del campo, con casos en que, bajo tierra, hay de 15 a 30 gramos de sal por litro.
Como mucho, el animal puede tolerar hasta 7-8 gramos de sal por litro, según dicen aquí. Los productores se están llevando más de 700.000 litros por día, aproximadamente. Para llevar el agua, la Rural local organiza el movimiento de tres camiones contratados y el Ministerio de la Producción santafecino bonifica en un 50% el costo del transporte.
Lo padecen hasta las abejas de La Pampa
La sequía también castiga a la provincia de La Pampa: los apicultores están sintiendo fuertemente la seca más importante de los últimos 40 en esta provincia.
Los apicultores se han quedado sin alimentos para sus abejas y, a falta de producción, sin dinero.
El gobierno provincial tuvo que entregar 380 toneladas de azúcar para alimentar 127.000 colmenas.
El director de Agricultura y Ganadería, Pedro Goyeneche, explicó que la asistencia se realiza con la colaboración de las comunas y las asociaciones de productores.
"La situación de emergencia arrancó en la primera etapa en la zona sur de la provincia, prácticamente desde el abril. La primera compra, de alrededor de 200 toneladas, se destinó a cubrir las necesidades de los pequeños apicultores del Sur", dijo Goyeneche.
Con la llegada de septiembre, aún no hubo lluvias que alivien la situación de sequía y se destinó otra ayuda para los apicultores afectados de la zona norte de la provincia.
"La última compra de azúcar, de un volumen similar al anterior, se está distribuyendo en la actualidad a los apicultores que tienen su papelería al día ante los registros provinciales, en la zona norte", explicó el funcionario provincial.
La ganadería, afectada
Toda la provincia de La Pampa está afectada por esta seca: unas 14 millones de hectáreas del territorio pampeano, es decir el 96%, están declaradas en emergencia o desastre agropecuario por la falta de lluvias.
El fenómeno climático de la sequía, además de la apicultura, afectó a la ganadería: se produjo una caída del 7% del stock ganadero. En julio de 2007 había 4.101.873 cabezas y en la actualidad, tan sólo se cuentan 3.844.958, según información del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa).
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