Entre la emergencia y el desastre. Tal es la situación que el Gobierno santafesino acaba de reconocerle a 10 de sus departamentos, y a más del 70 por ciento de la superficie provincial. La sequía, implacable, se ensaña con especial dureza contra los pobladores del norte provincial. San Cristóbal, 9 de julio y Vera son los extremos de esta situación, que ya lleva meses sin lluvias y que suma más de 500 mil animales muertos tan sólo en esos tres estados. También con esas cifras se ha quedado corto el Gobierno, que estima la mortandad en 250 mil cabezas. "Tenía 40 animales y ya se han muerto 10, hagan la cuenta", desafía Hermenegilda Corbetti, una pequeña productora de San Cristóbal que ha optado por arriar sus vaquitas hacia las banquinas, con tal de que se mantengan vivas unos días más, hasta que se digne llover.
Las pérdidas son irreversibles y afectan a productores grandes y chicos, que toman medidas según sus espaldas. Mientras quienes más pueden mueven su ganado a otras regiones o les acercan agua con camiones; los más secos, si es que vale está figura, optan por riesgos como el de Hermenegilda, buscando pasturas donde no hay, o eligen abandonar sus tierras, canjear sus animales por lo que puedan y migrar a las ciudades más cercanas. "En este último año hemos recibido más de mil personas que vienen a instalarse a nuestra ciudad, por que en sus pueblos ya no tienen alternativa", dice el intendente de Tostado, Enrique Fedele. Y agrega: "La mayoría es gente de campo que sólo conoce oficios tales como alambrar, arriar ganado, etc... por lo que aquí, en una ciudad sin industrias, no encuentran otra actividad".
La situación se repite en casi toda la geografía norteña de Santa Fe, una de las regiones más importantes de la ganadería del país. San Cristóbal, 9 de Julio y Vera son, en ese orden, los departamentos que nuclean la principal actividad ganadera de la región. Y las pérdidas según estimaciones un tanto variables alcanzan al 15 o 20 por ciento del total de cabezas. "Este es el peor momento en los últimos 30 años, sólo cayeron 300 mm contra 800 o 900 que solemos tener para esta época", reflexiona José Bloj, de la comisión de la Sociedad Rural de San Cristobal. Pero en otros lugares no llueve ni eso. Y mientras más al norte se mire, peor se verá. La sequía se adueñó de los Bajos Submeridionales, unos 7 millones de héctareas compartidas por Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe. La culpa la tiene el fenómeno de La Niña y el ya famoso corrimiento de las isoietas.
"Desde 2006 a hoy, arrastramos un déficit de 2 mil milímetros", estima el ingeniero agrónomo Daniel Chersich, un conocido guarda fauna del chaco santafesino. Y ese déficit de lluvias, sumado a las carencias estructurales y culturales de una región que sufre el mayor atraso de nuestro país, avizoran un escenario de pre catástrofe. Tasas de desempleo que según el propio intendente de Tostado ya arriman al 50 por ciento, analfabetismo, problemas de desnutrición y una seca que, aunque llueva, dejará marcas profundas por unos cuantos meses más. "El Gobierno provincial y el nacional deberían mirar esto con mayor atención antes de que sea tarde, hay un riesgo económico y social que puede convertirse en un problema humanitario", intuye el jefe comunal de Tostado, cabecera del departamento 9 de julio.
El pronóstico de desastre se expande en eco. No hay agua. Y lo que hay es escasez de rollos y de granos para alimentar la hacienda. Lo que se sembraron este año, apenas si asomó. "La sequía mató todo", sufre Hermenegilda, que sigue arriando a sus 30 vaquitas por las banquinas vírgenes muñida de un boyero eléctrico para que ninguna ose arrimarse a la ruta. No son animales sueltos. Y el ingeniero Chersich, que además de guarda fauna es maestro rural, dice que las escuelas son también un fiel reflejo del drama: "La matrícula se desmorona, los padres no tienen trabajo y no pueden mandar sus chicos a clase".
La soluciones se buscan y con desesperación. Basta recorrer un par de pueblos para ver la cantidad de perforaciones que se han hecho, perforaciones que en algunos casos parecen excavaciones. Y nada, el agua de las napas está demasiado salada y las vacas se rehúsan a tomarla. ¿Prefieren morir?
Ya hay quienes advierten sobre el riesgo de las perforaciones sin ton ni son. "Por la desesperación están haciendo perforaciones de todo tipo y tenemos miedo de que esto pueda dañar las napas de agua dulce que podrían resurgir una vez que llueva", evaluó Chersich. Tardías y lejanas también suenan las medidas del Gobierno provincial, que sigue de cerca el problema. Hermes Binner sumó esta semana 40 millones de pesos más para hacer frente a la emergencia agropecuaria y pidió al estado nacional que envíe los fondos que se comprometió a aportar para enfrentar la crisis.
Pero para Hermenegilda, la confianza en lo créditos, en los camiones con agua, y en futuros aportes poco significan en términos reales. Visto en perspectiva, son más de tres millones de cabezas de ganado las que están en riesgo y, economía mediante, el futuro de miles de trabajadores rurales es el que se ve amenazado. Lo más parecido a una zona de desastre, después de meses sin agua y con la amenaza encima del calor, que acecha. Aunque todavía lejos de los 46 grados que hizo el verano pasado, el jueves y viernes las temperaturas ya superaron los 30 grados. Y así se evaporan los pocos charcos que quedan. La tierra cruje y aturde su silencio mientras se espera la lluvia, que cuando llegue será pura música.
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