SEÑOR DIRECTOR:
Días atrás, un vecino que ingresó en el caldenal, tuvo una visión que no pudo dejar de referir: una veintena de vacas yacían muertas.
Seguramente, los dueños o las personas a cargo se habían ocupado de reunirlas en un sitio a medida que caían. La muerte anda en nuestros montes y campos, vacíos de pastos, olvidados de lluvias y al borde de la desesperación.
También para el subsecretario de Asuntos Agrarios "el panorama es desesperante". Se refiere al deparado por la sequía, una de las más dañinas en mucho tiempo.
Por otro lado, la autoridad municipal convoca a hablar del agua potable. La motivación es el costo que tiene traerla desde el Colorado y desde las napas localizadas al este de Santa Rosa. Todo indica que la tarifa que actualmente pagan los usuarios, subirá. Al mismo tiempo, se habla de evitar el derroche. Hay quienes consideran que el agua escasa es síntoma de gobiernos ineptos y que, una vez lograda, pueden desentenderse del tema.
Con variantes difíciles de percibir porque se van configurando lentamente La Pampa de nuestros días es la de los primeros tiempos del poblamiento. Cuando los araucanos vinieron para llevar vacas de la pampa húmeda para el mercado chileno marcaron su camino con los mojones que determinaban el rumbo necesario si es que se pretendía sobrevivir (indios y animales) en la interminable travesía. Habían aprendido, a su costa y con penuria, que desde la línea de transición entre la pampa húmeda y las regiones semiárida y árida el factor condicionante era el agua y, en particular, las lagunas permanentes y las que dependían de factor tan aleatorio como la lluvia. Nadie puede imaginar la dureza de tales travesías, cuya realización reclamaba de esos reseros del desierto tanto fortaleza física como temple acerado del ánimo.
La naturaleza de cada lugar es el factor condicionante del poblamiento. Hemos medido la capacidad de cada hectárea de campo para el mantenimiento del ganado (que varía según regiones y otros factores, naturales o no), pero no conozco medida alguna sobre la capacidad de cada tierra para mantener una población humana. Cuando La Pampa encaró la construcción del acueducto desde el Colorado hacía tácito reconocimiento de que el límite implícito había sido sobrepasado. El Colorado brindó la posibilidad de correr ese límite y admitir más pobladores estables. Pero las provincias ribereñas han comenzado a disputar y buscar acuerdos acerca del uso de las aguas superficiales: de hecho, están señalando un nuevo límite y, si sabemos entender, asistimos a la advertencia de que en la disponibilidad del agua existe una frontera, un no más allá. Lo que es hoy La Pampa albergó a una población muy escasa y dispersa antes de que el hombre blanco avanzara por el desierto. Los indios dejaron pocas señales de su paso y menos de su estada, salvo cuando se dio la coincidencia y la colisión originada por el desarrollo del ganado en la pampa húmeda.
No sé si será necesario medir la capacidad de población. Tal vez ni siquiera sea posible hacerlo, porque las condiciones cambian (menos por los factores naturales que por el desarrollo de la industria del hombre). Pero, el límite existe en todo momento, como es fácil advertir al escuchar la queja de los que no tienen agua suficiente. Las obras van detrás de la necesidad y cuando llegan al nuevo límite, éste se ha corrido de nuevo porque hay más población, como se ve en el conurbano de Buenos Aires.
Hay que desarrollar una conciencia del agua. Los antiguos, cuando alcanzaron la capacidad de entender el mundo natural como constituido por elementos, hablaron del agua a la par de aire y suelo (tierra). El cuarto elemento era el fuego, quizás como la energía. La conciencia del agua debe ayudar a que cada uno se haga guardián de este elemento, lo mismo que del aire y del suelo. La naturaleza sigue su curso, al parecer indiferente al episodio de la vida.
Atentamente:
JOTAVE
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