Con pocos días de diferencia dos grupos de vecinos de City Bell, radicados en barrios distantes entre si, reclamaron por la virtual paralización que sufren sendas obras de extensión de las redes de agua potable, que se traduce en numerosos trastornos y peligros para quienes viven o transitan por esas zonas.
Tal como se reseñó en un artículo publicado recientemente en este diario, en uno de los casos la detención de los trabajos se remonta al pasado mes de marzo. Desde esa fecha hasta ahora, quedan zanjas al descubierto y numerosos montículos de tierra que los vecinos deben sortear, en situaciones que se vuelven especialmente riesgosas los días de lluvia.
Unas jornadas antes habían reclamado otros vecinos, por la misma causa. En esta oportunidad, desde junio pasado permanecen zanjas abiertas en las veredas, a unos 80 centímetros de la calle, con grave peligro para los transeúntes y vehículos que transitan por las siete manzanas comprendidas por la obra que prevé la conexión de agua corriente en un sector del barrio Güemes.
Los frentistas afectados dijeron haber cumplido con los reclamos administrativos pertinentes. Acudieron a organismos de la Comuna, a Defensa del Consumidor e inclusive ante las firmas que llevan a cabo los trabajos, sin haber obtenido respuestas satisfactorias.
Algunos de ellos, en estos días, decidieron tapar por su cuenta las zanjas que corren por los frentes de sus viviendas, para evitar en parte los graves riesgos que corren especialmente los menores o las personas de mayor edad.
Por cierto que -además de los riesgos de accidentes que generan estas obras inconclusas, la suciedad y otros trastornos que causan para los barrios- los vecinos reclaman asimismo por la demora en obtener el suministro de agua corriente, imprescindible en lugares en los que, se sabe, las napas se encuentran gravemente contaminadas.
En realidad, no es la primera vez que se conocen reclamos vecinales por este tipo de problemas. Sin embargo, ahora la situación parece verse complicada pues no son pocas las obras cuya provisión de materiales, como en estos casos -u otras tramitaciones-, se ven subordinadas a decisiones de organismos de la Nación, en lo que resulta no sólo una complicación burocrática sino una presunta pérdida de dominio municipal en las obras locales.
Sea como sea, perdura para la Municipalidad la responsabilidad primordial de gestionar la mayor presteza y diligencia en todas las obras que se realicen en su jurisdicción.
Las demoras en ser concluidas y, no pocas veces, el abandono definitivo de los trabajos representan algo así como heridas urbanísticas, con una doble e injusta derivación: constituyen un peligro para todos y, además, impiden la rápida prestación de servicios básicos para la población.
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