Las últimas lluvias han traído algún alivio al campo. Han sido tardías e insuficientes para neutralizar los daños producidos por una sequía que es, en partes centrales de la pampa húmeda, la más grave en cien años.
Frente a un siniestro de tal magnitud, frente a la desazón que suscitan los padecimientos sufridos por numerosas poblaciones del interior por la privación de agua potable y las pérdidas habidas en animales y cultivos, no es imaginable, en principio, que haya habido efectos que puedan exaltarse como beneficiosos en algún sentido. Sin embargo, las modalidades fuera de lo común con las que se revisten ciertos aspectos de la política nacional permiten decir, contra la expectativa y experiencia ordinarias, que, en medio de tanta desolación, esta vez hay, sí, algo que vale la pena rescatar.
La naturaleza se ha encargado de desautorizar con fuerza la liviandad de palabras descargadas desde el más alto nivel de gobierno durante la crisis aún no concluida con el ruralismo. Ha reafirmado, con su incontestable imperium, que la riqueza extraída del suelo, lejos de constituir un privilegio obtenido sin dar nada a cambio, es la consecuencia del sacrificio, la constancia y la capacitación continua de los hombres de campo y de la incorporación de tecnología en las sucesivas etapas del ciclo productivo. Y que, aun así, a veces aquélla se niega a mantener una relación armoniosamente asociada con quienes trabajan sobre la base de su aprovechamiento. De tanto en tanto, la naturaleza recuerda que da vida y que también la quita.
He ahí el presupuesto que conoce en carne propia, sin necesidad de haber concurrido un solo día a la escuela, cualquier paisano, cualquier ser que haya asociado la vida a la nobleza de las labores rurales. Se comprende, entonces, el estupor que ha de haber producido en esas filas curtidas la suelta afirmación presidencial de que las actividades del campo pertenecen a otro mundo que el de las actividades de riesgo.
Las lluvias de estos días permitirán realizar cultivos postergados y mejorarán la situación de otros que se habían sembrado -a cielo abierto, como es natural- en terco desafío a las inclemencias en parte prenunciadas del tiempo. Se salvará la vida de animales y habrá alivios para la ganadería duramente castigada desde mediados del ciclo. Sólo en las provincias de Chaco y Santa Fe se han perdido más de 350.000 cabezas de ganado vacuno y ha habido daños evaluados en sumas que en modo alguno compensan los 25 millones de pesos afectados por el gobierno nacional para conjurar los efectos del desastre en seis provincias. Santa Fe, Santiago del Estero, Buenos Aires y La Pampa, entre otras, esperan un mensaje de mayor seriedad.
Los rindes del trigo de la presente campaña han de estar, según estimaciones generales, un 25 por ciento debajo de los últimos promedios. Se olvida, con todo, que ha habido abundantes tierras en las cuales el trigo no alcanzó a ser sembrado. Es lo que ha ocurrido, sin ir más lejos, en la zona núcleo pampeana, no sólo ya respecto de ese cereal, sino también en cuanto a la cebada, las legumbres, las pasturas o la colza. Esta última asomaba como un producto oleaginoso en franco crecimiento a partir de la presente campaña.
Hay zonas en que la siembra de maíz se ha demorado en exceso. Otras, en que los costos de implantación y su condición de cultivo exigente, sumados a las consecuencias de una imprevisible política agropecuaria nacional y a la ausencia de un perfil apropiado de agua, harán que se acentúe la ocupación de lotes con el generoso "yuyo" de las más desafortunadas exposiciones presidenciales. Ese "yuyo" es la soja, que menos pide del suelo y del clima, más resiste y más remunera con los precios, no sólo a los productores sino también a la insaciable voracidad fiscal.
Hagamos votos a fin de que el desenvolvimiento agropecuario, en exceso afectado por incomprensión y provocaciones inauditas del poder central, se recupere. Lo que resta de la campaña se extenderá sin el contexto ideal para paliar los inmensos perjuicios habidos. Queda, entretanto, entre varias lecciones renovadas, lo que ha significado para el país la posición de vanguardia en el mundo en la aplicación del sistema de siembra directa.
Al prescindirse de la labranza convencional, se logra una utilización al máximo de la humedad y esto ha sido de suma importancia en medio de las carencias de lluvias de un año como éste. Tal vez lo ignoren quienes desconocen cuestiones más elementales.
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