"Si no se normatiza el uso del suelo y se obliga a tomar medidas para paliar las consecuencias de la urbanización, no habrá obra hidráulica que valga. Las condiciones han cambiado y es necesario tomar medidas en los lugares donde se impermeabiliza el suelo". Con estas palabras, el director del convenio para la rehidrología de la cuenca del arroyo Ludueña, Gerardo Ricardi, traza un panorama a futuro que impone nuevas leyes y ordenanzas. Y esta es una de las conclusiones más importantes a las que llega el primer informe de avance realizado por los técnicos del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de la UNR, que esta semana fue presentado en sociedad por los funcionarios de la Secretaría de Aguas de la provincia.
La advertencia lanzada por Ricardi merece una explicación. Desde 1986, cuando fue la gran inundación que afectó al noroeste de Rosario pero hizo estragos en Empalme Graneros, se proyectaron una serie de obras para sanear la cuenca del Ludueña: se construyó la presa retardataria y se proyectaron entubamientos, algunos de los cuales algunos se hicieron y otros están pendientes.
Pero al mismo tiempo hubo muchos cambios en la cuenca de 700 kilómetros cuadrados: la urbanización impermeabilizó grandes extensiones. La autopista Rosario-Córdoba, las obras de acceso al aeropuerto, la construcción de playones para camiones, entre otros emprendimientos, las canalizaciones en zonas rurales (muchas de ellas clandestinas) y hasta el monocultivo hicieron que se fuera perdiendo el umbral de protección de 1986, lo que generó un fuerte impacto en los canales que desaguan en el Ludueña: el Salvat y sobre todo el Ibarlucea.
La inundación de 2007, que afectó con fuerza a la zona de Nuevo Alberdi, fue la otra alarma. Además de proyectarse la canalización de los tributarios del Ludueña, el Ministerio de Aguas decidió este año firmar un convenio con Hidráulica de la UNR, para que trabajara en dos sentidos.
u Un estudio hidrológico de la cuenca del Saladillo y el Ludueña.
u Un desarrollo de pronóstico para un sistema de alerta temprana de inundaciones.
Lo que se conoció públicamente esta semana fue justamente el informe sobre la rehidrología en el Ludueña, un estudio completo que les llevó a los ingenieros recorrer más de mil kilómetros y estudiar la cuenca en sus distintas áreas.
El informe hace ver cuáles son los caudales de agua que puede llegar a tener la cuenca, con el objeto de recuperar los niveles de protección.
"Planteamos una serie de escenarios a resolver a cortoplazo y un escenario de mediano plazo para completar una etapa de obras y legislar la generación de caudales. Cualquier urbanización debe garantizar que no se produzca más caudal del que generaba antes de realizarse, porque si no, tenemos un problema a diez años", explican los técnicos.
Capacidad máxima.
El informe revela que la cuenca tiene hoy una capacidad máxima de evacuación en la salida de 290 metros cúbicos por segundo, siempre (como aclaran los ingenieros) "en unas condiciones especiales y con el Paraná a un nivel determinado".
En realidad, esa capacidad es relativa, ya que los sedimentos son un gran problema que reduce la capacidad de drenaje. Por eso insisten con la necesidad de limpieza.
Más allá de esto, el estudio plantea, a partir de los cambios climáticos y de las condiciones del suelo, un horizonte a corto plazo de 380 metros cúbicos por segundo. Hacia ese objetivo tienen que ir las obras más inmediatas (canalizaciones, desviaciones de recorridos, limpieza y mantenimiento) y las primeras medidas de uso del suelo.
Pero en un mediano plazo, y de mantenerse el proceso de impermeabilización, hablan de una proyección de 440 metros cúbicos por segundo. Y de allí la frase: "Si no hay gestión en la cuenca, no hay obra hidráulica que valga. El agua se escurre, y las consecuencias siempre las sufre el que está aguas abajo".
Normativa.
Cuando se les consulta respecto de qué tipo de normativa se requiere, insisten: "Es necesario que se apruebe una normativa que permita retardar el escurrimiento a lo largo de toda la cuenca". Lo dice el director del Departamento de Hidráulica, Raúl Postiglione, y pone el ejemplo del nuevo Hospital Clemente Alvarez.
En síntesis, proponen que cada emprendimiento que se haga aguas arriba garantice retardar la circulación del agua. "Quizás sea más difícil exigir esto al que levanta una vivienda, pero los countries, los parques industriales, las plantas de almacenamiento cerealeras, las playas de estacionamiento de camiones y los grandes emprendimientos comerciales e industriales deben inviertir en amortiguar el impacto de la impermeabilización que ellos mismos producen", explica Pedro Basile, integrante del grupo de investigación.
La idea es que quien haga un emprendimiento no traspase al resto de la sociedad los impactos negativos de lo que hace. "Las comunas no tienen infraestructura ni recursos para enfrentar, por ejemplo, los efectos hidráulicos de un parque industrial", advierte Ricardi.
Canalizaciones.
Otro tema que tiene a mal traer a autoridades, profesionales y activistas es la canalización de los tributarios del Ludueña. Los ingenieros de la UNR no rechazan esas obras, pero sí aclaran que pueden convertirse en un dolor de cabeza si no van acompañadas por trabajos que permitan desviar el curso de los canales hacia el Paraná. Si no, en una lluvia grande el agua, que con la canalización otorgará más caudal, se convertiría en un problema para el Ludueña. Porque el arroyo ya no tendría la capacidad de conducción suficiente para transportar el agua de los canales saneados.
La propuestas fue derivar caudal del Ibarlucea y el Salvat directamente al Paraná. "El Ludueña está recibiendo demasiado escurrimiento, ya no da para más, y no hay forma de derivar más agua del Ludueña al Paraná" advierte Ricardi. Precisamente esta semana, el secretario de Aguas, Hugo Orsolini, anunció que están en estudio tres alternativas para derivar el agua del Ibarlucea y del Salvat, y que en octubre se optará por una de ellas.
Comité de cuenca.
Por lo demás, y aparte de advertir sobre la necesidad de instalar el concepto del mantenimiento (ver aparte), los profesionales ponen énfasis en la importancia de crear un comité de cuenca. En este momento existe un consejo consultivo de la cuenca del Ludueña, donde participan la provincia, comunas y ONG.
Pero el concepto de un comité es distinto. Ellos hablan de un ente con recursos económicos, poder de policía y capacidad para conciliar en su seno los intereses de los distintos actores. Porque depende de lo que se haga con ella es a quién va a beneficiar o perjudicar. El destino del agua, por tanto, también es político.
Limpiar, desobstruir y monitorear siempre
Los profesionales de Hidráulica de la UNR insisten con la necesidad de instalar el concepto de mantenimiento y limpieza de las obras. Y no es para menos. Sólo en la desembocadura del entubamiento del Ludueña, a la altura del Easy, hay dos metros de sedimentos. Y ya se conocen historias de haber encontrado hasta un auto adentro de un conducto.
"Es cierto que cuando viene un caudal de agua grande arrastra, pero últimamente la sedimentación es tan grande que los conductos están perdiendo su capacidad de autolimpieza, y la seguirán perdiendo si no se hace limpieza cotidiana", explica Ricardi.
Los sedimentos se asientan y cada vez es más difícil limpiarlos. "Hay que hacerlo constantemente, porque en la emergencia no hay nada que hacer", afirma el director del convenio, convencido de que "hay que limpiar, desobstruir y monitorear.
Sólo por dar un ejemplo, los técnicos recuerdan que en la presa del Ludueña, un inmenso carretel de cable obstruyó como un corcho uno de los tubos conductores.
Por si acaso, el horizonte más drástico
El informe de avance de la UNR plantea unos horizontes de comportamiento de la cuenca frente a una lluvia recurrente de cien años y con ciertas condiciones de humedad, impermeabilización y altura del Paraná, entre otras variables.
Erik Zimmermann, uno de los integrantes del grupo de estudio, se encarga de aclarar que el diseño se hace en base a unas hipótesis extremas. Es decir, imaginan el peor de los escenarios para una lluvia prolongada, intensa, y en las condiciones más drásticas. Algo bastante improbable.
"No obstante, planteamos estos horizontes severos para que las acciones puedan sostenerse en el tiempo", explica.
Minipresa
Cuando se construyó el nuevo Heca, se le hicieron unos depósitos almacenadores de agua, como una minipresa retardataria interna, para que la descarga hacia la red pluvial fuera más lenta.
De eso hablan los técnicos cuando plantean obligar a los emprendimientos a retardar el escurrimiento a lo largo de la cuenca. |
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