A mediados de los años 60, si un productor debía recurrir al agua subterránea para regar sus cultivos, encontraba muy buena calidad y cantidad de ese líquido penetrando el suelo a sólo 80 metros. En cambio, en la actualidad, para hacer el mismo trabajo, debe llevar su perforación a 300 metros.
Esto se debe a una lenta contaminación de las napas subterráneas provocada por la sobreexplotación de los pozos.
El proceso de contaminación comienza con una extracción intensiva de agua que tiene como destino el riego por manto. Con el tiempo, el fluido que no es absorbido por las plantas, baja por la acción de la gravedad y entra en contacto con las napas freáticas dónde se encuentra la mayor salinidad.
Esa agua –ya contaminada– sigue su curso hasta entrar en las napas más profundas de agua dulce porque los distintos niveles del suelo están semiconfinados (no aislados entre sí).
Pero además de la sobreexplotación de los pozos que son utilizados a diario, existe el peligro de contaminación que podrían producir los pozos abandonados o que ya cumplieron su vida útil ( ver cuadro).
Plan de cegado
En nuestra provincia están inscriptas alrededor de 19.000 perforaciones, de las cuales, según datos cruzados entre el Ente Provincial Regulador Eléctrico (EPRE) y el Departamento General de Irrigación (DPI) funcionan 9.000 pozos.
El resto, comprende un universo que está bajo análisis para determinar si realmente la perforación se concretó, porque muchas veces se piden autorizaciones pero en la práctica el pozo no es realizado. Si fue construido, verificar su ubicación catastral exacta y su estado técnico.
A partir de este censo, definir aquellos que deben ser cegados. Según Irrigación, el 30% del total de los pozos está en condiciones de cerrarse. Pero el cegado de un pozo no es algo fácil de realizar. A la habitual resistencia de los dueños, se suma el costo del proceso que puede llegar a los $10.000.
Por este motivo, el DPI planifica para el año 2009 llamar a licitación pública para cubrir la totalidad de los pozos en desuso.
Restringen los pozos nuevos
En la Inspección de Cauce de Montecaseros, San Martín, ha sido determinada una zona de restricción o veda.
Fernando Caciamani, administrador de Agua Subterránea indicó que entre la calle Buen Orden, el carril Chimbas, la calle Lloza y el carril Chivilcoy deben mantenerse el nivel de perforaciones ya existentes porque este lugar está muy comprometido debido a la sobreexplotación de pozos.
Este decisión fue tomada luego de realizar en relevamiento catastral y técnico que permitió establecer la existencia de 1.300 pozos. De este total, unos 390 deberían ser cegados para prevenir posibles casos de contaminación.
Los análisis de conductividad del agua de los pozos ha mostrado claramente que las perforaciones “nuevas” contienen cerca de 500 microsiemens de sales. En contra de los 1.600 que llevan los pozos más antiguos. Esto significa que están muy cerca de declararse contaminados porque la medida de 2.000 microsiemens es indicativa de que esa agua ya no puede ser utilizada.
Para Caciamani, sino se toma conciencia de la magnitud del problema, en poco tiempo podrían afectarse irremediablemente este recurso hídrico.
Casos de contaminación de acuíferos
El agua naturalmente no pasa por los distintos capas de suelo porque tiene limos arcillosos que se lo impiden. Pero cuando el hombre hace una perforación, altera este orden.
1- Rotura de Cañería
El caño de metal puede romperse por el paso del tiempo. Esto puede permitir el filtrado de líquidos cloacales o de cualquier otro tipo y llegar hasta el fondo del acuífero.
2-Por mala segmentación
Al realizar el pozo, se deja un espacio entre la cañería metálica y el orificio que hizo la máquina al perforar el suelo. Esto permite el paso del agua salada hasta las napas más profundas de agua dulce.
3-Por sobreexplotación
Se produce en zonas dónde se encuentran muchas perforaciones juntas y que funcionan de forma permanente, sacando más cantidad de agua de la que se aporta por deshielo.
El acuífero semiconfinado (sin aislamiento de la arcilla continua) es contaminado a medida que el agua utilizada en el riego por manto baja por la gravedad y entra en contacto con la napa freática.
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