Hoy se cumplen 100 años de la habilitación del servicio de aguas corrientes en Bahía Blanca, a partir del cual quedaron sepultadas en el tiempo largas décadas de calamidades y penurias.
Hasta entonces la ciudad trascendía a nivel nacional por la prevalencia de enfermedades infecto-contagiosas debido al líquido contaminado de los pozos y aljibes, únicas fuentes de provisión cuando el arroyo Napostá era afectado por la sequía.
Más allá de las actuales necesidades y falencias evidenciadas por el suministro, ni por asomo se acercan a las que debieron sufrir los bahienses de aquellos tiempos.
La situación imperante en 1894 fue reflejada por Don Arturo Coleman en su libro Mi vida de ferroviario inglés en la Argentina , donde señaló que la única agua que se consumía era la de lluvia, la cual era recogida en aljibes.
Para el alto directivo de las empresas del riel y encumbrado dirigente local, los bahienses fueron sufridos y valientes pioneros que, pese a todo, se empeñaban por arraigarse en un suelo muy escaso en comodidades.
"Si Bahía Blanca no hubiese puesto remedio a las penurias, especialmente al flagelo de la fiebre tifoidea, no hubiese progresado de la manera vertiginosa en que lo hizo", señaló Coleman en sus memorias.
A principios del siglo XX el agua constituía para los bahienses una verdadera obsesión, sobre todo por el riesgo de enfermedades como la mencionada fiebre tifoidea y la imposibilidad de combatir incendios, que siempre representaban la pérdida total de los inmuebles afectados.
Tras largos y repetidos tanteos, la solución fue encontrada en el río Sauce Grande, aunque también se pensó en las perforaciones artesianas.
El primer contrato ad-referendum fue celebrado entre el gobernador provincial Bernardo de Irigoyen y el particular Enrique Vanden Enden, el 2 de agosto de 1901, aunque luego fue modificado por la Legislatura Provincial, concediéndole la autorización a los señores Dirks y Dates, quienes eran concesionarios del primer proyecto, el 16 de mayo de 1904.
Obtenida la citada concesión y resultándoles imposible encarar la materialización del proyecto, Dirks y Dates traspasaron los derechos del mismo a la Compañía de Aguas Corrientes de Bahía Blanca (The Bahía Blanca Waterworks Company Limited), fundada en Londres, el 4 de enero de 1906, con especial participación del Ferrocarril Pacífico.
Las obras estuvieron a cargo del ingeniero Charles Anthony e incluyeron la construcción de un acueducto desde la toma de Saldungaray, sobre el Sauce Grande, hasta el establecimiento potabilizador de Grünbein, con una longitud de 67 kilómetros.
Desde allí, la cañería de 457 milímetros de diámetro, luego partía hacia la ciudad de Bahía Blanca, transportando un caudal máximo de 7.500 m3 de agua por día.
El servicio quedó habilitado el 16 de octubre de 1908, sirviendo de esta manera a las poblaciones de Bahía Blanca, Punta Alta e Ingeniero White.
Varias décadas después, en 1947, el gobierno nacional dispuso la nacionalización de los ferrocarriles, pasando a la jurisdicción del ministerio de Transportes de la Nación el servicio de aguas corrientes, en virtud de su pertenencia al ex Ferrocarril Sud.
El 26 de diciembre de 1956 la empresa fue entregada en donación sin cargo al gobierno de la Provincia de Buenos Aires, iniciándose así una nueva etapa signada, entre otros logros, por la concreción del dique Paso de las Piedras.
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