Además de todas las adversidades a las que deben hacer frente quienes concurren a escuelas ubicadas en lugares recónditos de la provincia, la sequía que golpea fuertemente en el interior provincial también afecta a muchos establecimientos educativos. Es que a falta de lluvias, los pozos subterráneos desde donde extraen agua se secaron, por lo que no cuentan con este líquido vital y por ende, decenas de bidones con agua son donados por los vecinos para ser utilizados en la cocina, baños e higiene de los niños.
“Si bien tenemos muchas necesidades, nuestra prioridad ahora es ver que solución le damos entre nosotros al problema del agua, que hace más de una semana o tenemos”, contó Graciela Bordet, directora de la escuela N° 848, ubicada en el Paraje Puisoye, Caá Catí, departamento de General Paz. “Se secó el pozo, de donde sacamos agua hace más de una semana, así que la escuela no cuenta con ella”, dijo la docente a El Litoral.
Las griferías de los baños y la cocina han quedado inutilizadas hace un tiempo, mientras la ayuda de los vecinos permite que quienes concurren al establecimiento cuenten con el líquido. “Traemos baldes de las casas vecinas o bidones para poder utilizar en la cocina”, comentó la directora.
A más de 116 kilómetros de esta ciudad, la escuela rural recibe de lunes a viernes a niños de la zona desde nivel inicial hasta 6° grado, quienes desayunan y almuerzan en la institución. El jueves pasado, un cargamento de alimentos, ropas y útiles escolares fueron donados para estos chicos, de condición muy humilde, en el marco de la campaña solidaria promovida por laicos de la parroquia Nuestra Señora de la Merced, de la que participó la comunidad correntina con su granito de arena.
Idéntica situación atraviesan quienes concurren a la Escuela N° 56, ubicado en el Paraje Fernández Guazú. “Vamos a pedirle a los vecinos que nos den agua”, contó la profesora María Gauna. Durante la mañana, es el turno de la primaria, mientras que por la tarde -a partir de este año- funciona el secundario, una extensión áulica dependiente de la escuela José Silvio Costa (Palmar Grande), del cual está a cargo la mencionada docente.
Deseos de estudiar
Pese a la falta de agua que impera en la escuela, los 20 chicos que allí concurren demuestran cada día sus ganas de estudiar y progresar, caminando más de hora y media -algunos dos- para llegar al aula, o desafiando el camino barroso y casi intransitable (cuando llueve) a caballo.
La institución educativa tiene muchas necesidades, como libros, planisferios, entre otros materiales didácticos. En cuanto a la parte edilicia, la pintura corroída y los techos dañados denotan el paso del tiempo y la urgencia por refacciones. Pero pese a todo, los chicos demuestran sus ganas de seguir yendo a la escuela para formarse y aprender.
Ese mismo ímpetu de los chicos por el estudio lo lleva la profesora María, quien muchas veces -por las inclemencias climáticas- debió quedarse a dormir en la casa de algún vecino para poder concurrir al día siguiente a clases. “Si llueve el camino es impenetrable”, contó la docente.
Incluso, cuando no consigue algún conocido que le acerque a la escuela, camina ocho kilómetros desde su Caá Catí natal, contó. Ni siquiera los seis meses de sueldo que se le adeuda porque su expediente “no sale”, es un impedimento para enseñar; aunque no escondió su preocupación por esta situación, dado que tiene una familia que sostener. “Si mi marido no tiene, a veces me prestan plata los vecinos”, subrayó.
“Acá no existen casos de violencia escolar, ni los chicos saben de eso”, coincidieron ambas docentes. Es que más allá de las adversidades que se les plantea, estos niños y jóvenes se forjan con el estudio un futuro mejor; y sus docentes son el pilar para que ellos puedan llegar a la meta propuesta.
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