Una reciente nota de "Castellanos" da cuenta de la reunión de directivos de la empresa Aguas Santafesinas Sociedad Anónima (ASSA), con el Concejo Municipal, el motivo: informar sobre la provisión de agua potable – o, más precisamente, su falta - a la ciudad de Rafaela. La reunión, motivada por un pedido del Concejal Víctor Fardín, tiene como eje las distintas carencias a que la mencionada empresa somete a la ciudad. No extraña el reclamo de Fardín siempre tratando de cumplir con lo que juró hacer por sus conciudadanos, lo que extraña es que no sean más los que alcen su voz por un tema que, siendo crucial para Rafaela, tanto sus autoridades como el pueblo llano parecen obviar, olvidar o desconocer.
Si bien consta la pobreza intelectual de un amplio porcentaje del espectro político ésta no es un justificativo aceptable, contar como asesores a gente idónea y no a punteros barriales solucionaría en parte aquello que "Natura non dio y Salamanca non quiso prestar".
En repetidas ocasiones, especialmente en las proselitistas, nuestro Lord Mayor se refirió al acueducto como la prioridad Nº1 de Rafaela. Según la ocasión las menciones referían a uno principal y definitivo desde Santa Fe y luego a otro en una opción más barata desde el río Salado. Parece que al cargar su agenda en el día a día con cosas urgentes, olvidó lo esencial y hoy la idea del acueducto parece estar lejos de ser lo más importante de su gestión o, siquiera, formar parte de la misma.
Pero el problema del agua, que excede a Perotti, es patrimonio de todos. La industria, el comercio y el campo de Rafaela deberían estar movilizados buscando la solución - que todos conocen y no es otra que el acueducto - en una acción mancomunada. Y no sólo esos sectores, también todos los demás. Pero parecería que el agua no es un elemento suficientemente importante como para interesar a los Derechos Humanos, a la educación, a los artistas o a los sectores religiosos.
Nadie se ha puesto a concientizar a los rafaelinos – salvo Víctor Fardín, tan dado a predicar en el desierto – que sin agua no hay futuro. Y esa es la cruda realidad, una realidad que muchos pretenden posponer, dilatar, al menos hasta que la responsabilidad sea de otros. Rafaela no podrá pensar en desarrollarse, como lo ha hecho históricamente, sin agua suficiente. Careciendo de este elemento no se puede pensar en concreciones importantes, todo queda en palabras. El agua es a una sociedad lo que la sangre es a un organismo.
Desde la política un cúmulo de parches vienen disfrazando la realidad a través de décadas. Rafaela no es un pueblo ignoto de la Provincia de Santa Fe, es la cabecera de una de sus más importantes regiones. Bien puede reclamar, exigir, demandar, la obra de la que depende su futuro. La Provincia o la Nación juntas o por separado deben responder. Rafaela ha dado a ambas mucho más que el valor de un acueducto que hoy ya tendría que ser un logro del pasado y no una promesa vana con la que nos mienten en forma repetida para un futuro cada vez más incierto. ASSA hará votos por algún kilo más de presión, o dará la limosna de un caño nuevo con algo de agua a un barrio alejado, pero no soluciones porque no las tiene. La realidad es que sin acueducto todo lo demás sólo son promesas incumplibles, palabras que se llevará el viento, no el agua, que – nos guste o no – seguirá ausente.
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