Sobre el fin de semana pasado se detectó, en el dique Escaba, una mortandad de peces que alarmó tanto a las autoridades de ciudad Alberdi como a los pobladores de las localidades aledañas, quienes denunciaron la situación ante la Dirección de Flora, Fauna Silvestre y?Suelos.
Por este motivo, LA GACETA acompañó al responsable de Piscicultura, Carlos Riviere, hasta el embalse, donde evaluó la situación y determinó en principio la causa de este hecho, cuyo antecedente inmediato data de cuatro años atrás. La conclusión del técnico es que, si bien hay distintos factores que se aunaron para producir el fenómeno -en mayor o menor medida-, todo incidió para que se genere un estado de hipoxia, es decir niveles muy bajos de oxígeno en el agua.
Desde el mirador del último tramo del camino que desciende hacia el embalse se pudo detectar el primer factor y más importante, como es el bajo nivel de agua. Desde lo que sería la cota superior del dique hasta la actual costa, hay unos 25 metros. La bajante se debe al largo período de sequía que afectó a Tucumán y al país.
Los ríos Singuil y otros que abastecen a Escaba no aportaron caudales suficientes para compensar el líquido que se extrae para generar energía en la planta hidroeléctrica, y que también se destina para el riego y para el consumo humano.
Recorriendo las costas del embalse se mezclaban dos fuertes olores: uno vegetal, que provenía del agua y, otro, producido por el estado de descomposición de algunos peces. Principalmente de centenares de camarones.
Llamó la atención, antes de embarcar para tomar muestras de agua y medir el oxígeno en todo el espejo, que la mayoría de los peces muertos eran chicos; había pocos pejerreyes y en las orillas se amontonaban cardúmenes de bagres y tarariras de pequeño tamaño. “Lo hacen para aprovechar el oxígeno que genera el oleaje en la costa”, explicó Riviere.
Sin embargo, entre el lunes y el miércoles se acrecentó la cantidad y el tamaño de los ejemplares muertos de todas las especies, días de elevadas temperaturas.
Durante la navegación por el embalse, alarmó al técnico el color verdoso del agua. “Es típico por esta época que un tipo de alga (cianófitas) que es parte del fitoplancton (forraje o comida de los peces), realice su proceso degradación. Y, como requiere de oxígeno para ese proceso, el vegetal compite por esa necesidad con los peces. La degradación de la planta espesa el ambiente acuoso y su incidencia en la falta de oxígeno es mayor cuanto menos agua hay en el dique, como ocurre en estos momentos”, explicó Riviere.
Este fenómeno se lo conoce comúnmente como el ”efecto lavatorio”: es decir, poca agua (o caldo) para igual número de peces.
En el laboratorio de la SAT, se verificó la degradación de las algas y presencia de fósforo y nitrógeno en la muestras tomadas el sábado pasado, apuntó ante la consulta de nuestro diario Manuel Imbert, director de la repartición.
Algunos sapos
La hipoxia se transfornó en anoxia (falta de oxígeno) en varios lugares del embalse, y esto produjo la muerte de algunos batracios (sapos). Por la carga de materia orgánica que se detectó en el dique, resultó importante la recolección de peces muertos por parte de la comuna de Escaba junto con la Policía Lacustre de la Provincia.
El oxímetro confirmó la situación, que se normalizará en una semana
Según los cotejos en los que participó LA GACETA, los valores de oxígeno variaron entre 0,40 y 2,10 mg por litro, cuando lo normal es de 5 mg.
En principio, Carlos Riviere descartó la posibilidad de una contaminación con agroquímicos u otros desechos tóxicos que podrían haber sido arrastrados por los ríos que desaguan en el dique. Y adelantó que en menos de una semana, la situación podría equilibrarse naturalmente, ya que el proceso biológico termina cuando la materia degradada de las algas se precipita hacia el fondo. También las lluvias podrían contribuir, agregó, ya que la cota actual es baja.
Respecto de los valores de oxígeno, testeados con un oxímetro de última generación, permitieron confirmar la primera sospecha. Oscilaron entre 0,40 y 2,10 mg por litro -marcas mínima y máxima- en distintas zonas del dique, cuando el requerimiento promedio para todas las especies es de al menos de 5 mg.
En cuanto a las muestras del agua, el primer estudio en los laboratorios de la SAT (Sociedad Aguas del Tucumán) determinó un pH de 6 (un poco ácida), y también confirmó la degradación de las algas.
Otro factor que podría haber aportado a la mortandad es el cambio de ese pH. Al aumentar la producción de desechos nitrogenados por la degradación de las algas, es posible -según los antecedentes- la conversión del amonio inocuo en amoníaco que, junto con una alta temperatura, es tóxico para los peces.
Cuando la descomposición de las cianófitas finaliza se libera una sustancia de olor similar al gamexane. Luego se precipita al fondo.
Se detectó la presencia de “langostinos”
Según los expertos, los crustáceos de Escaba son similares pero se trata de “camarones de agua dulce”.
Durante el recorrido de LA GACETA por las costas de Escaba, llamó la atención la cantidad de peces muertos y la presencia de un “langostino”. Su color anaranjado predominaba sobre el blanco mortecino de centenares de camarones. Luego, se recolectaron tres ejemplares más, todos adultos.
Para determinar la especie y su origen, los ejemplares fueron llevados hasta el laboratorio del Instituto de Invertebrados, de la Fundación Miguel Lillo. Allí, el doctor Luis E. Grosso y la licenciada Marcela Peralta fueron interiorizados de la situación y consultados sobre el fenómeno.
“En la mortandad pueden haber concurrido varios factores. Clásicamente son la elevada temperatura y la escasez de viento los que producen la falta de oxigenación activa. Ocurre tras un día caluroso por esa falta de oxígeno y muchos organismos mueren”, explicó Grosso, investigador del Conicet.
Agregó que los peces, dependiendo de las especies, son más o menos frágiles y aparecen muertos al atardecer. “Que haya mortandad incluidos crustáceos es una cuestión que yo no escuché mencionar”, apuntó.
Respecto de los especímenes que le entregó LA GACETA, el especialista precisó que son “camarones de agua dulce” que están en todo el país y que a veces, como en este caso, “se los ve”. “Se llaman macrobrachium borellii, que es una especie ampliamente distribuída y muy parecida a los langostinos de agua salada, pero con morfologías distintas. “En este caso son ejemplares adultos y muy grandes. Son, por decirlo de alguna manera, ‘carroñeros’. Comen materia orgánica muerta, generalmente de otros animales. Ocasionalmente, cuando no tienen alimentos, predan organismos pequeños también, pero no son herbívoros”, remarcó.
La pregunta fue inevitable. ¿Cómo llegaron al embalse? “Siempre estuvieron allí. En las épocas de lluvias, cuando se conectan los cuerpos de agua -los ríos se desbordan-, llegan a algunas lagunitas”, respondió.
¿Puede haber una buena población en el dique? “Eso no lo sé. Habría que realizar un estudio importante”.
¿Se los puede comer? “Diría que sí, a partir de cómo está su estructura corporal; más de la mitad es músculo. Hay gente que ni sabe que existe este crustáceo en Escaba, de manera que antecedentes no habría. Estos animales tenían fama de ser, en las lagunas de Chascomús (Buenos Aires) forraje -comida- de predadores. Los crustáceos que me trajo no muestran deformaciones, es decir que están muy bién desarrollados y que no fueron atacados por parásitos que alteran su forma normal”, dijo.
Volviendo a la mortandad de peces, Grosso precisó, en principio, de acuerdo con todos los datos aportados por LA GACETA, que hubo una combinación de factores y que la presencia de alga verde “invariablemente produce un efecto envenenador del agua para especies que compiten en la posición del ambiente”.
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