EL CENTENARIO del servicio de agua potable en Bahía Blanca constituyó un acontecimiento digno de una recordación, a tono con la relevancia del episodio, tanto por la incorporación de un elemento primordial para la calidad de vida como por el hecho de que representaba una barrera a enfermedades como las que habían dejado una tremenda secuela en la población de entonces. Sin embargo, el aniversario no mereció la debida atención por parte de quienes se supone debieran haber sido los responsables de tomarlo en cuenta.
COMO LO refirieron crónicas aparecidas días atrás, el 16 de octubre de 1908 marcó una etapa trascendente para la vida bahiense, al ponerse en funcionamiento aquella provisión, tras varios intentos fallidos. Correspondió a las empresas Ferrocarril del Sud y Buenos Aires al Pacífico asumir la iniciativa al respecto, hasta que el singular emprendimiento pudo concretarse. Y fue tomando agua del río Sauce Grande (el mismo que hoy abastece a bahienses y puntaltenses) que pudo hacerse realidad el objetivo de proveer de agua confiable a la todavía joven ciudad.
SIETE DECADAS pasarían hasta que el gobierno de la provincia de Buenos Aires pusiera en funcionamiento el complejo de Paso de las Piedras, sobre aquel río, con el objetivo de satisfacer una demanda que fue creciendo notablemente y de poner fin a períodos en los cuales la escasez del líquido representó uno de los más serios problemas a que se vieron sometidas ambas ciudades.
EN ESTOS momentos, apenas transcurrido sin una mera recordación (salvo las notas periodísticas) el suceso de la llegada del agua potable, los aproximadamente 400.000 pobladores que reúnen Punta Alta y Bahía Blanca están al aguardo de nuevos avances. Que deberían consistir en el refuerzo del suministro a través de un segundo acueducto desde el dique Paso de las Piedras, ya que una rotura del actual colocaría en emergencia el servicio, pues las reservas que pueden acumularse en la planta potabilizadora Patagonia apenas alcanzarían para unas horas.
EN MAS de una oportunidad, se requirió de las autoridades bonaerenses la construcción del acueducto paralelo, como forma de cubrir por anticipado cualquier eventualidad y asegurar un abastecimiento sin interrupciones. Del mismo modo, los entendidos consideran oportuno comenzar a buscar fuentes complementarias de las cuales tomar el líquido, como existen en las cercanías, de modo de adelantarse a futuras necesidades.
INCLUSIVE, cabe resaltar lo oportuno de lo puntualizado por un ex empleado de Aguas Corrientes y de Obras Sanitarias de la Provincia, el señor Hugo Carmelo Di Carlo, quien, en nuestra edición del 19 del corriente, estimó razonable valorar en toda su dimensión el aporte del Sauce Grande, al que considera también merecedor de un homenaje, por el rol que viene jugando, desde hace un siglo, en la entrega de agua corriente a Punta Alta y Bahía Blanca.
ES DE esperar, por último, que la omisión por aquel centenario pueda ser corregida a corto plazo con algún anuncio oficial sobre el inicio de los estudios para construir el segundo acueducto, de modo de extender el servicio como lo exigen los tiempos, atento al crecimiento demográfico experimentado por ambas ciudades y por las demandas derivadas de emprendimientos industriales como los realizados en los últimos años y por otros que se avecinan.
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