Ante la imperiosa necesidad de contar con más agua potable, el empresario chaqueño Otto Hoeckh decidió hace seis años instalar en esta ciudad una desalinizadora. Invirtió US$ 200.000 para extraer 18.000 litros de agua por hora de un acuífero salado, que tiene 25 metros de diámetro y con una profundidad de 130 a 105 metros. Con 35 membranas trabajando bajo presión de 34 bar, convierte a través de la ósmosis inversa un tercio en excelente agua potable, con menos de 90 ppm. El agua desalada después recibe algunos tratamientos y análisis laboratoriales, para cumplir con todas las normas del Ministerio de Salud Pública.
Al comienzo el acuífero de extracción tenía una salinidad de 17.990 ppm, ahora ya solo tiene 14.000 ppm. “Cuanto más agua salada extraemos, menos salinidad tiene el acuífero”, dijo Otto Hoeckh.
Aseguró que con 10 desalinizadoras más en el lugar, el acuífero de extracción en poco tiempo tendría agua dulce y se prescindiría de las desalinizadoras. La empresa cuenta con 250 clientes fijos, entre ellos 73 hogares conectados a través de un sistema de cañería. La empresa también envasa el agua para la venta en los supermercados locales. La planta posee un reservorio para almacenar 250.000 litros.

AGUA RESIDUAL
La empresa “Aguamín” produce 6.000 litros de agua potable por hora, a través de la desalinización.
De los 18.000 litros extraídos por hora, dos tercios (12.000 litros) quedan como agua residual y son inyectados, con una salinidad de 21.000 ppm, a un acuífero de 52 a 75 metros de profundidad, que naturalmente tiene 41.000 ppm.
Hoeckh subrayó que lo inyecta a esta profundidad, para no contaminar otros acuíferos, porque la salinidad disminuye debajo de los 130 metros del lugar de extracción. A una profundidad de 247 m tiene 21.000 ppm. “Aguamín”, como se denomina la marca, está en su última etapa de gestión para obtener la licencia ambiental de la Secretaría del Ambiente (Seam).
Por últimos, Hoeckh dijo que la interminable discusión sobre el acueducto dañó las inversiones en el sector agua del Chaco.