La peor crisis financiera desde la década de 1930 podría ser, de acuerdo con los expertos ambientalistas, una posibilidad para ponerle precio a la naturaleza en un radical replanteo económico para proteger todo: desde arrecifes de coral a selvas.
Los granjeros conocen el valor de la tierra en base a la cantidad de cultivos que pueden producir, pero grandes partes del mundo natural -como los pantanos que purifican el agua, los océanos o los árboles que absorben gases de efecto invernadero- usualmente son vistos como “gratuitos”.
“La mayor parte de nuestros activos no están en los libros”, sostuvo Robert Costanza, profesor de economía ecológica de la Universidad de Vermont. “Necesitamos reinventar la economía. La crisis financiera es una oportunidad”, agregó.
Los defensores de la “eco-economía” dicen que la valoración del capital natural podría ayudar a proteger a la naturaleza del aumento poblacional, la contaminación y el cambio climático que no aparecen en las mediciones convencionales de riqueza como el producto bruto interno (PBI) o el producto bruto natural (PBN).
“Creo que el siglo XXI estará dominado por el concepto de capital natural, tal como el siglo XX estuvo dominado por el capital financiero”, declaró Achim Steiner, director del Programa Ambiental de la ONU, en el congreso de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza, realizado en octubre.
“Estamos llegando a un punto en el que el mismo sistema que nos sostiene está en riesgo”, señaló.
Los economistas convencionales a menudo objetan que es imposible valorizar un valle de los Andes o del Caribe. “Hemos luchado con servicios basados en la naturaleza: ¿cómo empieza un mercado a valorarlos?”, se preguntó Steiner.
Costanza ayudó a poner el debate internacional en curso hace una década con un cálculo muy citado: el valor de los servicios naturales era de U$S 33 billones al año, casi el doble del PBI mundial.
Algunos economistas desestimaron las cifras de Costanza como un cálculo exagerado. Otros señalaron que nadie estaría con vida sin la naturaleza, de modo que su valor para los humanos es infinito. “No hay mucho que pueda hacerse (útilmente) con tal subestimación de la infinidad”, declaró el economista Michael Toman.
Pero con la oportunidad que -para algunos-aportó el colapso de los mercados mundiales para repensar el principio básico del capitalismo, más ambientalistas esperan revisar el rol de la naturaleza en la producción de alimentos, agua, combustible, fibras o materiales para la construcción. “La crisis financiera sólo es otro paso hacia el fracaso de un sistema que busca el crecimiento económico mientras ignora el bienestar humano”, dijo Johan Rockstrom, director ejecutivo del Instituto Ambiental de Estocolmo. Y señaló que los rescates bancarios que ascienden a cientos de billones de dólares podrían cambiar el modo de pensar del público (...) “Y si estamos dispuestos a salvar las entidades financieras, ¿por qué no gastar una cantidad similar para salvar el planeta?”, indicó.
Más de 190 naciones están considerando un plan en que pagarían miles de millones de dólares a los países del trópico para que dejen las selvas sin explotar, que reduzcan la deforestación y combatan el calentamiento global.
La deforestación representa casi un quinto de todas las emisiones de gas de efecto invernadero. Los árboles, a medida que crecen, absorben dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, y lo liberan cuando se pudren o son quemados, usualmente para despejar la tierra y labrarla.
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