Las caseras fábricas de ladrillos contaminan con sus negros humos el camino donde pasean niños descalzos sobre el fango que dejaron las recientes lluvias y que anuncian que los ríos circundantes que riegan algunos cultivos volverán a desbordarse, según lo presienten, resignados, los vecinos.
Los días en Esquilán, un barrio rural que se encuentra en la jurisdicción del municipio de Colcapirhua y que el año pasado sufrió severas inundaciones por los desbordes de los ríos Rocha y Tinkumayu, parecen transcurrir entre la apacible calma de los cultivos y el ganado y la batahola que provoca el funcionamiento de las ladrilleras.
Los obreros de estas fábricas son vecinos de la zona, pero no los propietarios. "Son de Potosí, nosotros somos peones", cuenta Epifania Nicasio, a quien el desborde de los ríos, como a muchos otros vecinos, no le preocupa tanto, sabe que sucederá y que el incidente dejará a todos sin trabajo por lo menos durante dos meses, hasta que las aguas retrocedan lentamente.
Tampoco le preocupa que con las aguas que todo lo vuelven fango (además del calor y las moscas), sus niños puedan enfermarse. "No se han enfermado mucho el año pasado, han venido los doctores y les han dado remedio", afirma.
"Perdimos todo"
La marca del agua todavía se ve en las paredes de ladrillo y adobe de las construcciones que la gente del lugar aprovecha para hacer sus casas, ya que ese material al que acceden con facilidad, los ayudó el año pasado a resguardar a sus familias. Algunos subieron a sus segundos pisos y otros se escaparon a la cancha donde se instalaron carpas y tuvieron que soportar el calor hasta que las aguas retornaran a su acostumbrado nivel.
Las pérdidas materiales fueron totales, según contaron todos los entrevistados. Los hornos de las fábricas de ladrillo se cayeron. Se perdió la madera que alimenta los hornos, la materia prima del ladrillo y los cultivos agrícolas.
"No sé quién tenía que arreglar (el camino). El dirigente sabrá, pues. En agosto el 20 han dicho que iban a traer cemento. Nada han traído. Nosotros pagamos impuestos y ni siquiera nos atienden", reclamaba la ladrillera Cristina Laureana.
"Hasta mayo sin trabajo he estado. Así, pues, guardamos platita. Nadie nos ha devuelto. Cuando más fuerte va a llover, ya está, se va a llenar otra vez. La Alcaldía ha dicho que va a limpiar, pero no limpia", sostiene.
Limpieza del río
Por su parte, lo único que pide el agricultor Severino Trujillo es que las autoridades municipales mantengan limpia el agua de los ríos que se desbordaron el año pasado,
"Si no limpian rebalsan. La Alcaldía está trabajando poco, pero no está cumpliendo. Hay que mantener, partes está bajo, partes está tapado, eso hay que sacar. Entonces nosotros nos podríamos ahorrar. ¡Cuánto de plata hemos perdido! ¿Acaso el Alcalde va a responder? Traen un poco de alimentito, sobre alimento estamos peleando, pero cuando está mantenido el río, ya no pues, ya no pasa nada, no molestamos ni a Defensa Civil".
Presos de las lluvias
Esquilán es un municipio rural que se encuentra bajo la jurisdicción de Colcapirhua, el año pasado, los ríos Rocha y Tinkumayu se juntaron y se desbordaron dejando a cultivadores, ganado y ladrilleras completamente inundadas.
Las aguas retornaron a su acostumbrado curso dos meses después, durante los cuales los vecinos se vieron obligados a cambiar de rubro, dedicarse a otras cosas o sobrevivir con el dinero que les sobró.
La zozobra es permanente
Cuando llueve en Esquilán, los ríos se vuelven enemigos de los vecinos, ya que con sus desbordes, que suceden cada tres años más o menos, inundan los cultivos, impidiendo que el ganado se alimente, y destruyen las fábricas de ladrillos hechas de manera casera, dicen los vecinos.
Un agricultor que no quiso dar su nombre dice que fue una de las víctimas que el año pasado perdió sus cultivos de alfalfa y maíz y que por algunos meses tuvo que cambiar de rubro, trasladando a sus vacas a los lugares más altos, para hasta allí llevarles maíz y esperar su producción lechera.
El año pasado, los vecinos de Esquilán tuvieron la mala suerte de ser presas de la lluvia que se presentaba con cortos intervalos, a cada momento y por las noches. La inundación llegó como a las dos de la madrugada y tuvieron que esperar hasta la mañana para llamar a los bomberos.
"Es por eso que la zozobra es permanente. ¿Dónde podremos ir si nos pescara la lluvia otra vez a la madrugada?", preguntaba el agricultor que el año pasado tuvo que subir a su familia a la terraza de su casita de ladrillos mientras veían pasar sus cosas por el agua. Los bomberos los sacaron en canoas.
Testimonios
"Todo es agua"
Epifania Nicasio, Ladrillera 34 años
Esta vecina vive justo al frente de una de las ladrilleras y trabaja en ellas, no es propietaria. "Como peones trabajamos, no somos los dueños, los dueños son de Potosí, y nos contratan a nosotros que vivimos por aquí", explica. "Se ha entrado el agua. La Alcaldía no ha dicho nada. Dos meses han estado en la cancha y han vuelto porque el agua ha bajado, dice, pero pura agua siempre caminamos".
"Mucho sufrimos"
Severino Trujillo, Agricultor 57 años
"Mucho sufrimos en tiempo de inundaciones. Nosotros sólo pedimos que mantengan el río, que saquen todos los tapados. Si es así, puede pasar no más el agua. Si no limpian, rebalsa", dijo este vecino de más de 30 años en el lugar. Considera que la Alcaldía está trabajando poco, pero no está cumpliendo. "¿Cuándo va a terminar (sus trabajos)? ya está comenzando a llover. Si no se limpia, el agua rebalsará hasta arriba"
"He llorado"
Cristina Laureana, Ladrillera 28 años
"El año pasado lloré por mis guagüitas. Han venido los bomberos a sacarnos en la madrugada. Yo les dije que la calle estaba llena de agua. ¿Acaso querían hacer caso? No se podía entrar porque el agua no para. Entonces recién han ido a traer una canoa y con pitas han entrado. Recién me han creído". "Como estábamos, todos en la calle están sufriendo, llorando, en las orillas del río", dijo. |
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