Ya no es la gota que horada la piedra, sino un mar que devora roca, playa y todo lo que encuentra a su paso. Es que los últimos registros muestran un incremento de la erosión costera en la Argentina.
¿Algunos ejemplos? El sector bonaerense de Punta Piedras, a orillas del Río de la Plata, retrocedió unos 0,2 metros por año entre 1969 y 1990, y este valor se triplicó entre 1990 y 2002 hasta alcanzar los 0,7 metros por año aproximadamente.
Otro tanto ocurrió en las cercanías de Comodoro Rivadavia, en Chubut. Allí el desgaste fue de unos 0,2 metros por año entre 1927 y 1980, mientras que entre 1980 y el presente llega a 0,6 metros por año.
"Diversos indicadores ponen en evidencia que el fenómeno erosivo está en aumento y que éste se hizo especialmente notable entre las décadas del 80 y el 90", asegura el geólogo Jorge Codignotto, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, tras estudiar la situación desde el delta del Paraná hasta Tierra del Fuego.
Zonas bonaerenses como Punta Rasa, que desde 1892 hasta 1980 habían crecido 250 metros, pasaron a perder terreno a un promedio de 0,8 metros por año, según datos del investigador principal del Conicet.
La lista de variaciones es extensa, pero los motivos similares. "El calentamiento global aumenta el nivel del mar por derretimiento de los hielos polares y dilatación del agua. Además genera un efecto dominó porque los ciclones se desplazan hacia el Sur y se incrementa la frecuencia de tormentas intensas en áreas costeras, lo que agrava la erosión. Por otra parte, en el sector de playas bonaerenses el mal manejo por urbanización empeora la situación", precisa el especialista, que integró el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC)patrocinado por las Naciones Unidas, que mereció el Premio Nobel de la Paz 2007, y la Organización Meteorológica Mundial.
Cualquier turista de Villa Gesell u otro balneario atlántico habrá observado tras una tormenta la canaleta que se forma en la playa.
"Al haber construido las calles perpendiculares al mar, cuando llueve el agua va como una tromba hacia la costa y forma un canaletón que lleva de 7 a 9 toneladas de arena al mar, donde la corriente de la deriva la acarrea como una cinta transportadora. Esta situación se debe multiplicar por cada una de las calles", indica el investigador del Laboratorio de Geomorfología, Dinámica Costera y Ambiental de la Ciudad Universitaria.
Este panorama empeoró por la destrucción de los médanos para facilitar el acceso a las playas o por razones comerciales. "La duna naturalmente filtra el agua de lluvia que limpió todas las zonas urbanas e impide que vaya a parar al mar sin tratamiento previo", agrega.
En algunos sitios hace décadas tomaron medidas para evitar esta situación. "En Ostende -ejemplifica- se diseñaron las veredas muy anchas y verdes, y cada tanto muestran una depresión para acumular el agua de lluvia, que se infiltra en la tierra y de ese modo vuelve a formar el ciclo."
Otro agravante son las construcciones indebidas en la playa. "La costa es una zona móvil. Cuando hay erosión, se lleva parte de la arena de debajo del médano y en la época de acumulación la repone. Pero cuando se hacen casas, las paredes generan más erosión, y luego el mar lo que se lleva es la vivienda", explica Codignotto.
Cada uno quita su grano de arena y sólo se toma conciencia cuando los balnearios pierden su máximo atractivo turístico: las playas. "En Villa Gesell en treinta años han destruido la costa. Ahora pusieron un sistema antidunas, que si bien es mejor que lo que venían haciendo, resulta un paliativo, no es la solución", indica.
Este es uno de los tantos casos que se encuentran en la zona. "Desde Punta Rasa hasta Mar del Plata, parte de la erosión se encuentra fundamentalmente potenciada por el incorrecto manejo territorial costero", subraya, sin pasar por alto el decreto 3202 del año 2006 que, a su criterio, puso algún límite a la ocupación costera bonaerense. "Es el primer estado argentino que legisla en este aspecto, pero el cuidado de la costa debería hacerse de modo integrado entre todas las provincias y municipios, porque la naturaleza no responde a límites políticos. Si se levanta un espigón en Mar del Plata, impide que llegue arena a Villa Gesell, es un fenómeno en cadena", advierte.
La costa es un escenario movedizo, de transición entre agua y tierra. "La ocupación costera no debe hacerse como si fuera un lugar cualquiera, porque no lo es: cambia rápidamente y no en siglos, como equivocadamente se cree, sino en décadas. El delta del Paraná avanza a razón de 70 metros por año, la isla Martín García duplica su superficie cada 32 años y la zona bonaerense de Punta Indio retrocedió 70 metros en los últimos 70 años", subraya.
El científico sugiere hacer un estudio del terreno antes de realizar proyectos urbanísticos para no tener que lamentar consecuencias funestas en el futuro. "El día de mañana se inundan ciertas áreas y dirán «qué fatalidad», cuando lo que no hubo fue planificación. Es un dislate que una persona medianamente informada sepa si hay agua en Marte y no conozca dónde está parado", concluye.
La autora integra el Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA |
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