A pesar de que el agua es más valiosa que el oro -porque es un recurso que posibilita la vida que el oro no puede comprar- al decir de los ambientalistas, advertimos que se está planteando una falsa dicotomía entre el uso del agua y su supuesta eficiencia.
Si bien a través del Consejo de Asociaciones de Inspecciones de Cauces del Río Mendoza venimos insistiendo a favor de un uso racional del recurso hídrico y del suelo, no creemos que la única solución para una mejor irrigación pase sólo por implementar sistemas presurizados por goteo o aspersión.
No debemos confundir los conceptos como muy bien lo expresa el maestro Luis Santos Pereira (director de la Red Iberoamericana de Riego): “El regadío tiene impactos ambientales negativos sólo si se realiza mal. Modernizar los regadíos no significa necesariamente sustituir los riegos a gravedad por riegos presurizados.
Tecnología avanzada es aplicar sólo el agua necesaria y en el momento adecuado”.
Por ello, es imprescindible estudiar las tecnologías que se usan localmente, evaluarlas desde los aspectos hidráulicos, agronómicos, sociales, económicos y ambientales y analizar sus potencialidades antes de cambiarlas. Igualmente es posible usar otras tecnologías, si éstas logran realizar un mejor aprovechamiento del agua, pero siempre se deben adaptar a las condiciones locales.
En este contexto, modernizar es un proceso más amplio e integral, que posibilita la reformulación de acciones para mejorar los rendimientos hídricos ante nuevas demandas de la sociedad.
De lo contrario, si la modernización se restringe sólo a la instalación de tecnología presurizada -que los grandes grupos empresarios compran como paquetes tecnológicos de sustitución- se dejará sin chances a los pequeños y medianos productores o pymes que constituyen 65% de la fuerza productiva local y que no podrán adquirir esta tecnificación.
Entonces, no es ésta la solución que pretendemos, sino que queremos discutir un modelo de desarrollo integral y justo para todos los mendocinos, porque si no la brecha productiva bajo riego será cada vez mayor y de esta manera se consolidará la crisis del campo.
El riego tradicional, que incluye el riego gravitacional por surcos o melgas, no es ineficiente si se practica adecuadamente; a nivel mundial, 40% de los alimentos se producen mediante agricultura bajo riego tradicional a gravedad y que sólo 10% se obtiene con riegos presurizados.
Por ello hay que tener en cuenta que el agua no consumida por las plantas es beneficiosa en determinados tipos de suelos y cultivos que requieren agua para lixiviado de sales y que necesitan riegos profundos, lo cual no debe entenderse como ineficiencia.
Los sistemas tecnológicos presurizados no son ventajosos en cualquier situación, ya que producen externalidades negativas como reducción de productividad, aumento de consumo energético y mayores costos económicos-ambientales como afectación radicular y aumento de la salinización edáfica.
Lo que sí debe considerarse en la modernización de riego, es la necesaria inversión de infraestructura en redes primaria y secundaria, junto con la asistencia y capacitación de los productores para afrontar los nuevos escenarios productivos.
Téngase en cuenta que las mayores pérdidas de agua se producen en la infraestructura de derivación, por enormes infiltraciones que superan 1,5% por km de cauce en tierra, siendo que poseemos 88% de la red en esas condiciones.
Esto produce que la eficiencia global -entendida como la relación entre volumen distribuido y volumen consumido- quede reducida a 36% en la cuenca del río Mendoza, a pesar de que las eficiencias parcelarias en promedio son de 54% y en algunos sitios rozan 70%.
Entonces, debe separarse la eficiencia en la distribución y la eficiencia en la aplicación de riego en el interior de fincas, ya que se han medido pérdidas de infiltración de hasta 48% en algunos canales de tierra.
En consecuencia, hay que apuntar a la eficiencia interparcelaria, y tener en cuenta dos aspectos que potencian sus efectos negativos, como es el arrojo de residuos sólidos a los cauces y el vandalismo e inseguridad creciente que alteran la baja distribución hídrica hasta en 55%.
¿Que queremos decir con esto?
Que si bien el sistema de riego interno y parcelario tradicional no es el óptimo, es aceptable considerando todas las problemáticas planteadas.
De esta manera, no podemos echarle la culpa al riego a manto o por gravedad como el principal responsable de las bajas eficiencias globales.
Este sistema tradicional puede mejorarse progresivamente con la aplicación de las siguientes medidas no estructurales: perfeccionar las nivelaciones de los terrenos, reformular la operación y conducción interna, encadenar los excedentes hídricos, disminuir el ingreso de residuos, reducir los coeficientes y módulos de riego de acuerdo con las demandas, recuperar los desagües, reaprovechar los retornos generales, volver a regar de noche, desmalezar las acequias, regar en función de las necesidades hídricas de los cultivos y precisar mejor sus requerimientos.
Parte de estas prácticas -que implementan los regantes en épocas de crisis hídrica- necesitan una mayor difusión y promoción para revalorizar estos saberes.
En consecuencia, no podemos hacer un análisis simplista y reduccionista de que sólo los sistemas presurizados nos van a salvar. Ante la propaganda de los proveedores de equipamientos, es necesario desarrollar un sistema público de extensión que permita evaluar las bondades y desventajas de estas modalidades técnicas.
Creemos que en aquellas propiedades o áreas en que puedan implementarse estas tecnologías y su ejecución sea la más adecuada alternativa para el lugar, será muy bienvenida su aplicación, siempre con la opinión favorable de los regantes.
Para un mejor aprovechamiento hídrico la propuesta integral de modernización requiere inversión en infraestructura primaria y secundaria de conducción colectiva, con la inclusión de componentes de manejo, capacitación y promoción hacia las organizaciones de usuarios.
Será ésta la mejor manera de asegurar el abastecimiento hídrico a nivel minorista, conduciendo el agua de riego hasta las propiedades con garantía y oportunidad adecuadas para todos y entregando las dotaciones a la “demanda”.
Para su puesta en práctica, es necesario la construcción de obras secundarias, que incluyan canales revestidos, entubamientos por gravedad o de baja, media o alta presión, según las condiciones de la zona, junto con las correspondientes estructuras de medición que posibiliten cuantificar la distribución, sin olvidar obras de drenaje y reuso.
Estas metas requieren la implementación de un Plan Hídrico Estratégico consensuado con los usuarios con inversiones a mediano plazo en infraestructura y conservación.
Recordemos que el presupuesto anual en administración hídrica provincial no llega a 1% de todo el capital por infraestructura instalada, siendo que deberíamos contar con, por lo menos, 3% a 5% anual del total invertido, sólo para conservación.
Los montos destinados al aprovechamiento hídrico en la provincia son insignificantes si los comparamos con otras partidas presupuestarias. El Estado no sólo debe hacer grandes salvatajes de capital para que no se derrumbe el sistema financiero sino para que no desaparezca el sistema hídrico y, con él, la producción.
Llevemos a la práctica una política hídrica de Estado que garantice el acceso equitativo al agua: ella será la puerta de acceso al desarrollo.
Al final dejamos una importante reflexión: nuestra generación no está regando como los huarpes, ya que esas comunidades tenían un profundo respeto por la vida y la tierra, no contaminaban el agua, no la derrochaban, la cuidaban y valoraban al extremo.
El no recordar y no practicar estos principios elementales de respeto al ambiente nos ha llevado a esta crisis de identidad y pérdida progresiva de la cultura del agua que supimos tener.
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