La Dirección Provincial de Recursos Hídricos jujeña comenzó las obras en el cauce del Río Chico, uno de los dos cursos de agua que rodean la ciudad de San Salvador de Jujuy, que en febrero de este año se cobró la vida de cuatro hermanitos.
La capital jujeña se levanta entre dos ríos: el Xibi-Xibi o Chico, que corre de oeste a este, y el Grande, de norte a sur.
Ambos cursos se unen en la zona conocida como Punta de Diamante, uno de los sitios identificado por los historiadores como lugar de la segunda fundación de la ciudad, de 1575.
En febrero pasado la creciente de ambos cauces, debido a las fuertes lluvias, arrastró a toda una familia, accidente en el que murieron ahogados cuatro chicos y se salvaron los padres y una niña.
Las tareas de encauzado se realizan en el trayecto del río que comprende desde el barrio Norte hasta la zona sur de la ciudad.
La obra forma parte de las acciones anunciadas por el Ministerio de Infraestructura provincial para dotar de mayor seguridad a los pobladores cercanos al cauce de agua.
Los trabajos consisten en remover material desde el eje central del río hacia los costados formando una especie de "garganta" con terraplenes hacia sus lados.
Esta modalidad canaliza el curso del río evitando que el mismo cambie de dirección y se dirija peligrosamente a las defensas o a la periferia de algunos barrios capitalinos.
Equipos pesados trabajan en la zona, que han cambiado sustancialmente la playa y el paisaje del mítico río al que le cantó el poeta salteño, Manuel J.
Castilla con su zamba "Lavanderas del río Chico".
Así se impuso la seguridad de pobladores de asentamientos por sobre la belleza de sus costas.
Antaño, cuando la ciudad era otra, las lavanderas bajaban al río con sus fuentones y los atados de ropa a lavar y blanquear las sábanas al sol, antes de su puesta sobre la cadena de cerros del oeste.
Esta tarea era posible porque el agua no estaba contaminada.
En los primeros años de la dictadura militar achicaron la playa e hicieron otras playas, pero de estacionamiento, limitando las márgenes del río Chico.
En ese lugar operaba "el ingeniero", un pintoresco personaje que no hablaba con nadie y solía abrir canales por todos lados, desviando el agua, hasta que una nueva creciente borraba su obra y volvía a empezar.
A comienzo de la década del ï20 se construyó el único puente de entonces, el "Lavalle", para ir desde el centro a los barrios Cuyaya y Gorriti.
Ahora hay siete puentes sobre el delgado hilo de agua en invierno y torrentoso en verano.
El tiempo, las crecientes y la contaminación -sobre todo- fueron menguando la potencia de la leyenda que dice que "quien toma agua del río Chico a Jujuy siempre vuelve".
Poco a poco fueron desapareciendo de la playa los bañaderos, que eran la alegría de grandes y chicos, los tendederos de ropa sobre las piedras y las canchas de fútbol que albergaba, pero queda la imagen de aquel río manso del invierno y furioso del verano.
Para esta época del año, cuando verdean los sauces híbridos a la vera del río y los lapachos le ponen sus flores a las avenidas 19 de Abril e Hipólito Yrigoyen, la imagen de la ciudad cambia, y el río Chico es tan querido por los jujeños como el que supo ser.
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