Pocas veces en la historia se pescan 20 toneladas de pejerrey en una mañana sin emplear un solo anzuelo. Pero esto que parece un milagro divino es, en verdad, una catástrofe natural a escala histórica. En la noche del miércoles, boteros de la laguna de Lobos, 750 hectáreas de aguas verdes meciéndose a 115 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, vieron los primeros peces, hinchados y espectrales, haciendo la plancha.
A la mañana siguiente, el propietario del camping Bahía de Lobos, a la vera de la laguna, cargó diez veces su camioneta con pejerreyes muertos, 15 toneladas en total.
“No es la primera vez que pasa”, apunta Eugenio Ritenutti, del portal Infolobos. “En 2006 sacaron más de 40 toneladas de peces muertos. Dijeron que fue por exceso de plancton.”
Demasiado calor. Falta de oxígeno. Falta de agua. Un alga que se adhiere a las branquias de los peces. Un vertedero roto y una compuerta sin terminar. Éstas son las hipótesis del desastre que manejan las autoridades al cierre de la edición. “La compuerta dejó escapar 30 centímetros de agua. Tiene infinidad de fallas. Si hubiera estado bien hecha, la profundidad de la laguna hubiese resistido el calor y la falta de lluvias”, explica Claudio Giglio, médico retirado y pescador indignado. En sus buenas épocas, la laguna tenía una profundidad de 1,70 metros. A raíz de una reciente rotura en el vertedero y una compuerta recién construida, según versiones, de menor altura que lo necesario, hoy en día la laguna tiene menos de 1,30. “Se perdió mucha agua”, cuenta José Ramírez, botero de la laguna. “Se suele ver un líquido verde aceitoso, que viene de los arroyos y se concentra en la orilla. Todo el mundo dice que es sustancia de fumigación de las cosechas.”
“A un kilómetro del lugar ya no se soporta el olor”, dice un vecino que vive a media cuadra de la laguna y se sumó a los empleados de la municipalidad a ayudar a embolsar pescado y sacarlo fuera, como bomba de tiempo, lo más pronto posible. “Ya la laguna está contaminada y con los peces podridos, va a ser peor.”
El atractivo turístico de la laguna es el pejerrey –considerado uno de los más sabrosos de la región–, y se los cría uno a uno, como si fuera tratamiento de implante capilar. El municipio trae los huevos desde Chascomús, los entrega al Club de Pesca, que se encarga de criarlos y depositarlos en el agua. A 15 pesos el kilo, y según los cálculos más optimistas con 25 toneladas de pérdida, el desastre en la laguna de Lobos es un revés millonario. Pero, ¿por qué caen los pejerreyes antes que los demás? “Es al que más rápido lo afecta la falta de oxígeno”, dice Guillermo, dueño de una pescadería de la zona. Para Gustavo Sobrero, intendente de Lobos, ya existe un 90% de certeza de que los peces murieron por sofocación. “Aún falta la palabra final de los técnicos, pero ésta es la realidad. Se sumó el calor agobiante a la falta de lluvia. Hubo episodios similares en, al menos, cuatro lagunas de la zona. Y si bien es cierto que un problema en el viejo vertedero produjo un descenso en la laguna, en el pasado llegó a tener 0,70 de profundidad y no hubo peces muertos.”
El viernes, los biólogos recogieron muestras a orillas de la laguna. Para el lunes, prometieron, el misterio tendrá un nombre. Un nombre para evitar nuevos desastres.
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