Durante mucho tiempo, publicistas brasileños señalaron la necesidad de aprovechar los Saltos del Guairá para solucionar el tremendo problema energético de ese país, agudizado por su formidable incremento industrial. Pero nada hicieron los sucesivos gobiernos para cristalizar los proyectos a la espera de que la nueva demarcación de la frontera, estipulada por el protocolo Moreno-Mangabeira, resolviera el problema de la soberanía sin necesidad de un nuevo tratado. Hasta que el expeditivo, dinámico y audaz presidente Juscelino Kubitschek decidió dejar a un lado el moroso expediente demarcatorio, que ya llevaba décadas sin alcanzar los frutos esperados, y comenzó a trazar planes para la apropiación de la energía de los Saltos, considerando a estos como total y definitivamente brasileño.
LA HULLA BLANCA Y EL BRASIL
A medida que se incrementaba el poderío industrial del Brasil, más agudo se presentaba el problema del aprovisionamiento de carbón de piedra para fábricas, usinas y transportes ferroviarios. En 1914 ya se importaban nada menos que 182 millones de toneladas del indispensable combustible, con considerable disipación de bodegas y divisas. La Primera Guerra Mundial actualizó el problema con las restricciones a la navegación que acarreó la lucha submarina.
En 1915 el mayor D. Nascimento, en un trabajo titulado “A hulha branca no Paraná”, dijo que la solución podría estar en la utilización de la energía producida por las cataratas del Yguazú y del Guairá. Calculó la fuerza aprovechable de estas últimas cascadas en 40.000.000 HP (caballos de fuerza). Esta cifra apareció exagerada al ingeniero Paulo de Frontin, que en conferencia realizada el 18 de noviembre de 1916 en la Escuela Politécnica, atribuyó a los Saltos, una energía de 20 millones HP, y con todos, los estimó “la mayor fuente mundial de hulla blanca”. En 1918 el Dr. Verissimo de Mello, relator de la Comisión del Código de Aguas, sostuvo en “A Noite” que el aprovechamiento del Salto del Guairá ahorraría al país la formidable cifra de 1 billón 40 millones de toneladas de carbón. El diputado Julio Nogueira, en un libro que publicó en 1920 con el título de “Do Río ao Iguassú e ao Guairá” hizo el siguiente diagnóstico: “El Brasil va liberándose de la hegemonía comercial e industrial que sobre él ejercían varios países. Hemos conseguido mucho y ya pasó la época en que exportábamos apenas materias primas. Pero hay un peso formidable que oprime a nuestras industrias: el de la hulla negra; son millones y millones de toneladas de carbón que debemos importar, últimamente a precios fantásticos para mover nuestras usinas”. Y también sugirió el estudio del aprovechamiento de la energía de las Caídas del Guairá.
En 1930 el ingeniero Manuel Fernández Torres, en una monografía “A propósito da nossa hulla branca”, volvió sobre el tema. Calculó en 12 millones HP la potencia bruta del Guairá y se lamentó de no haberse hecho hasta entonces ningún estudio sobre la colosal reserva de energía. Otras sugestiones fueron escuchadas con posterioridad sin que ellas fueran atendidas. No hubo un solo acto oficial que les diera andamiento. Puesto en ejecución el protocolo Moreno-Mangabeira, de cuyas resultas el Brasil creyó que dimanaría la definitiva adjudicación de los Saltos, y en vista de la resuelta oposición del Paraguay a admitir la modificación del Tratado de 1872 mediante una nueva demarcación, ni el “presidente Getulio Vargas durante su largo predominio ni su sucesor el general Dutra, promovieron el asunto. El mapa exhibido en 1935 y 1938 quedó, durante mucho tiempo, arrumbado en los anaqueles de Itamaratí.
KUBITSCHEK EN EL GOBIERNO
Juscelino Kubitschek llegó al gobierno del Brasil en 1956. Político moderno, de miras avanzadas y progresistas, su lema era “hacer en cinco años lo que no se hizo en quinientos”. Brasilia, la ultrafuturista ciudad surgida de un día para otro del seno de la selva, fue signo del formidable ímpetu creador de este gobernante. Nuestro país recibió también los efluvios de su fecundo dinamismo. El más grande puente construido en su género, en el mundo, fue levantado sobre el Paraná y una moderna carretera unió, o través de él, a nuestra capital con el Atlántico. Estas obras, amén de otras de trascendencia económica, social y cultural inspiradas en el espíritu de la Operación Panamericana, de cooperación activa entre los países americanos, merecieron el homenaje que Kubitschek recibió de la Comuna de Asunción. Una de las principales avenidas de nuestra capital lleva su nombre desde el 21 de enero de 1961, fecha en que las más altas autoridades de la nación presidieron su bautismo.
Pero si grande amor profesó este ilustre estadista al Paraguay, más grande era, como es natural, el que le suscitaba su propia patria. Sus mejores empeños fueron dedicados a la solución de los problemas económicos que afligían al Brasil, entre los cuales, no era el menos grave el resultante del déficit energético, cada año más pronunciado, en razón del extraordinario crecimiento industrial, sobre todo en la zona de San Pablo. Durante la Segunda Guerra Mundial y los años que le siguieron el problema fue agudizándose en forma alarmante. Toda la potencia eléctrica instalada en Brasil alcanzaba a 6.500.000 kW. El déficit calculado para 1960 sería de 9.000.000 KW. Kubitschek vio la solución de este grave problema en el aprovechamiento de los Saltos del Guairá, pero había allí un diferendo aún no concluido, pues el Paraguay se negaba a aceptar la soberanía exclusiva del Brasil. El temperamento de Kubitschek, expeditivo, radical, enemigo de los circunloquios, le llevaba a las soluciones tajantes. Los arbitrios inteligentes pero morosos de Itamaratí no podían placerle. Más de un cuarto de siglo venía arrastrándose la habilidosidad demarcatoria sin obtener ningún resultado. Kubitschek decidió cortar el nudo gordiano. Emprender la grande obra sin esperar la solución del problema de soberanía por mutuo acuerdo. Mejor dicho: darlo ya por resuelto. Considerar que los Saltos del Guairá son del Brasil y de nadie más. Y siendo exclusivamente brasileños bien podía su gobierno iniciar y llevar adelante los trabajos para la utilización de la poderosa energía hidroeléctrica desaprovechada mientras el Brasil sufría hambre de kilowatts. Habría que ejecutarlos, sin tener en cuenta al Paraguay para nada.
ESTUDIOS DE LA CIBPU
Por Decreto Nº 36.649 del 26 de enero de 1956 el Gobierno del Brasil autorizó a la “Comisión Interestadual de la Bacia del Paraná y Uruguay” (CIBPU) un estudio previo sobre el potencial hidroeléctrico de las Siete Caídas (nombre brasileño de los Saltos del Guairá que emplearemos tratándose de documentos oficiales brasileños). Fue el primer paso dado en dirección a la magna empresa que el Brasil abordaba unilateralmente. Ese mismo año presentó la Comisión su Relatorio preliminar donde previó el aprovechamiento de las Siete Caídas por etapas sucesivas, correspondientes a las series de trabajos de regularización del Paraná. Los datos hidrológicos fueron complementados con la instalación de puestos fluviométricos y por un trabajo permanente de medición de las descargas en puntos claves de la cuenca. Fueron instalados en el cañón de las Siete Caídas linígrafos registradores, especialmente construidos para conocer la variación de los niveles de agua debajo de los Saltos. También se realizaron levantamientos topográficos a cargo del ingeniero Ernesto Pichler, del Instituto de Investigaciones Tecnológicas de San Pablo. Por Decreto Nº 42.957 del 31 de diciembre de 1957 la CIBPU obtuvo nueva autorización gubernamental para proseguir sus estudios.
MAÑANA: El presidente Kubitschek dispone de los Saltos como si fueran solo brasileños (Segunda parte)
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