Antes del inicio del verano, el termómetro llegó a medir temperaturas insospechadas para la época. Se habló de una sensación térmica de 50 grados, claro que el número es lo de menos cuando se vive en carne propia. Se dijo que era el noviembre más caluroso en mucho tiempo y sólo se podía pensar en una cuestión: la necesidad, para el alivio, del inmediato contacto con el agua de lluvia. Finalmente llegó y hacia el fin de la semana cayeron unos 30 milímetros.
“Agua, como te deseo, agua, te miro y te quiero, agua, corriendo en el tiempo, agua...”, canta Ciro Martínez, voz de Los Piojos. Algo parecido se les escuchó clamar durante esta semana a vecinos de barrio Tribunales, ubicado en jurisdicción de Guadalupe Noreste, pero más que una oda al preciado líquido, fue una manifestación de deseo, porque atravesaron extenuantes calores sin que una sola gota apareciera por las canillas.
Cerca de las 11 del jueves de la semana pasada, Claudia salió de la casa en donde vive desde hace 18 años, para contarle a El Litoral su reclamo por los cortes de agua que padecen cada vez que hace calor y el consumo crece.
“Disculpen la demora, pero recién empezó a salir un poco y aproveché para bañarme”, dijo, y se la notó agobiada y apurada. Según explicó, tenía que sacarle provecho al momento y se puso a lavar la ropa de sus cuatro hijos que se acumuló por casi una semana.
La tormenta se anunció en un día indiscutiblemente santafesino, incluso por los mosquitos. A la charla se sumó Alejandrina, otra vecina, que también tenía el pelo mojado. “Primero notamos que había mermado la presión, después se vaciaron los tanques y nos quedamos sin una gota hasta recién que empezó a salir algo”, explicó. Para comprobar lo que decía la señora caminó hasta el baño y giró el grifo: “Ves, que ahora algo hay”, dijo casi entusiasmada e intentando contagiar. Lo que se vio caer fue un hilo de agua (ver fotografía).
“¿Se imaginan lo que es tener que pasar una semana acarreando botellas y baldes y el gasto de llevar la ropa a un lavadero?”, exclamó una de ellas, mientras otra asintió con la cabeza.
Obras: ¿para cuándo?
Las quejas a Aguas Santafesinas por la falta del servicio fueron sucesivas y a cambio de un número de reclamo. “Nos llamó la atención que a cada uno de los vecinos que llamaba le respondían que era el primer reclamo que recibían de esta zona. Vinieron recién ayer y el miércoles a ver lo que pasaba pero no solucionaron nada”, manifestó Claudia.
A Alejandrina, los trabajadores de la empresa proveedora le dieron una explicación curiosa sobre los motivos por los cuales se habían quedado sin agua: “Dijeron que ellos no eran responsables de lo que pasaba, que tenía que ver con el tipo de red que se había realizado hasta acá, que era un problema estructural del servicio”. Ese mismo día, la empresa se ocupó de llenar los tanques de dos casas y se fueron.
“Parece que el problema es cómo creció esta parte de la ciudad; se hicieron muchas casas en Guadalupe con piletas y la red no era lo suficientemente amplia para abastecer el aumento poblacional de los últimos 10 años”, añadió Claudia.
Las vecinas llegaron a creer que los problemas se debían a las viviendas construidas a través de un plan a pocos metros de Tribunales, donde viven unas 2.000 personas, “pero averiguamos y no tienen agua potable”.
Además de llenar los tanques, los trabajadores de Assa midieron la presión del agua y, según las vecinas, el resultado mostró que era imposible que el líquido pudiera llegar a circular con normalidad.
“Es notable cómo el problema se fue acentuando con el tiempo, la zona creció mucho, incluso el asentamiento de acá atrás, que tampoco tiene agua”, dijo Claudia en referencia a los pobladores que se instalaron a vivir en ese lugar.
Liliana vive en calle Matheu al 700 y asegura que “desde hace 7 u 8 años la baja en el servicio del agua es evidente y nunca se pensó en una ampliación seria de la red. Hacemos los reclamos, vienen, miran, miden la presión del agua y nada más”.
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“Sal de mi canilla”, por favor
Dos realidades conviven en apenas 50 metros: por un lado barrio Tribunales, compuesto de casas propias de clase media y por el otro una villa. Lo que sí comparten es el problema de la falta de agua.
Una señora, madre de cuatro hijos, sale al encuentro con ropa húmeda, recién lavada en sus hombros. “Estoy colgando porque lavé un montón” se justifica.
“Acá somos seis en total con mi marido, recién empezó a salir agua de nuevo y acá me ven”, explica. Su casa precaria no tiene servicio de agua potable y se provee con una manguera que no se sabe dónde empieza.
Además de la pobreza, la carencia del líquido le complica más la vida a esa mujer que espera con ansias que la manguera responda para poder bañar a sus críos.
Es posible que nadie se dé cuenta de lo indispensable del agua en nuestras vidas hasta que falta. Es fundamental que en un plan de gobierno, las autoridades se planten políticas claras en cuanto al suministro de los servicios porque, en ciudades que crecen como la nuestra, es un problema serio en un futuro no muy lejano.
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