La evolución y culminación de la carrera de Romina Picolotti en la Secretaría de Ambiente es un reflejo de la falta de una política oficial en el tema.
Picolotti accedió a la secretaría por razones de política interna. Vinculada a las protestas contra las pasteras de Fray Bentos, el presidente Néstor Kirchner la nombró como una señal de preocupación ambiental y de apoyo a los asambleístas que aún hoy mantienen obstruido el puente que une Gualeguaychú con la ciudad uruguaya. Cabe recordar que, hasta ese momento, la cuestión del medio ambiente no había figurado en la agenda ni en la política concreta oficial.
Muy pronto la gestión de Picolotti fue objeto de numerosas críticas por el nombramiento de amigos y familiares y gastos abultados no justificados por las tareas de su repartición, entre otras cuestiones. Por otra parte, tampoco se registró una mejora en el tratamiento del medio ambiente, agredido por quema de pastizales, deforestación y polución en explotaciones mineras, entre otros problemas. El déficit más notorio se produjo en la postergación de la limpieza del Riachuelo, lo cual motivó una intimación de la Corte Suprema.
A pesar de todo, la funcionaria permaneció en el puesto, hasta que perdió apoyo político en el seno del oficialismo.
Sólo cabe esperar que su reemplazo sirva para revertir la situación pasada y que el el tema del medio ambiente deje de ser un instrumento de manipulación política para convertirse en una política de Estado.
La trayectoria de Romina Picolotti en la Secretaría de Ambiente refleja la falta de política en el tema y el manejo político del mismo. Es de esperar que su reemplazo dé lugar a una política de estado de resguardo ambiental.
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