Cerro Alegre ya está dejando de hacerle honor a su nombre. Ese pueblo, lo mismo que otros de Soriano, Uruguay, sufre la pérdida de las napas de agua potable, debido a la plantación masiva de eucaliptus para las pasteras.
Ciento cincuenta familias de Cerro Alegre -se ha denunciado- reciben el agua potable en camiones cisterna, porque se secaron los pozos del pueblo y para encontrar agua deben hacer perforaciones profundas, muy costosas.
De este lado del Uruguay (que en guaraní significa "río de los pájaros") los montes se están quedando -paradójicamente- sin pájaros.
Se ha denunciado que miles de palomas, loros y cardenales murieron recientemente, debido al empleo abusivo de agroquímicos.
"En 34 hectáreas -relató el guardafauna Alfredo Casella a un matutino de Buenos Aires- registramos unas 30 mil aves muertas, principalmente palomas y loros, pero también especies como cardenales; y al ser época de nidificación, por cada hembra muerta hay que contar cuatro huevos que quedaron sin incubar".
"Pudimos determinar -completa el cronista- que el veneno tenía efecto residual, ya que junto a cadáveres en mal estado había pájaros todavía agonizantes. Además, en cuanto morían se les reventaba el buche y el grano quedaba expuesto a ser comido por otro pájaro. También murieron comadrejas, zorros, zorrinos, peludos, caranchos, chimangos, halcones y halcones peregrinos, por consumir pájaros intoxicados..."
Estas cosas que pasan (catástrofes, para decirlo con precisión) la tienen sin cuidado a Botnia. Porque Botnia no se ocupa de plantar álamos ni eucaliptos en Soriano, sino de comprárselos a las empresas -uruguayas o no- que los producen.
Tampoco están preocupadas Dow Agro Sciences, ni Monsanto, ni las otras productoras de agroquímicos, por los pájaros que se mueren en los campos linderos al río de los pájaros. Ellas sólo venden herbicidas (así lo explicarán sus abogados), pero no los aplican, ni determinan los ritmos y las cantidades.
El Estado (bobo) argentino y el Estado (bobo) uruguayo, por otra parte, se limitan a cumplir con el papel que el poder trasnacional les ha asignado en este ciclo de la economía mundial.
Entonces, desde los municipios e intendencias, desde las gobernaciones y aún desde el gobierno central, reciben guardapolvos, cajas de alimentos, pequeñas donaciones y coimas (oh, coimas) para hacer la vista gorda, para hacer la vista ciega o para dejar pasar, sin más trámite, a los ejércitos de la destrucción ambiental.
Todo bien en Cerro Alegre. Aunque ya no hay agua. Todo bien en el río de los pájaros. Aunque se está quedando sin pájaros.
Políticas de Estado
En una columna publicada en El Argentino de Gualeguaychú, a comienzos de este año, decíamos que la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) -firmada por todos los presidentes del Cono Sur el 31 de agosto de 2000- no era otra cosa que un plan maestro para la adecuación de las economías del subcontinente a las necesidades del poder económico trasnacional.
Los presidentes que firmaron aquel documento (De la Rúa, Batlle, Fujimori, Banzer, Noboa, Cardoso, Lagos y González Macchi) ya no ocupan sus respectivos sillones presidenciales. Y sus gobiernos, en casi todos los casos, terminaron mal. Sin embargo, la IIRSA sigue en ejecución, sin que se hayan modificado un ápice su propósito ni su espíritu.
"El llamado Eje de Capricornio de la IIRSA -escribimos- trabaja sobre la circulación de materias primas y mercaderías del Atlántico al Pacífico y viceversa, uniendo puntos estratégicos como las zonas francas del norte de Chile, los yacimientos bolivianos de El Mutún y las acerías y puertos brasileños, con un convidado de piedra energético, llamado Paraguay".
"El llamado Eje de la Hidrovía Paraguay-Paraná trabaja sobre la antigua ruta de El Dorado que ensayaron los conquistadores españoles para llevarse el oro y la plata del Potosí, hace cuatro siglos. En ese Eje, el río Uruguay, su cuenca, los pueblos ribereños y su gente ocupan apenas un subcapítulo".
"Entre las obras para ese subcapítulo figuran la Mejora de accesos e infraestructura portuaria del puerto de Nueva Palmira; la Circunvalación vial Nueva Palmira y sistemas de accesos terrestres a los puertos y la Construcción del ramal ferroviario Mercedes-Puerto de Nueva Palmira. Para esos proyectos, muchos diseñados a la medida de Botnia, ya se ha acordado una inversión binacional de casi 500 millones de dólares, facilitada por el BID..."
Por eso, cuando leemos en un titular de estos días que "Botnia ya produce tanta celulosa como 30 papeleras argentinas" (Clarín, 9/11/08), no hacemos más que verificar que la única política de Estado que se cumple sin variaciones ni altibajos es aquella que está determinada desde los centros del poder trasnacional.
Y cuando Michelle Bachelet y Cristina Kirchner, mandatarias de dos países en donde las reservas de agua dulce son estratégicas, levantan la protección ambiental sobre los glaciares de la Cordillera, permitiendo que mineras depredadoras como Barrick Gold dinamiten montañas, cambien el curso de los ríos y contaminen las aguas con cianuro, verificamos una vez más ese triste escenario.
Combate desparejo
La Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú, creada a partir del conflicto con Botnia, sigue funcionando. Han intentado de mil maneras desviarla, desacreditarla, hacerle cometer errores o bien licuarla en un mar de indiferencia, pero sigue allí. Gualeguaychú fue una campanada de alerta y un ejemplo para otras comunidades, a ambos lados del río.
Aunque la trama de intereses abarque hoy la entera superficie del globo, el ejemplo de Gualeguaychú, lo mismo que el de la victoriosa Asamblea de Esquel, quedarán allí plantados y alerta, como un mensaje claro a las generaciones que vienen.
Las batallas de la resistencia son múltiples y pequeñas. Funcionan por acumulación. Se propagan como mensajes llameantes en un mundo cansado y sin esperanzas. Saludemos la llegada de esas batallas.
Si hay conflicto ambiental es porque han aparecido (por fin) las voces en disonancia. Si hay conflicto ambiental es porque la vida, en sus múltiples y secretas formas, se abre camino. |
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