La reserva hídrica que se está viendo afectada es fuente de agua para más de 6 municipios y el norte de la sabana de Bogotá. ¿Quién parará la minería ilegal que socava el páramo?
Aunque el hecho se denunció, no se pudo hacer nada por este pedazo de ecosistema que le brinda agua, aire y vida a más de 500 mil habitantes de Carmen de Carupa, Tausa, Cogua, Zipaquirá, Pacho, San Cayetano y la propia capital de la República.
A mitad de noviembre de este año, los estudiantes de Cogua tuvieron su última cita con el Páramo de Guerrero. El lugar, al que siempre iban en desarrollo del programa oficial 'Conociendo mi territorio', fue literalmente arrasado por un tractor, que de madrugada, acabó con 20 hectáreas de tierra sembradas con frailejones de más de 50 años.
Hoy en día, en la Alcaldía de Cogua están pendientes de decomisar las máquinas, que muy seguramente volverán a trabajar de noche en una segunda 'arada' del lugar. Pero ese ataque frontal contra el Páramo de Guerrero no ha sido el único.
En la última década, dice el ingeniero forestal Mario Alonso Cubillos, la minería ha herido de muerte a la cuenca alta de la quebrada Vizcaíno, y al nacimiento de Río Frío, en límites entre Cogua y Zipaquirá.
"La intervención minera en las dos reservas forestales de Cogua es innegable", dice el alcalde (e), Javier Peña. El mandatario tiene razón, pero también la tienen quienes concluyen que, por años, el Código de los Recursos Naturales y Código Minero parecen haberse olvidado de lo principal: los ecosistemas.
Las cifras parecen decirlo todo
En 400 hectáreas de tierra de la vereda Páramo Alto, confluyen todos los males del Páramo: seis minas de carbón, unos 10 respiraderos, la fábrica de Cementos Tequendama, que saca 100 toneladas de material al día de la zona, y pequeños desagües que botan de cada mina, unas tres pulgadas de agua contaminada por minuto a las tierras fértiles.
A eso le llaman 'tratamiento de las aguas residuales', dice el ingeniero. Lo mejor, aseguran los funcionarios de la Alcaldía, es que, tradicionalmente Ingeominas y la CAR se siguen 'botando la pelota', pues mientras una entidad otorga el título minero y la otra la licencia ambiental, los inescrupulosos dueños de las minas comienzan, no las exploraciones, sino las explotaciones de carbón, que terminan en el deterioro del Páramo.
¿Por qué es importante?
En el Páramo hay, según Conservación Internacional, 102 familias, 194 géneros y 376 especies de plantas distribuidas en las unidades de páramo, subpáramo, bosque altoandino, matorrales y rastrojos bajos. Cuatro especies endémicas regionales de frailejón, 98 especies de aves, 21 de mamíferos, 8 de anfibios, incluida una nueva especie de rana en¿demica local, y 7 de reptiles.
En el Páramo nacen ríos, quebradas y riachuelos que surten a la laguna de Fúquene y el embalse del Neusa. Del río El Hato-Ubaté se benefician 35 mil habitantes.
Del acueducto regional Zipaquirá-Cogua-Nemocón, proveniente del Río Neusa, se benefician 100 mil personas; del acueducto regional Sucuneta se benefician 5 municipios; del Río Frío, la empresa de Acueducto de Zipaquirá sirve a más de 12.500 habitantes.
El Páramo también conforma una extensa zona de recarga de acuíferos que alimentan el subsuelo del Valle de Ubaté y el norte de la Sabana de Bogotá. Una razón más para aplicar la labranza y ganadería de conservación, tan de moda.
Repercusiones mortales
El principal problema del Páramo de Guerrero es el hecho de que, por efecto de la minería que implica una perforación profunda de la tierra y un drenaje constante de los terrenos, hay repercusión directa en el régimen hídrico de la zona.
Las minas tienen que bombear grandes cantidades de agua del corazón de la altiplanicie, lo que merma considerablemente el recurso, más aún cuando se trata de una estrella hidrográfica vital para la zona. |
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