"En los últimos dos años registramos un 20 por ciento menos de escherichia colli (bacteria de la materia fecal) en la zona de balnearios, pero los valores subieron entre 2 y 3 veces en los riachos internos de la isla por el aumento de la presencia de ganado". La síntesis pertenece al licenciado en química y director del laboratorio de microbiología de la Universidad Católica Argentina, Claudio Belloso.
El y su equipo realizan monitoreos en el río Paraná desde hace diez años. Extraen muestras en 18 puntos que van desde Timbúes hasta Arroyo Seco, en ambas márgenes. Del lado de Rosario no dejan de poner el foco en la zona de balnearios (La Florida y la Rambla Catalunya). En la isla, dos puntos se establecen sobre la zona de playa, la más correntosa. Pero el resto del relevamiento se realiza en los riachos donde, según dice, desde 2003 (en que se inauguró el puente a Victoria) la contaminación aumentó.
En serio. Belloso deja en claro que hay "un gran vacío legal" en cuanto a las mediciones porque no existe un patrón. Es decir, se extrae una cantidad de escherichia colli pero no se sabe a ciencia cierta si es poco o mucho, si hay que cerrar un balneario o no. "¿Qué debería hacerse?", le preguntó LaCapital.
"Un estudio epidemiológico, algo muy costoso, pero serio. Esto es extraer muestras en un largo período —5 o 10 años— y comparar los porcentajes de escherichia con la cantidad de gente enferma que se baña en esas áreas de extracción. O sea, es una regla de tres simple: por dar un ejemplo, tengo 100 bacterias cada 100 mililitros en una zona y ningún enfermo; pero en otra, con 1.000 bacterias hay 50 personas con diarrea o conjuntivitis. Recién allí puedo fijar un valor", dijo Belloso y agregó: "En un río donde hay desagües, siempre habrá bacterias de materia fecal, pero algo muy distinto es decir que esa cantidad causa une epidemia. Hay que ser cautos".
Y además se refirió a las piletas de natación. Hay quienes creen que es más seguro bañarse en una pileta clorada que en el río. Belloso niega que eso sea así. "Una pileta mal tratada puede ocasionar más daño que el agua de río a una persona inmunodeprimida. En una comunidad microbiana, el agente patógeno (virus, bacteria o parásito) convive con otras bacterias por la comida. El cloro puede reprimir a la bacteria que inhibe el crecimiento patógeno", explicó.
Lo que vendrá. Belloso también realizó estudios tras la quema de pastizales en las islas. Y advirtió que las consecuencias pueden ser muy graves si se considera que el 75 por ciento de las enfermedades de los últimos 30 años son zoonóticas (provienen de animales). "Podría suceder en un futuro lo que ocurrió con los monos y el VIH o con los murciélagos y el Nipah, en Malasia. Allí, tras los incendios del 97 y 98, un murciélago que se alimentaba de unos frutos migró a una zona de cría de cerdos, y ese virus llegó por esos eslabones al hombre provocando encefalitis. Nadie puede asegurar que algo así no ocurra acá", ejemplificó.
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