El tango suele contar muy bien la idiosincrasia del porteño, pero también de los argentinos. Hay frases que respiran en un verso de una letra y que han hecho camino al andar, como sucede con la pieza “Por la vuelta” de Enrique Cadícamo y José Tinelli: “la historia vuelve a repetirse...”, señala. Todos los años, en mayor o menor medida, desde hace muchos años, a fines de noviembre y a comienzos de diciembre hasta marzo, cientos de tucumanos se quedan sin colchones, sin sus escasas pertenencias, sin sus precarias casas en la capital y otras poblaciones de la provincia. Deben pasar algunos días en escuelas o complejos hasta que las aguas bajen y les permitan encontrarse con la dramática realidad de que perdieron todo, en la mayoría de los casos.
Son realidades no sólo conocidas por los ciudadanos, sino también por los funcionarios. “Las estadísticas de años anteriores nos ayudan a guiarnos. Nosotros sabemos que cuando llueve más de determinada cantidad, hay lugares donde se presentan problemas, como el Alejandro Heredia. Por eso, nuestros equipos actuaron inmediatamente”, dijo, por ejemplo, la subdirectora de Defensa Civil municipal. Otras zonas que padecen este drama son El Sifón, El Chivero, El Molino, Margarita, las calles Ecuador y Venezuela, ambas al 1.400, y los barrios Oeste y Piedrabuena, entre otros. El lamento más escuchado es: “Lo poco que tenía ya lo perdí. En la casa me quedaban una mesa y los colchones. Todo se mojó y se arruinó”. Fueron 250 los evacuados que se registraron en la capital en la primera tormenta copiosa.
Afortunadamente, la torrencial lluvia que cayó el miércoles no obligó a la evacuación de vecinos del sur tucumano, a pesar de que varios sectores bajos de varias poblaciones de la zona se anegaron. En La Invernada, por ejemplo, la ruta 38 permaneció intransitable durante casi una hora a causa del desborde de un canal cercano y cubrió de agua la carretera en un tramo de un kilómetro. En Santa Ana, Río Chico y Los Agudos, los pobladores temen que, de continuar las lluvias, los ríos se desborden y ellos deban ser evacuados. Según el ministro del Interior, se pudo sortear sin mayores problemas esta primera tormenta, gracias a las obras de limpieza de canales y de desagües que dispuso esa cartera junto con las comunas y las municipalidades.
Basta una mediana lluvia para que las calles del centro y las avenidas Belgrano, Salta, Mate de Luna Gobernador del Campo, Sáenz Peña y Roca se conviertan en ríos y toda actividad se paralice, incluso una hora después de concluido el meteoro porque hay que esperar que las aguas se escurran.
Desde hace muchos años, se sabe cuáles son las obras hídricas que hay que hacer para que las precipitaciones estivales no aneguen Tucumán. Los gobiernos argumentan impedimentos presupuestarios para realizar estos trabajos imprescindibles para que ningún tucumano se inunde y deba ser eventualmente evacuado. Cuando sucede una inundación catástrofe, las promesas de los gobernantes de las soluciones que brindarán su multiplican, pero a los pocos meses se las lleva el viento y el hollín.
Ya se sabe que limpiar los canales de desagüe y los imbornales no basta para enfrentar las inundaciones. Tal vez sería necesario que nuestra clase dirigente pasara por la experiencia de vivir un anegamiento en una zona con viviendas precarias para tomar conciencia del sufrimiento de estos comprovincianos, que ven con impotencia cómo las aguas les llevan lo poco que poseen. Quizás así dejarían de repetir desde hace varios lustros que las obras no se realizan porque insumen mucho dinero y la historia no volvería a repetirse.
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