"¿Se va a desbordar?" Esta era la pregunta que se hacía anoche la gente reunida sobre el puente Cavour, uno de los tantos que cruzan esta capital, en estado de alerta por una crecida extraordinaria del río Tíber, la mayor de las últimas décadas, tras varios días de lluvias e inundaciones.
Al cierre de esta edición se esperaba con gran temor el pico de crecida de las aguas. Pero las autoridades, que evacuaron a una 1000 personas de zonas bajo riesgo en el norte de la capital, intentaban calmar a los vecinos al asegurarles que no había peligro de desborde del río en el centro de la ciudad, donde sí podía haber problemas de desagüe.
En medio a una oleada de mal tiempo, con fuertes temporales y nevadas en todo el país, decenas de romanos acudieron a los famosos puentes de la ciudad para sacar fotos de un fenómeno poco habitual: el crecimiento de las aguas a un ritmo de 10 centímetros por hora.
Los escenarios más impresionantes eran al norte de Roma, en Ponte Milvio, declarado intransitable, y más al sur, en el puente del castillo Sant´Angelo, cerrado al público y en cuyas columnas quedó encallada una barcaza a la deriva. En estas zonas se veían carros de bomberos con lanchas listas para intervenir. La mayor preocupación era por la antigua isla Tiberina -que está en el medio del Tíber-, donde se levanta el hospital Fatebenefratelli, cuyos subterráneos ya se encontraban inundados.
"No tomen esto como un gran espectáculo, mejor quédense en sus casas", pidió el alcalde romano, Gianni Alemanno, que declaró el estado de calamidad de la zona. Un violento temporal que se desató anteayer por la madrugada inundó varias zonas de la capital, donde una mujer murió atrapada en su auto dentro de un túnel, que se vio repentinamente anegado por las aguas.
Alemanno, duramente criticado porque no supo prevenir el caos que provocó la tormenta, se justificó al decir que se trata de una de las diez crecidas más importantes del Tíber de los últimos 100 años. "El riesgo real es que el sistema de desagüe rebalse, pero el río no desbordará", afirmó, para admitir luego que la ciudad debe prepararse para que en el futuro estas emergencias tengan un impacto mucho menor.
A raíz de las complicaciones meteorológicas, el paro nacional de ayer para protestar contra la política económica del gobierno de Silvio Berlusconi, convocado por la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), de izquierda, pasó a segundo plano. Debido a las inundaciones, los sindicatos ya habían decidido levantar la huelga de transportes públicos y trenes en esta capital.
Según la CGIL, la adhesión a la huelga, la primera en contra del Ejecutivo, fue "altísima". Pero para el ministro de Trabajo, Maurizio Sacconi, sin embargo, "la adhesión fue bajísima".
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