Silvina Arrossi y Andrea Carril son investigadoras del Conicet. Forman parte de las 2.452 científicas que integran su plantel (sin contar a las becarias). Las mujeres representan el 46,80% de la población total de investigadores del organismo. Además, Silvina Arrossi y Andrea Carril, aunque no se conocen, comparten otros datos trascendentes en sus historias profesionales: las dos se formaron en la universidad pública, completaron sus estudios en Europa y allí, en el Primer Mundo, trabajaron en investigación en la última década. También ambas coinciden en una decisión que marca para siempre sus vidas (y las de sus familias): contra viento y marea en 2007 resolvieron regresar a la Argentina.
Las dos investigadoras retornaron al país por el programa Raíces, que fue lanzado en 2003 por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. Su objetivo es repatriar a científicos, investigadores y especialistas argentinos destacados que trabajan en otros países. Se calcula que hay 7 mil científicos argentinos radicados en el exterior y este programa ya consiguió tentar con el regreso a 600.
"La idea de repatriar a la gente es clave, ya que por muchos años la Argentina estuvo gastando dinero en formar científicos que después se iban -apunta Andrea Carril, doctora en Ciencias de la Atmósfera-. Yo tuve 10 años de formación gratuita en la UBA (seis años de la licenciatura, cuatro años del doctorado). Y era competente en Europa, eso muestra que te vas de acá con una buena base. Yo creo que hacer un posdoctorado afuera es una experiencia fundamental. La recomiendo. Pero lo importante para el país es que la gente vuelva". La investigadora, que regresó después de estar ocho años en Bolonia, consiguió un espacio de trabajo en la Facultad de Ciencias Exactas. "Me hicieron un huequito", dice. Su oficina (compartida con otro científico) es un rectángulo de tres metros por dos. El único lujo es la vista al río y casualmente, se trata de una zona clave de sus estudios. Ella integra un proyecto de la comunidad europea que investiga la variabilidad climática en la cuenca del Río de la Plata por efecto del calentamiento global. Su sueldo es de 4.200 pesos. "Ahora, por suerte, se implementó un subprograma que otorga subsidios para instalarte y equiparte -agrega-. Porque si volvés del exterior con un puesto del Conicet pero sin recursos para investigar o contratar a un estudiante, es muy difícil". A pesar de las dificultades, Andrea no se arrepiente del regreso y se muestra entusiasmada con el futuro. "Es una vuelta al país con una carga de experiencias muy interesantes -reconoce-. La carrera científica es el desafío permanente, es fascinante. Y como soy soltera, me pude mover con mayor libertad. Que no haya formalizado aún tiene que ver con el estilo de vida que elegí. Quizá ahora llegó el momento de la estabilidad", se ríe y atiende un llamado a su celular que parece relacionarse con el fin de su soltería. Son otras consecuencias impensadas del Programa Raíces.
En cambio, para la socióloga Silvina Arrossi el regreso a la Argentina está lleno de contrastes. Es casi una radiografía del país. "Mi marido es biólogo y nos fuimos a Lyon cuando a él le ofrecieron una beca para hacer allá un posdoctorado -cuenta-. Nos fuimos con nuestro hijo de tres meses y el perro. Al poco tiempo el corralito nos agarró toda la plata de nuestra casa. Pero bueno, allá tuve la oportunidad de trabajar en la Agencia Internacional de Investigaciones sobre Cáncer. Hice mi doctorado y nos quedamos nueve años. Cuando nos enteramos del programa de retorno, nos presentamos los dos y me salió sólo a mí. Fue bastante dramático el regreso porque mi marido renunció a su puesto en Francia y aún no consiguió trabajo, está sobrecalificado para el país: hace investigación básica en fisiología cardíaca". A pesar de la compleja situación familiar, ("estamos viviendo con mi sueldo de 4.500 pesos y en la Argentina actual, eso no alcanza"), Silvina está contenta con su trabajo: coordina científicamente el Programa Nacional de Prevención de Cáncer de Cuello de Utero del Ministerio de Salud. "Es fascinante que pueda aplicar la investigación al fortalecimiento de un programa de gestión -explica-. El país me está dando la oportunidad de aplicar todo lo que aprendí. En ese sentido, éste es un lugar muy gratificante".
Volver con el corazón partido
"Después de tantos años de estar allá, en Bolonia, me había hecho mucho al estilo de vida italiano -cuenta Andrea Carril-. Yo tenía muchos amigos en Italia, entonces cuando volvés, tenés el corazón partido, exactamente, es así. Y también cuesta re-adaptarte a tu país de origen. La calidad de vida allá es muy buena a menor costo y Europa tiene una proyección a largo plazo que acá cuesta mucho más".
Silvina Arrossi coincide en que el regreso es complicado. "Tomar la decisión fue muy difícil, teníamos una vida allá, teníamos raíces. Lyon es hermosa, tranquila. Yo iba al trabajo en bicicleta. La cultura y el esparcimiento están al alcance de todos. Pero, bueno, mi hijo Juanito estaba entrando en una etapa donde iba a ser difícil el retorno. Había que decidir si uno iba a tener una vida francesa para siempre o volver a la aventura", se ríe.
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