Nuestra provincia, no en vano Entre Ríos, tiene un record natural extraordinario: un kilómetro de cursos de agua cada once kilómetros cuadrados de territorio. En sus 78 mil kilómetros cuadrados transcurren 7 mil kilómetros de arroyos, cañadones y ríos. Cifra asombrosa con que la naturaleza nos obsequia a quienes vivimos aquí:
Dos de ellos, el Paraná y el Uruguay le dan forma al territorio con su enorme caudal, son las arterias fundacionales de la vida regional. Pero en el centro, uno mucho menos voluminoso, pero tan altivo como aquellos en el afecto de quienes lo conocemos es la «vena madre» de la geografía provincial: el río Gualeguay. Lejos están los tiempos en que Juanele se inspiraba en sus aguas para desarrollar su maravillosa poética.
Hoy el río Gualeguay agoniza sin pena ni gloria ante la indiferencia de quienes deberíamos defenderlo con uñas y dientes. La primera gran afrenta a él conferida fue la eliminación de la selva en galería que le daba contorno en los departamentos del norte.
Las arroceras primero y la soja después explicaron con su cínica pero implacable lógica la eliminación hasta prácticamente el exterminio de la otrora conocida Selva de Montiel.
De aquellos montes salvajes donde reinaban altivos los algarrobos, ñandubay y espinillos, solo quedan las mentas.
Lo que alguna vez fue refugio de matreros, yararás y gatos monteses hoy a fuerza de topadoras y fuego se ha transformado en un frágil suelo agrícola con un destino desértico.
Y para completar la afrenta como resultado de las actuales prácticas agrícolas, se vuelcan al Gualeguay, millones de litros de aguas contaminadas con insecticidas, fungicidas y otros cidas que los hombres hemos inventado para aumentar los rindes de los cultivos aunque esto signifique a futuro legar a nuestros hijos suelos agotados y envenenados.
El Gualeguay, que otrora esperaba ansioso las lluvias regionales que recreaban su caudal con renovadas y límpidas aguas filtradas por los suelos tributarios de su cause, hoy se intoxica con los lixiviados químicos derivados de los cultivos.
Pero esto no es todo, para completar la obra, que de seguir transformará nuestra “vena madre” en el “riachuelo entrerriano”, están las industrias que se han radicado en sus costas. Hoy sabemos que entre las actividades industriales humanas algunas se destacan por su derivada contaminante en el entorno en que se radican: las curtiembres, las celulósicas y los frigoríficos entre ellas.
Por ahora ninguna Botnia amenaza radicarse la costa gualeya, y esperemos que esto no cambie. Pero sí, de las 16 curtiembres operables legalmente en la provincia (porque la presencia de cromo hexavalente en algunos cursos de agua delata que hay algunas clandestinas) nada menos que 12 están en las costas del Gualeguay.
Además ocho frigoríficos vuelcan en su curso sus residuos líquidos. Y por ahora 16 feed-lot, aunque estos seguirán aumentando al ritmo de los nuevos vientos que soplan en la producción agropecuaria.
Demasiada carga para el pobre río
Nuevos vientos soplan en la provincia en la conciencia ambiental de su gente, esperemos que sean lo suficiente fuertes como para despejar las brumas que amenazan nuestros ríos y arroyos.
Datos, más datos
Entre Ríos tiene aproximadamente ocho millones de hectáreas, históricamente se cultivaban 500.000, hoy con la llegada de la soja ese número se elevó a 2.200.000, pero todavía se puede avanzar hasta ocupar unas 4.000.000, lo que sería el fin del monte nativo y los humedales entrerrianos.
Los campos bajos del Delta Entrerriano históricamente alojaban unos 500.000 vacunos, hoy tienen cerca de 1.500.000. Esto está terminando con sus ciclos de pastos naturales lo que provoca los frecuentes incendios y significara a mediano plazo la perdida de la cobertura vegetal que los protege de la erosión, y de la rica y variada fauna que se sostiene en ella.
Los Esteros del Iberá tienen un 1.200.000 hectáreas. Hasta hace poco eran tierras fiscales, hoy son propiedad privada.
Mas de la mitad de un ciudadano de los Estados Unidos, Douglas Thompkins que ya posee más de setecientas mil. Y la está alambrando y expulsando a sus pobladores ancestrales
Un terraplén hacia ninguna parte
(Pa’ Que Duerman Las Vaquitas)
El Estero del Iberá (aguas brillantes en lengua Guaraní) se mantuvo como un santuario de la naturaleza hasta hace muy poco. Sus sueltos suelos sedimentarios extraordinariamente ricos en nutrientes despertaron la codicia de viejos conocidos nuestros: las enormes empresas forestales extranjeras.
Consorcios Forestales Chilenos que plantaron muy cerca de allí, entre Virasoro, Santo Tomé y Garabí, más de cien mil hectáreas de pinos Taeda para hacer papel, proyecto que esta agazapado ante las protestas regionales por Botnia, pero que en cualquier momento atacan nuevamente, sobre todo si se concreta el temido Proyecto Garabí.
Si constuyen diques y secan, podrían por ejemplo plantar en ellos pinos y eucalipto, porque crecen más rápido allí que en ninguna parte.
Forestal Andina S.A., una empresa de capitales chilenos vio esta posibilidad y con el cuento de que eran (pa’ que duerman las vaquitas) comenzaron el dique.
Fortunato Leiva un paisano correntino, orgulloso de su paisaje, les puso el pecho.
Y junto a otros habitantes del Yahaveré logró un fallo de la justicia.
El terraplén no era “pa’ que duerman las vaquitas” como pretendían explicar sus autores, era para secar el estero. Y plantar pinos.
La justicia así lo entendió y todos respiramos profundo. Pero el terraplén está ahí, nadie lo voltea. Y ahora se sabe que no es uno sino que son muchos terraplenes. Ni la justicia alcanza para pararlos. Y no se trata de realidades tan lejanas que nos parecen fantasía.
Los Esteros del Iberá están aquí cerquita y son el soporte fundamental de la biodiversidad de la región. Si se destruyen los Esteros se dará una estocada mortal a la flora y fauna regional. Quienes los conocen nos cuentan que sus aguas son absolutamente transparentes.
Que uno desde un bote ve nadar enormes bogas y surubíes en sus aguas. Que en sus albardones es común ver dormitar los yacarés y los capinchos. Que los ciervos de los pantanos todavía se dejan ver de vez en cuando. Que centenares de especies de aves los cruzan y los Esteros tienen un millón doscientas mil hectáreas.
Eran tierras fiscales, hoy son propiedad privada, mas de la mitad de un ciudadano de los Estados Unidos, Douglas Thompkins que ya posee mas de setecientas mil.
Y los está alambrando y expulsando a sus pobladores ancestrales
¿Será que dejaremos perder este invalorable tesoro? Estemos atentos y solidarios con la defensa de ese tesoro que nos pertenece. |
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