Desde comienzos del siglo anterior, el aprovechamiento de las aguas de los ríos Negro y Colorado con fines de riego, tanto en el extremo sur bonaerense como en el noreste de la vecina provincia, ha sido un objetivo prioritario que, desafortunadamente, sólo se ha materializado en una mínima expresión. Ello no alcanza a satisfacer las acuciantes demandas que desde siempre apremiaron a los sectores productivos de aquellas regiones. En las últimas campañas, sobre todo en la actual, se agudizaron los padecimientos en el sector rural, castigado por una tremenda sequía, que ha causado el fracaso de las cosechas y la muerte de un elevado número de animales, como lo han testimoniado las crónicas periodísticas y los relatos de los propios damnificados.
Frente a tal situación, adquiere cada vez mayor relevancia la necesidad de afrontar emprendimientos que permitan la utilización de enormes caudales de aquellos ríos que hoy se pierden en el mar. Como hecho positivo de las últimas décadas, cabe destacar el aporte que ha significado la Corporación de Fomento del Valle Bonaerense del Río Colorado (Corfo), mediante el cual pudieron incorporarse aproximadamente 150.000 hectáreas de los partidos de Villarino y Patagones a la actividad productiva. Cebolla, trigo, maíz, alfalfa y semilla de girasol son los rubros sobre los cuales ha pivoteado el desenvolvimiento del organismo, que depende de la cartera provincial de Asuntos Agrarios. Con más de 3.000 kilómetros de canales principales, secundarios y desagües, se provee de agua a un numeroso grupo de productores que, de otro modo, no podrían desarrollar sus tareas con posibilidades de contar con un rinde garantizado.
Pero ello no es suficiente, en los tiempos que corren. Tanto en Villarino como en Patagones las aspiraciones son más ambiciosas. Y claramente justificadas. Por supuesto, no es sencillo acometer proyectos capaces de transformar el perfil productivo de la amplia región, dada la insuficiencia de los recursos. Pero también es evidente que de no encararse alguno de los desafíos planteados a lo largo del tiempo, el futuro que aguarda a tantos pequeños y medianos empresarios rurales es altamente comprometido. En los últimos meses, el éxodo en algunos pueblos y en sus alrededores ha sido un episodio bastante frecuente, con los consiguientes impactos económicos y sociales que ello supone.
En fecha reciente, entre Buenos Aires y Río Negro se estableció una fórmula de entendimiento para llevar a cabo un proyecto de riego que beneficiaría a amplias extensiones de ambos territorios. Frente a las enormes dificultades surgidas de las sequías de las últimas temporadas, la necesidad de obras de aquel tipo se hace más elocuente. De acuerdo con el proyecto, podrían regarse unas 400.000 hectáreas, abriendo una auspiciosa posibilidad a la recuperación de campos diezmados por la falta de agua. El estudio de prefactibilidad podría encararse en el transcurso del año por iniciarse. Entre la expectativa que genera la propuesta, el entusiasmo de los sectores oficiales y privados y los apremios por superar esta contingencia, se abre un escenario en el cual podrían conseguirse avances encaminados a una imprescindible transformación zonal. Cabe esperar que esta vez la meta pueda ser alcanzada.
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