EN VARIAS localidades de nuestra región de influencia es motivo de permanente inquietud la presencia de elevado porcentaje de arsénico en el agua disponible para la población. Ello ha dado lugar, por un lado, a gestiones a fin de encarar las soluciones técnicas apropiadas y, por el otro, a realizar estudios específicos que permitieran determinar el real alcance del problema que, por cierto, se reproduce en otras zonas de la Argentina.
AL RESPECTO, cabe destacar que, luego de tres años de investigación --según acaba de informar nuestro colega "Los Andes" --, un grupo de científicos mendocinos comprobó que una planta acuática, la elodea, retiene en determinadas condiciones hasta el 90 por ciento del arsénico presente en el agua, sin que ello la afecte en su ciclo vital. En primera instancia, se indicó que a partir de este descubrimiento, se podrán diseñar instalaciones de tratamiento de líquidos para zonas de Mendoza donde el arsénico se encuentra en forma natural en el agua, pero de un modo más económico y sencillo que con los métodos conocidos hasta el momento.
EXISTEN diversas formas de eliminar el arsénico presente en el agua --indicó el doctor Claudio Rigoni, autor y director del proyecto de fitorremediación--, pero se necesitan cuantiosas inversiones, que por lo general no están al alcance de los organismos encargados de superar el problema. En cambio, métodos simples y económicos apenas permiten obtener una pequeña cantidad diaria de litros de agua en condiciones de ser consumida.
EN CAMBIO, conforme al citado descubrimiento, con aquellas plantas acuáticas se debería construir un estanque donde se encuentren los vegetales en contacto con el líquido durante dos o tres horas, vale decir el tiempo que les lleva absorber el arsénico; luego, se haría el filtrado, se colocaría el cloro y, por último, el agua estaría en condiciones de ser distribuida. Con este mecanismo --señalaron los investigadores--, una comunidad podría ser abastecida sin dificultades y evitando los riesgos para su salud.
LA IDEA comenzó a elaborarse cuando el mencionado profesional tomó contacto con un científico suizo que estaba investigando la presencia de arsénico en ríos de Nueva Zelanda y descubrió plantas que crecían en las orillas y tenían altas concentraciones de ese elemento. A partir de esa evidencia, comenzó la búsqueda de las mismas especies, aunque sólo pudieron encontrarse otras similares. Ello posibilitó poner en marcha la ambiciosa iniciativa, que contó con el respaldo de la Secretaría de Ciencia, Técnica e Innovación Tecnológica de la Nación, a través de un subsidio, en tanto que la Universidad Tecnológica Nacional y el ente provincial del agua de Mendoza aportaron la construcción del laboratorio y el equipamiento, respectivamente.
AVANZADAS las tareas científicas, y tras sortear las dificultades propias de toda novedosa experimentación, pudieron lograrse resultados auspiciosos, al comprobar que el empleo de la elodea permitía retener hasta el 90 por ciento del arsénico presente en el agua. El acontecimiento resulta significativo, sobre todo para los habitantes de pueblos y de pequeñas ciudades --como los de nuestra zona-- donde el problema parecía condenado a no tener solución.
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