“Si quiere tener cáncer, véngase a El Salto”, suelen decir los colonos de este municipio, donde las descargas de desechos industriales prácticamente han acabado con la vida en el río Santiago, que divide esta localidad de Juanacatlán.
Estas aguas contienen cobre, así como mercurio, cianuro y arsénico, entre otros elementos y compuestos téxicos.
En febrero Miguel Ángel López Rocha, de ocho años, cayó al río cuando jugaba con otros niños del fraccionamiento Bonito Jalisco. Se intoxicó con arsénico, entró en estado de coma y murió poco después.
La espuma que forma la cascada no es la misma que le ganó a este municipio el nombre de El Niágara Mexicano hace más de 50 años, aseguró Enrique Enciso, de la asociación civil Un Salto de Vida. Hoy basta oler las aguas sobre el puente para empezar a sentir dolor de cabeza, irritación de ojos y comezón debido al ácido sulfhídrico y su hedor característico a huevo podrido.
Raúl Muñoz Delgadillo, presidente del Comité Ciudadano de Defensa Ambiental de El Salto, realizó investigaciones durante tres años y documentó cerca de 650 casos de diversas enfermedades asociadas a la contaminación, entre ellas leucemia, insuficiencia renal y tumores cerebrales.
“Fuimos a las colonias y empezamos a detectar padecimientos. Hay 42 enfermos en la cabecera municipal de El Salto, y desde El Castillo hasta San José del Quince (en la cuenca de El Ahogado) hay unos 75, la mayoría mujeres, además de casos de anencefalia (bebés que nacen sin cerebro)”.
Lo que queda
El río Santiago nace en el lago de Chapala, muy cerca del municipio de Ocotlán, y discurre 475 kilómetros hasta San Blas, Nayarit, donde desemboca en el océano Pacífico.
A finales del siglo XIX los moradores de El Salto pescaban y nadaban en el río, y disfrutaban de días de campo en el relajado ambiente provinciano.
En 1906 apareció la primera industria: Nanutex, que aprovechó la cascada para generar energía eléctrica, y cuyos vestigios persisten, cubiertos de matorrales y grafitis. En 1935 llegó Nestlé, y en 1947 se inició la debacle ambiental en El Salto y Juanacatlán con el arribo de la empresa químico-farmacéutica Ciba-Geigy.
“Se acabó la vida en el río”, cuyas aguas empezaron a teñirse de rojo, morado y otros colores, asegura el estudio Mártires del río Santiago, publicado en abril de 2007 por el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (Imdec).
El documento señala que antes de que la Revolución Industrial llegara a la zona, el Santiago era hábitat de carpas, bagres y peces blancos; además se usaba para regar cultivos de maíz, frijol, trigo, sorgo, garbanzo, jitomate, cebolla, lechuga, zanahoria, mango, durazno, manzana y guayaba, que eran una importante fuente de ingresos para la economía local.
Pero todo cambió “una noche hace 30 años, cuando un olor horrible invadió el pueblo entero. Al día siguiente miles de peces flotaban muertos en el río”. Desde entonces el hedor impregna con tal intensidad el aire de El Salto y Juanacatlán que la gente a veces no puede dormir y debe cubrir con toallas mojadas los resquicios de puertas y ventanas, narra Estela Cervantes en el prólogo del estudio del Imdec.
Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), se han identificado 280 descargas de industrias en el río Santiago, la mayoría del sector farmacéutico, pero también de las industrias alimentaria, textil, de la celulosa y destilerías de tequila.
En su Inventario de descargas en Jalisco, la gerencia regional de la Conagua detalla que Celanese Mexicana, Ciba Especialidades Químicas, IBM, Nestlé y Harinera de Maíz de Jalisco son las empresas que descargan más residuos al río.
Trastornos documentados
En 2006, Francisco Javier Parra Cervantes, médico de la unidad de medicina familiar número 34 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), ubicada en El Salto, a unos metros del puente, examinó a niños de la escuela Mártires de Río Blanco expuestos a la fuente de ácido sulfhídrico, y comparó los resultados con los obtenidos en otro plantel.
Los alumnos que inhalaron el aire enrarecido presentaron fatiga, tos, irritación, saturación de oxígeno (una patología respiratoria), secreción nasal, y disminución transitoria del nivel de conciencia.
Con esta investigación Parra Cervantes obtuvo un posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y la primaria fue cerrada.
Sin embargo, el secretario de Salud del estado, Alfonso Gutiérrez Carranza, y otros funcionarios de la administración panista han insistido en que la contaminación no es problema. Sin embargo, la muerte del niño Miguel Ángel López Rocha, la movilización ciudadana y la presión de los medios de comunicación los obligó a investigar la contaminación con metales pesados en El Salto y Juanacatlán.
Tras una espera de meses, la Secretaría de Salud de Jalisco informó que no encontró grandes concentraciones de arsénico en más de 400 muestras, y Gutiérrez Carranza sostuvo que la intoxicación por ese elemento se debe a la ingesta de pescado.
Lo que sí ha habido tras la documentación de padecimientos graves y las insistentes denuncias públicas es la persecución de activistas como Raúl Muñoz Delgadillo, a quien policías de El Salto le sembraron mariguana cuando iba a una manifestación frente al palacio municipal, en septiembre pasado.
Y apenas en noviembre, como hace 30 años, volvieron a aparecer cientos de peces muertos.
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