Así como el siglo XX fue el de mayores desplazamientos forzados de personas de toda la historia de la humanidad, el XXI podría ser mucho peor, simplemente debido a los cambios climáticos que ya se están manifestando. Ya a mediados de la década del ’90 se registraron más de 25 millones de personas que de alguna u otra forma vieron afectadas sus vidas por presiones medioambientales. Esta cifra sobrepasó al conjunto de refugiados por persecuciones políticas o por guerras de esos años. Actualmente cerca de 192 millones de personas, un 3% de la población mundial, vive fuera de su lugar de nacimiento, y sin duda su número seguirá en aumento ante los nuevos cambios que se aproximan. Ya para el año 2099 se espera un aumento de la temperatura media de la Tierra entre 1,8 ´C y 4´ C. Se prevé que las zonas áridas y sequías del planeta aumentarán a la par de las tormentas, tornados y precipitaciones; los glaciares y casquetes polares se derretirán aumentando el nivel del mar; y la producción de alimentos se verá indefectiblemente afectada. Las millones de personas que viven en las costas se verán forzadas a migrar cuando dentro de sólo 40 años el nivel del mar se eleve entre 17 y 29 cm. Para ese momento también entre 10 y 25 millones de personas sufrirán inundaciones. Sólo en el delta del río Nilo una subida de apenas un metro obligará la migración de 6 millones de personas, y dejará bajo el agua 4.500 km2 de cultivos.
A su vez serán los países más pobres, y los que poseen menos recursos, los que van a tener que afrontar las mayores consecuencias del cambio climático, pese a ser los países desarrollados y no ellos los responsables del aumento de CO2 en la atmósfera. Sin embargo, como ya lo ha demostrado el huracán Katrina que afectó a más de un millón de personas en las costas del sur de los Estados Unidos en el 2005, los mayores daños se produjeron por una mala planificación y una inversión insuficiente en las infraestructuras de contención y asistencias.
Lo que ocurra durante la segunda mitad del siglo XXI, con una población que bordeará los 10 mil millones de personas, depende en gran medida de lo que se haga, o no se haga, ahora. Los cálculos más optimistas hablan de 50 millones de desplazados por motivos climáticos para el 2010, y 200 millones para el 2050. Es crucial anticiparse a las futuras necesidades y a la asistencia de las víctimas, pero por sobre todo preveer, anticipar y amortiguar las posibles consecuencias. En 1991 el ciclón Gorky se cobró la vida de más de 138.000 personas y dejó a 10 millones sin hogar en Bangladesh. Al año siguiente el huracán Andrew, mucho más violento, azotó las costas de Florida y Louisiana, pero sólo causó 65 muertes. La diferencia: destinar recursos, planificar y asistir. Ya más de mil millones de personas viven en barrios marginales y desfavorables con escasos servicios de agua potable y saneamiento. Una urbanización tan acelerada como mal planificada potenciará el número de víctimas y desplazados por razones climáticas, por eso es urgente evaluar y reducir los factores de seguridad de esas zonas y de los países que se encuentran altamente expuestos y vulnerables a los cambios ambientales.
Pero parecería haber un intento de la comunidad internacional por ignorar este problema: aun no existe una definición legal internacional que ampare a los afectados por cambios climáticos, ni existe un órgano o estructura internacional que permita afrontar las necesidades de este tipo de futuros escenarios.
La comunidad internacional debe reconocer y poner oficialmente como prioridad el problema de la migración forzosa de personas por motivos climáticos, así como una férrea voluntad por visibilizarlo, prevenirlo y resolverlo. Para eso es indispensable entender que el problema medioambiental es imposible de evaluar si no se lo relaciona e interconecta con los grandes cambios y desequilibrios mundiales en los ámbitos económico, político y social.
*Representante regional de la Organización Internacional para las Migraciones |
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