Sin duda, San Javier, este magnífico lugar que se halla a apenas 25 kilómetros de San Miguel de Tucumán, sigue siendo un diamante en bruto no sólo en lo que a turismo se refiere. En un paraíso, cuya villa se queda con frecuencia sin agua corriente y que carece, en general, de servicios públicos, difícilmente pueda desarrollarse la llamada industria sin chimeneas. A lo largo de las décadas, ningún gobierno ha sido capaz de solucionar el problema de suministro de agua que se agrava durante el verano.
“El agua escasea en San Javier hace cinco días. Hay más de 1.000 personas en la villa” era uno de los titulares de LA GACETA del 11 de enero de 2003. Pocos meses después, el 18 de octubre, ya en primavera, publicábamos: “Un gran sector de San Javier no tiene agua. El delegado comunal dice que el problema afecta al 40 % de los vecinos. Falta de reparación de las tomas”. El 13 de noviembre de 2003, nuestro diario informaba que desde hacía un mes, en San Javier no había agua. “Muchos veraneantes y turistas se vieron obligados a pegar la vuelta cuando se enteraron del problema”, decía la crónica periodística. Un ingeniero de la entonces Obras Sanitarias explicaba que los caños se rompían con mucha frecuencia. “El sistema es obsoleto; además, cuando pasa un tiempo sin agua, las cañerías se llenan de aire, y cuando el líquido vuelve a fluir ese aire presiona y rompe las cañerías”, aseveraba.
Al día siguiente, el rector de la Universidad Nacional de Tucumán inauguraba obras para la construcción de un acueducto en esa zona. “La obra resolverá los problemas generados por la rotura de la represa de Anfama, a la que se agregará próximamente una nueva represa, a poca distancia, aguas abajo”, declaraba. En los primeros días de diciembre, la provisión de agua volvía lentamente a la normalidad. El rector daba cuenta de las nuevas cañerías de acero que se habían instalado.
“La rotura de uno de los caños del acueducto de Anfama dejó una vez más sin agua a los vecinos de San Javier, y preocupa a los hoteleros de la serranía. Las quejas de los pobladores de la zona son constantes, pero todavía no consiguen una solución permanente por parte de Sociedad Aguas del Tucumán (SAT)”, informábamos en nuestra edición del 13 de noviembre de 2005. Al año siguiente, publicábamos: “El agua ya no llega a varias zonas de San Javier. La SAT suspendió la prestación en zonas donde el servicio era deficiente y ahora los vecinos dependen de un tractor aguatero. El delegado comunal dijo que el problema se debe al mal estado de las cañerías”. La crónica contaba la historia de una tucumana que había vivido durante 20 años en Buenos Aires, y había decidido regresar; había comprado una casa en San Javier. Pero cuando quiso comenzar con los trabajos de remodelación, no pudo hacerlo porque no disponía de agua. Se enteró, con gran sorpresa, de que la Sociedad Aguas del Tucumán había dado de baja a numerosos usuarios en zonas donde el servicio era deficiente. “No puedo creer esto. No entiendo por qué se siguen vendiendo terrenos y promocionando este lugar como villa turística, si no hay agua”, dijo la damnificada. El lunes 31 de diciembre de 2007, titulábamos: “Vecinos de San Javier pasan varios días sin agua. Reparar el acueducto de Anfama costará $ 8 millones”. La UNT y la SAT firmaron entonces un convenio para reparar el acueducto en su totalidad.
La historia volvió a repetirse en estos días. Se escuchan las mismas explicaciones sobre el problema y lo que debe hacerse. A esta altura, ya debería haberse comprendido que con palabras, especulaciones técnicas y expresiones de deseo no se logrará que San Javier tenga agua todo el año.
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