Desde hace varios días, quienes tienen campos sembrados han comenzado a temer por la invasión de tucuras que han afectado a otras regiones del país. De hecho, la preocupación sobre un posible brote de plagas atravesó los comentarios cotidianos de productores en nuestra provincia.
Pero antes de envolverse en la tormenta preocupacional existen circunstancias climáticas propias de la región que deben tenerse en cuenta, ya que aportan un dato clave: en la provincia el problema principal es la sequía y no la invasión de tucuras.
Sucede que las especies que hay en nuestra región pertenecen al complejo Dichroplus y son, junto con las arañuelas y trips, las tres plagas que desde siempre estuvieron presentes en los cultivos de soja en Entre Ríos, principalmente en las campañas agrícolas de escasas precipitaciones.
La diferencia que radica en esta ocasión es que el problema de la falta de hidratación de los cultivos ha favorecido la eclosión de los desoves en las especies de tucuras antes mencionadas.
En consecuencia, las ninfas y adultos de tucuras al alimentarse de las hojas de soja reducen el área fotosintética comprometiendo el rendimiento del cultivo.
QUÉ HACER. En diálogo con EL DIARIO, Adriana Saluso, ingeniera agrónoma e investigadora del INTA, recomendó tener prudencia a la hora de referirse a la densidad poblacional de tucuras en Entre Ríos la cual, aseguró, no es la misma que en las zonas de Buenos Aires, Córdoba, Chaco y norte de Santa Fe, donde las plagas han provocado serios daños.
“Naturalmente, las tucuras prefieren zonas de monte donde se alimentan de pastizales naturales que, al ser escasos, inducen a que las tucuras se dirijan a los cultivos de soja para satisfacer sus requerimientos nutricionales” explicó la ingeniera.
De acuerdo con los monitoreos realizados por Saluso en las zonas de Gualeguay, Larroque, La Picada y Villa Urquiza, (además del área de influencia de la Estación Experimental del INTA Paraná), determinan que si bien puede haber una diferencia en abundancia poblacional, ésta no es lo suficientemente elevada para compararla con otras áreas del país, severamente afectadas por las plagas.
Respecto del control de tucuras, Saluso señaló como relevante la necesidad de estudiar las zonas afectadas y determinar si la densidad de población realmente justifica realizar medidas de control. Lo esencial es realizar un correcto monitoreo de la plaga, esto es, conocer el número de ejemplares de tucuras por unidad de superficie a fin de evitar controles innecesarios.
Por último, si la aplicación de insecticidas es inminente, la ingeniera explicó que el control debe realizarse en toda el área afectada por tucuras para evitar reinfestaciones provenientes de lotes en los que no se realizaron controles. Por último, se sugiere siempre consultar al ingeniero agrónomo asesor con el objetivo de determinar productos y dosis adecuadas para cada caso en particular.
TRISTES ANÉCDOTAS. A diferencia de aquellas langostas que causaron tanto daño en los campos de varias partes del mundo, las tucuras no son especies migratorias que se desplazan en gigantescas mangas.
No obstante, vale la pena hacer un poco de historia de aquellos años lamentables. Durante la década del 40, las mangas de langostas (así se les llamaba) causaban pérdidas millonarias, dolorosas para pequeños y grandes productores que veían el trabajo de todo un año, destruido en diez minutos.
“De repente, se podía ver algo parecido a una gigantesca nube que tapaba el sol. Los bichos levantaban vuelo y se ganaban sobre cada espacio verde que veían”, relató Enrique, de 70 años, un vecino que desde muy chico vivía en Mendoza y en ocasiones pudo ver con sus propios ojos cómo las plagas destrozaban por completo los cultivos.
“La gente que tenía pequeños sembrados trataba de combatir las plagas golpeando tarros para que el ruido las espante, pero el que tenía hectáreas en cantidad perdía todo. En cinco o diez minutos quedaban solo los troncos pelados”.
Antes de la fumigación que acabó con las langostas, impulsada por el gobierno peronista, los métodos para combatir las plagas eran muy precarios. Entre otros, se les impedía el salto con alguna chapa, se las amontonaba y se las incineraba. Otros, en cambio recurrían al armado de embudos con chapas barreras de alto grosor; los tubos iban a parar a gigantescos pozos donde caían las langostas, los cuales se tapaban con tierra una vez que se llenaban.
Hoy, aunque en otras partes del país el problema sea serio, no alcanza a compararse con las plagas de aquellas épocas.
Y en lo que respecta a las regiones entrerrianas, las condiciones específicas para la presencia de tucuras son muy distintas. Es, más que una causa, una consecuencia del principal problema en nuestra región hacia el que verdaderamente habrá que poner foco: la sequía.
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