La reaparición de un caso de hantavirus en nuestra región que, lamentablemente, derivó en la muerte de un joven de Arturo Seguí, reactualiza la necesidad de reclamar que se pongan en marcha todos los mecanismos preventivos existentes así como la de exigir respuestas acordes a la gravedad de la situación, por parte de todo el sistema sanitario provincial y municipal.
En realidad, al margen de las características particulares de cada uno de los episodios, correspondería recordar que en la zona norte, tanto en un lugar cercano al barrio de Los Porteños, donde la última de las víctimas construía su vivienda, como en parajes vecinos, se registraron otras dos muertes en los dos años anteriores como consecuencia del mismo mal.
Así, en diciembre pasado, con los primeros días de altas temperaturas, la muerte de una vecina de Colonia Urquiza, también originada en la infección que causa el contacto con el colilargo, hizo alzar las voces en la zona donde vivía la víctima. Pero en 2007 vecinos de Los Porteños reclamaron por la muerte de un joven que vivía en la zona, infectado por el mismo virus.
En esa oportunidad los habitantes de esa zona cuestionaron que no pasaran los camiones recolectores de basura, en una situación que resultaba inexplicable ya que se ha registrado un fuerte crecimiento poblacional. Allí, funcionarios municipales y representantes de la empresa recolectora, se comprometieron a que pasaría un camión dos veces por semana, algo que se cumplió sólo en los primeros meses hasta reducirse e irregularizarse actualmente la frecuencia.
Pero también quedó planteada la incompatibilidad existente ahora, a partir del mantenimiento de técnicas de producción en algunos criaderos de pollos, que acumulan el estiércol para emplearlo como abono, en una situación que redunda en la proliferación de moscas caseras y, desde luego, ratones colilargos. Los vecinos presentaron un escrito ante la Municipalidad y ante el ministerio de Salud bonaerense solicitando un control sanitario de las producciones avícolas y de otro tipo de animales, sin haber obtenido respuesta alguna.
Ya se ha señalado en ocasiones anteriores que esta situación -en la que conviven poblaciones nuevas con establecimientos productivos que utilizan métodos perimidos, carentes de los menores recaudos de higiene- ha llegado a un extremo intolerable, en la medida en que personas de toda edad quedan expuestos a estas infecciones mortales. Al mismo tiempo, la proliferación de basura -básicamente, por falta de un servicio de recolección- agrava notablemente el cuadro de por sí ya preocupante.
También se ha dicho que el panorama es común a todo el cinturón que rodea al Gran La Plata, cuyo crecimiento informe y vertiginoso requiere en forma imperiosa de toda clase de pautas, pero de las de índole sanitaria en primer término.
Lo cierto es que el hantavirus, en definitiva, se ha transformado en un mal endémico en nuestra región. Y desde 1998 -cuando se detectó el primer caso- hasta ahora ya se ha cobrado más de una quincena de vidas, sólo en nuestro distrito.
No hay margen, entonces, para la indiferencia. Distintos organismos del Estado deben comprometerse, tanto en la órbita provincial como municipal, para levantar barreras y disponer medidas de defensa muy enérgicas ante el avance de esta amenaza.
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