Estos procesos que suelen ocurrir en tiempos geológicos están sucediendo en el curso de una vida humana.
El crecimiento poblacional, la forma de explotación de los recursos y la generación de residuos afectan la base ambiental. De la base ambiental depende no sólo la salud, sino la supervivencia.
La calidad del ambiente y las características del desarrollo son trascendentales.
Los impactos actuales sobre la salud son influenciados por las condiciones ambientales locales, el tiempo socioeconómico, la posibilidad de adaptaciones sociales, institucionales y tecnológicas y por las conductas tomadas por la dirigencia.
La salud personal depende de la herencia, de una conducta prudente, de la ocupación, de las exposiciones locales, de un ingreso adecuado, del nivel educativo y del acceso a los servicios de salud, pero la salud poblacional depende de las reservas de comida y agua, de estar libre del exceso de enfermedades contagiosas, de la seguridad y el confort otorgados por la estabilidad climática.
Según reportes del Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), en 2007, el calentamiento global es inequívoco.
Se ha pronosticado para este siglo un calentamiento de varios grados, con cambios en las precipitaciones y la variabilidad climática.
En 2001, el informe de IPCC expresaba: "El cambio climático está proyectado a aumentar las amenazas a la salud humana; particularmente, en las poblaciones de bajos ingresos..." .
"Aumento de la morbilidad y mortalidad por causa del calor, disminución de la mortalidad por frío en zonas templadas, incremento de las enfermedades contagiosas causadas por inundaciones o por influencia sobre los vectores, además de los efectos sustanciales sobre la salud causados por el desplazamiento de la población, por aumento del nivel del mar".
Este desplazamiento poblacional constituiría una migración interna inusitada.
La actividad humana ha producido una gran emisión de gases con efecto invernadero, deforestación, adelgazamiento de la capa de ozono, abuso del suelo y de las reservas de agua y alimentos, tratamiento inadecuado de los residuos, contaminación del aire, suelo y agua y la aceleración de la pérdida de la biodiversidad.
Existe una estrecha relación entre los parámetros meteorológicos y los contaminantes, naturales y antropogénicos.
El cambio climático puede producir muerte o enfermedad por extremos térmicos, por incremento de las enfermedades respiratorias, por mayor incidencia de cáncer (principalmente, de piel), por desnutrición y por las consecuencias debidas a la falta de prevención y de asistencia sanitaria.
Habría un incremento de muchas enfermedades contagiosas como HIV-Sida, hantavirus, hepatitis, malaria, fiebre amarilla, dengue, TBC, peste bubónica, encefalitis, leptospirosis, cólera, fiebre tifoidea y otras.
Los efectos sobre la salud no se distribuirán uniformemente, sino que dependerán de la región geográfica, latitud, altitud, características de la población, niveles de desarrollo e infraestructura de la salud pública y acción social.
Un incremento significativo de las diarreas y de la malaria ha sido atribuido al cambio climático. Para 2030, se pronostica un riesgo de 10% mayor de diarrea en algunas regiones.
La OMS estimó que, globalmente, 300 millones de personas padecen asma y 250.000 mueren anualmente por la enfermedad.
En Estados Unidos, 20 millones de personas tienen asma activa; 6,1 millones son menores de 18 años.
A pesar de un mayor conocimiento de la enfermedad y de las normas para diagnóstico, clasificación y tratamiento, surgidas de estudios y consensos internacionales, como el ISAAC, ECHRS y GINA, la enfermedad alérgica de la vía respiratoria sigue en aumento en muchos países.
Este incremento ha sido atribuido a varios factores. La herencia, la contaminación y el estrés se consideran los de mayor importancia. Pero aún no hay explicación, incluyendo diferencias étnicas, sobre los motivos que hacen que poblaciones similares tengan una prevalencia muy diferente de enfermedad alérgica.
El incremento de la polución y la alteración regional de la producción de pólenes predicen un incremento de la prevalencia y severidad de las enfermedades alérgicas, como el asma atópico, rinitis y conjuntivitis, directamente relacionadas con la magnitud del cambio climático.
Los palinólogos dan certera información acerca de los cambios en la vegetación con el calentamiento.
La vegetación nativa o arraigada de una región se define por el promedio de las precipitaciones y el de las temperaturas máximas y mínimas.
El aumento de la temperatura y de dióxido de carbono (CO2) produce una temprana floración de muchas especies alergógenas (no se ha encontrado universalmente).
En algunas regiones, no sólo aumentaría la cantidad de polen y su permanencia, sino que se incrementaría su alergenicidad.
Estudios mundiales han demostrado exacerbación del asma por material particulado (PM) y ozono (O3) y el dióxido de nitrógeno (NO2) y el PM fueron relacionados con la disminución de la función pulmonar.
Estudios ingleses y alemanes demostraron mayor padecimiento de asma activa en niños expuestos en áreas con mayor tráfico vehicular.
El asma afecta principalmente los extremos de la vida, es subdiagnosticada y aún no bien tratada.
Por ello, es obvio que un incremento importante en su prevalencia impactará significativamente en la práctica médica y los sistemas de salud. El impacto económico, sólo para estos temas, será enorme. Los recursos humanos para brindar asistencia y la provisión de medicamentos, sin duda, serán insuficientes.
Esto no ocurrirá sólo en países "en vías de desarrollo" sino, también, en los "desarrollados", donde gran parte de la población no accede a la acción social ni a los servicios de salud.
El cambio climático es, potencialmente, el enfrentamiento global más grande para la salud humana. La tierra se está calentando y parece que tenemos alguna responsabilidad en ello. Una estabilización satisfactoria del clima disminuyendo en gran medida el efecto humano no se considera factible en el corto plazo.
La responsabilidad de esta generación de adultos, por acción o inacción, determinará el futuro de las generaciones venideras. De seguir así, los cambios ya visibles se acentuarán con áreas de desastres, en 20 a 50 años.
Las emisiones y el tratamiento de la tierra siguen sin ser adecuadamente evaluados, especialmente por los países con mayores emisiones y, por ende, más consumidores.
El panorama para la próxima generación no puede ser más desalentador. Las contingencias naturales, las olas de calor, la desnutrición, el incremento de la contaminación y las infecciones, difícilmente puedan ser contenidos por un sistema sanitario y de acción social ya deficiente.
Actualmente, cualquier desastre de escasa magnitud (politraumatizados o quemados) conmociona a cualquier estructura sanitaria, pública o privada.
Es necesario estimar los riesgos y el posible impacto para la salud en relación a las situaciones climático-ambientales futuras, cuestión difícil por las distintas variables en juego, muchas de ellas no predecibles.
Las condiciones de vulnerabilidad de la población han aumentado. Para disminuir las posibilidades de ocurrencia de un evento natural o generado por el hombre, es necesario actuar sobre la vulnerabilidad y las causas que la generan.
Para ello, es imprescindible un monitoreo sistemático de las variables de salud y medioambientales conocidas, ejerciendo las acciones correctivas pertinentes, si fueran necesarias.
Una mejor posición, en todos los niveles, de los sistemas de salud y de los sectores medioambientales sobre el efecto del cambio climático ayudará en gran medida al desarrollo de respuestas apropiadas.
El sector salud y el sector medioambiental deberán trabajar con la comunidad para el diseño de planes regionales y protegerse de las principales emisiones, ante un previsible cambio ecológico regional.
Además, deben participar en el desarrollo de leyes para la prevención de la calidad del aire, asegurando estándares adecuados de protección. Estas medidas incluirían promulgar la transición del transporte hacia el uso de combustible no fósil, normas para la circulación de vehículos y un control estricto sobre las emisiones industriales y empresas de granos, por ejemplo.
Estudios realizados por el área de Epidemiología Ambiental, con la colaboración de la secretaría de Salud, han permitido caracterizar el perfil sanitario de la población de la ciudad.
Se conocen las concentraciones de los principales contaminantes en la zona industrial portuaria, por el monitoreo sistemático realizado por el Comité Técnico Ejecutivo (CTE).
En algunos sectores, se encontró mayor prevalencia de algunas enfermedades, asociadas al nivel socioeconómico, a los hábitos, al tipo de trabajo y a las diferencias en las exposiciones inevitables.
Aproximadamente, 21.000 personas estarían afectadas por asma. Se concluyó que hay subdiagnóstico y que el segmento afectado no es adecuadamente tratado, hechos que coinciden con estudios multicéntricos.
Se ha logrado una ciudad libre de humo de tabaco. Podemos estar preparados para una eventual necesidad de mayor asistencia. Contamos con una estructura en recursos humanos y materiales privilegiada.
Dos hospitales. Uno regional y otro zonal, 50 unidades sanitarias, una buena estructura privada y equipos de salud con experiencia. El trabajo con la comunidad ha sido practicado hace años, con buen resultado.
Serán necesarias, por lo tanto, estrategias de atención primaria y secundaria a nivel regional, para asistir a estos cambios en la salud pública.
Estas estrategias generarán una planificación a futuro, partiendo de hipótesis de riesgo y del probable incremento de las enfermedades, con base en lo ya conocido.
La educación debe ser un pilar fundamental, tanto para la comunidad como para los profesionales de la salud.
Aunar voluntades, esfuerzos y recursos es la clave.
En los próximos meses, se conocerán las conclusiones del estudio Kidscreen. Esas encuestas, respondidas por 4.300 niños y adolescentes, gracias a la colaboración de la comunidad educativa, están validadas internacionalmente y permiten conocer el estado de salud, relación familiar, social y con la escuela, de esos grupos de edad.
Se conocerán, también, datos sobre enfermedades respiratorias y adicciones.
*Los doctores Lilian Elosegui y Carlos Carignano y las licenciadas Paula Abrego y Silvina Spagnolo se desempeñan en la oficina de Epidemiología Ambiental, dependiente de la subsecretaría de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Bahía Blanca.
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Fuentes :
1. "Cambio climático y enfermedades alérgicas", K. Shea, R. Truckner y cols. Journal of Allergy and Clinical Inmunology. Septiembre 2008.
2.Informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). 2001-2007.-tl.
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