La sequía continúa y lo que es peor no hay previsiones de que en el corto plazo se normalicen las lluvias. Y, si así fuera, ya es tarde para que el daño se revierta. Reconstruir lo perdido llevará mucho tiempo y esfuerzo; y, lamentablemente, por el camino quedarán muchos.
Pero el asunto no es, como parece entenderlo el Gobierno, un problema exclusivo de los productores agropecuarios, a los que, no está demás recordar, se los regañó por no haber "tomado previsiones" ante la sequía. La agropecuaria no es únicamente la tierra y lo que se coloca sobre ella. La agropecuaria implica la interacción de un conjunto de actores de diversa entidad que, en su conjunto, brindan servicios a esa tierra y a lo que sobre ella se coloca. Así, peones, veterinarios, maquinistas, almaceneros, camioneros, estaciones de servicio, aserraderos, entre muchísimos otros, viven por y para el campo.
Todos ellos también sufren las consecuencias de la sequía. A modo nada más que de ejemplo: el año pasado en algunos lugares se hacía difícil conseguir alambre o postes, en virtud de la demanda existente, hoy en esos mismos lugares no sólo no hay demanda sino que se consiguen a precio de liquidación.
El panorama es mucho más grave de lo que el Gobierno reconoce. Quizás lo haga para no generar mayores temores, y para que éstos no se conviertan en una profecía autocumplida. Tanto si fuera por ese motivo, por simple ignorancia o inconsciencia, bien haría en, por lo menos, aparentar que trata de estar a la altura de las circunstancias.
Por el contrario, se anuncian medidas que según los afectados, productores e intendentes, son absolutamente insuficientes. Se hace perder artificialmente competitividad cuando los países con los que competimos por los mercados la están recobrando, y se pone el énfasis del discurso en el precio de la carne.
A ello se agrega una campaña para desalentar a "especuladores y acaparadores", en un discurso propio del año 1970. Nosotros, por lo menos, no nos enteramos aún de la existencia de personas que estén acaparando lechugas, tomates, nalga o harina.
Las razones que explican la variación de los precios van por otro lado; y, entre esos factores destacan especialmente el componente salarial y el peso de los diferentes aportes al Estado.
A esta altura del partido es de locos que se afirme que la inflación será derrotada controlando los precios, poco menos que "escrachando" a quien venda los porotos por encima del precio que el gobierno considera "indicado", y amenazando con cierre de mercados, detracciones y cosas por el estilo.
Por sobre todo y a modo de conclusión de lo anterior, causa profunda alarma la ausencia en el Gobierno de señales de que se estén tomando las cosas en serio.
Uruguay no tiene un problema de sequía. Uruguay tiene un grave problema en el sector agropecuario, en un mundo que atraviesa por una crisis sin precedentes, y en el que los precios de los commodities no sólo bajaron, sino que algunos días ni se sabía cuál era el precio.
Hasta hace unos meses Uruguay tuvo un Gobierno con mucha suerte, con ministros que se las sabían todas. Ahora que la Fortuna es esquiva, no sabe para dónde agarrar, y los sabelotodo se llaman a silencio.
|
|
|